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En un ecosistema bien conservado, todas las especies están presentes, incluidos sus patógenos, aunque éstos se encuentran “diluidos” gracias, precisamente, a esa biodiversidad. En el ámbito de la ecología, esto último es conocido como el efecto de dilución.
Ahora bien, en el momento en que un ecosistema es perturbado, algunas especies, junto con sus patógenos, incrementan su abundancia y asumen el control, lo cual facilita el brote de enfermedades que eventualmente pueden ser transmitidas a humanos.
Por esta razón puede afirmarse que el efecto de dilución es, para nosotros, la mejor defensa contra las enfermedades zoonóticas emergentes.
“Este efecto está directamente relacionado con la adecuada conservación de un ecosistema, con el hecho de que su comunidad biótica, integrada por la fauna, la flora, los hongos, las bacterias y otros microorganismos, mantenga una diversidad, una interacción y una abundancia óptimas. Si este ecosistema es perturbado, aparece el llamado efecto de ampliación, que consiste en que algunas especies, junto con sus patógenos, se vuelven muy abundantes o dominan, y dan origen a enfermedades transmisibles a los humanos”, dice Ella Vázquez Domínguez, investigadora del Instituto de Ecología de la UNAM.
Enfermedad de Lyme
El concepto “efecto de dilución” fue acuñado a partir del estudio de la enfermedad de Lyme, endémica del norte de Estados Unidos, que es causada por las bacterias Borrelia burgdorferi y Borrelia mayonii, que a su vez son transmitidas por varios tipos de garrapatas que hasta la década de los años 70 del siglo XX se alimentaban exclusivamente de la sangre de algunos ratones y de las ardillas chipmunk.
“En ese década, cuando ciertos ecosistemas del norte de Estados Unidos fueron perturbados, las poblaciones de ratones y de ardillas chipmunk disminuyeron, por lo que las garrapatas aumentaron su presencia en otros hospederos, como los venados cola blanca. De este modo, las personas que acampaban en zonas boscosas o de pastizales, y tenían contacto con esos otros hospederos, corrieron más riesgos de ser mordidas por las garrapatas y desarrollar la enfermedad de Lyme, cuyo nombre proviene de la ciudad de Lyme, Connecticut. Por cierto, esta enfermedad es de transmisión directa: pasa, sin ningún otro huésped de por medio, de una garrapata a un mamífero o a un humano”, indica Vázquez Domínguez.
Así, este primer brote de la enfermedad de Lyme permitió detectar claramente la relación que hay entre la perturbación de uno o varios ecosistemas, y el surgimiento de una enfermedad zoonótica emergente.
Covid-19
Cuando, por ejemplo, una zona boscosa es deforestada para transformarla en campos ganaderos o de cultivo, lo que se afecta en primer lugar es la riqueza y la diversidad de las especies que habitan en ella.
“Si hablamos de animales, los primeros que desaparecen son los especialistas, como los que únicamente se alimentan de una sola especie de planta o los que ocupan los huecos de troncos de árboles antiguos. Las especies que permanecen e incrementan su abundancia son las generalistas, es decir, aquellas que pueden comer más o menos cualquier cosa y vivir en zonas transformadas de acahual o incluso en zonas agrícolas. Varias de estas especies generalistas son las que pueden transmitir distintas enfermedades”, indica la investigadora.
En el caso de la pandemia de Covid-19, ocasionada por el coronavirus SARS-CoV-2, debemos considerar lo siguiente: si un ecosistema en el que habitan múltiples especies de murciélagos es perturbado y pierde un porcentaje importante de su biodiversidad, dos o tres especies de murciélagos generalistas permanecerán y, junto con sus patógenos, incrementarán su abundancia.
“Los murciélagos, en particular, son portadores de diferentes coronavirus, pero éstos no afectan su salud porque cuentan con un excelente sistema inmune. Con todo, los murciélagos sí pueden transmitir un coronavirus a otros mamíferos silvestres o domésticos, y por eso se piensa que un murciélago portador del SARS-
CoV-2 pudo haberlo transmitido primero a un pangolín u otro animal silvestre, y éste a un humano”, dice Vázquez Domínguez.
Así pues, cuando se pierde el efecto de dilución y aparece el efecto de ampliación como resultado de la perturbación de un ecosistema, la sobreabundancia de algunas especies, junto con sus respectivos patógenos, pone en peligro a las poblaciones humanas, porque el contacto de dichas especies con estas poblaciones, así como con sus animales de granja y domésticos, es mayor.
“Claro, también se piensa que el SARS-CoV-2 pudo haber llegado a la especie humana por medio de animales silvestres que se mantienen hacinados en mercados para su venta legal o ilegal como mascotas, entre ellos los pangolínes. Este despiadado comercio de animales silvestres sólo es posible por la perturbación de no pocos ecosistemas.”
Enfermedad de Chagas
En opinión de la investigadora universitaria, si los humanos no dejamos de alterar el equilibrio de las zonas naturales, es indudable que en el futuro surgirán más enfermedades zoonóticas emergentes.
“Actualmente, la Covid-19 está en boca de todos porque es la enfermedad que nos ha mantenido en jaque desde hace más de año y medio, pero hay otras, como la de Chagas, que representan un grave problema de salud para el país. Esta enfermedad es causada por el parásito Trypanosoma cruzi, que a su vez es transmitido por una chinche que siempre ha vivido como huésped de algunos mamíferos y aves en las selvas y los bosques del sureste. Sin embargo, como se han construido asentamientos humanos en lo que antes fueron zonas naturales, esta chinche ha tenido la oportunidad de entrar en las viviendas e infectar a muchas personas. Y como ésta, otras enfermedades zoonóticas emergentes podrán seguir afectándonos por haber perturbado zonas naturales”, concluye Ella Vázquez Domínguez.
Pandemias incontrolables
Entre más especies de animales silvestres se pierdan, las probabilidades de que en el futuro padezcamos pandemias incontrolables aumentarán.
Frase
“Es vital conservar el equilibrio de los ecosistemas, restaurar los que han sido perturbados por nosotros y cuidar y respetar la frontera que nos divide de ellos”. Ella Vázquez Domínguez. Investigadora del Instituto de Ecología de la UNAM