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A un par de días que se cumplan 35 años del desastre nuclear en Chernóbil , Dimitry Bazyka, inmunólogo ucraniano, que se encontraba cerca del lugar del accidente, declaró que las alteraciones genéticas padecidas por los sobrevivientes no condenan la calidad de vida de sus descendientes, por lo que lo más probable es que no sufran enfermedades como autismo y otros trastornos del desarrollo, luego de secuenciar los genomas de hijos nacidos entre 1987 y 2002, el misterio fue resuelto.
Los hechos, desencadenados durante la primavera de 1986, cambiarían la vida de gran parte de la población ucraniana, que sin sospecharlo, adolecerían las consecuencias de una explosión en el reactor cuatro de la central nuclear, el cual fue dada a conocer como el accidente de Chernóbil.
Este siniestro cubrió de una nube radiactiva el cielo fragmentado de Europa, el 26 de abril de ese año. Aquella fecha es recordada por la muerte de 30 personas; dos trabajadores de la planta, que perecieron durante la explosión, y 28 bomberos que fallecieron en la lucha por acallar el fuego, como consecuencia de una intoxicación aguda por radiación.
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A su vez, niños y adolescentes fueron diagnosticados con cáncer de tiroides , leucemia y otras enfermedades cardiovasculares, a partir de cincos años posteriores al accidente, pues la radiactividad ionizante -energía liberada durante la explosión- produjo una ruptura dentro del ADN de la población afectada.
Desde ese momento, las y los sobreviviente viven con un temer constante, pues de acuerdo con evidencia científica, la radiación tiene la capacidad de mutar las células germinales , como los óvulos y espermatozoides, pues los ascendientes suelen transmitir de 50 a 100 de mutaciones de novo (DNM).
Las DNM son conocidas como alteraciones genéticas que presenta un miembro de una familia, por primera vez, como consecuencia de una variante o mutación en una célula germinal de la madre o el padre.
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"Mucha gente piensa que si ha sido irradiado, debe tener efectos en la próxima generación", expresó Bazyka, director general del Centro Nacional de Investigación de Medicina Radiológica en Kiev , Ucrania, quien se encontraba en el extrarradio del lugar de los hechos.
Para averiguarlo, el experto junto con integrantes del Broad Institute, secuenció los genomas de 105 progenitores y 130 niños nacidos entre 1987 y 2002. “La cantidad de DNM no fue mayor que la observada en la población general, incluso a las dosis de radiación más altas”, informaron.
Sin embargo, los estudiosos advirtieron que las cantidades de mutaciones de novo fueron más, si la edad de la persona era más avanzada. “Cuanto mayor es, más DNM en su esperma”, aseguró Bazyka, por lo que apuntaron a la condición etaria como un factor de riesgo.
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A este respecto, los autores del trabajo destacaron que los DNM no son necesariamente dañinos. Sin embargo, otros estudios realizados en animales han aumentado la ansiedad, porque respecto a la exposición radiactiva y las afectaciones que produce en las células germinales.
“Los ratones sometidos a radiación -por ejemplo- tienen más DNM que los ratones no expuestos. Pero los estudios anteriores no han arrojado respuestas claras sobre si la radiación causa un daño duradero en el ADN de la línea germinal humana”, detallaron.
Stephen Chanock, genetista y director de la División de Epidemiología y Genética del Cáncer, del Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos (EU), señaló que los estudios con ratones podrían concentrarse a un efecto transgeneracional porque, a diferencia de los evacuados de Chernóbil, los ratones generalmente estaban expuestos a ráfagas únicas e intensas de radiación.
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Los nuevos hallazgos de Bazyka y sus colegas han disipado el miedo permanente de los sobrevivientes y ofrece un panorama optimista para la población evacuada de las áreas contaminadas por el accidente nuclear de Fukushima en Japón, en 2011.
"Todavía hay mucho nerviosismo en Japón y en otros lugares acerca de los efectos transgeneracionales", señaló Chanock.
Para Chanock y Bazyka, la aparente falta de un efecto transgeneracional ofrece un escenario esperanzador en lo que ha supuesto una “larga y oscura saga para Ucrania”. En este contexto, los investigadores esperan localizar a más hijos de las personas que presenciaron la explosión, nacidos poco después del accidente, en 1987 y 1988, así como a cualquier nieto.
fjb