Estamos viviendo una revolución tecnológica que toca de forma muy significativa al espacio. Para José Francisco Valdés Galicia, coordinador del Programa Espacial Universitario de la UNAM, un ejemplo de esta transición es el desarrollo de microsatélites.

“Hasta hace poco los satélites más pequeños eran de dos por dos metros y se tenía que meter gran cantidad de equipo y movilizarlos con mucho combustible para colocarlos en órbita”, señala y agrega que hoy en día la miniaturización de la electrónica y la revolución que se ha dado, permite subir al espacio desde cubos de diez centímetros (los llamados satcubes) y aún de menores dimensiones, lo cual ha reducido notablemente los costos de la industria aeroespacial y representa, básicamente, un reto intelectual.

Este reto podría convertirse en uno de los nichos de oportunidad de la Agencia Latinoamericana y Caribeña del Espacio (ALCE). Recientemente, se firmó la iniciativa de declaración que establece las bases para la constitución de un mecanismo regional de cooperación en el ámbito espacial, en el cual están integrados México, Argentina, Bolivia, Ecuador, El Salvador y Paraguay, así como Colombia y Perú como observadores.

“Con este tipo de aparatos volando en órbitas bajas se pueden observar bien los territorios y usarlos para hacer redes de comunicación”.

Explica que no sólo se puede lanzar uno de estos satélites de menos dimensiones, sino varios para montar constelaciones multipropósitos. La cooperación internacional en el desarrollo de tecnología espacial facilitaría el estudio de fenómenos atmosféricos o la operación de sistemas de detección temprana de amenazas ambientales.

Las constelaciones de satélites de micro y pequeño tamaño son una opción para que países con economías emergentes puedan desarrollar sus capacidades espaciales, pues al dividir costos en lanzamientos, desarrollo tecnológico y operación de la infraestructura, hay más posibilidades de que tanto retos individuales como en equipo se realicen.

Finalmente, se trata de alternativas costeables frente a grandes satélites que usualmente exceden una tonelada de peso y su costo supera los mil millones de dólares.

Observación del territorio nacional

Valdés señala que en nuestro país se podría fortalecer la vigilancia del territorio en áreas como monitoreo de cultivos, sanidad de bosques, crecimiento de ciudades, así como observación de la expansión o contracción de cuerpos de agua, entre muchas otras cosas. Hay datos que brindan información fundamental para entender la trayectoria de fenómenos como los anteriormente mencionados, por ejemplo, la humedad presente en la vegetación representa una variable que permite saber las condiciones del suelo, y los sensores de microondas embarcados sobre sistemas satelitales representan una útil herramienta para su monitoreo global.

“Nuestros países usan esta tecnología, pero se compra. Una vez que hagamos un esfuerzo conjunto se podrá decidir en qué órbita estarían, con qué lentes se pueden equipar, cuál será la resolución de imágenes. Será un reto construir nuestros propios sistemas de estabilización o las computadoras abordo. Al principio compraríamos cosas, pero será un incentivo para fabricar paulatinamente las nuestras”.

Hubo una época en qué México sí estaba subido en la ola del desarrollo tecnológico aeroespacial, pero esta cima alcanzada durante los sesenta y setenta se fracturó abruptamente en 1977 con la cancelación de la Comisión Nacional del Espacio Exterior (CNEE) que había sido creada por decreto presidencial quince años antes.

Entre algunos de sus logros destaca por ejemplo el lanzamiento del cohete Mitl 1 en el estado de Guerrero en 1967. Este fue el antecedente del cohete mexicano más exitoso de la historia, el Mitl 2, lanzado en el año de 1975 y que alcanzó una altura de 120 kilómetros.

Caso aparte de los países más poderosos económicamente con sus emblemáticas agencias espaciales, uno de los ejemplos que siempre aparece en la historia espacial es el caso de India que nunca quitó el dedo del renglón desde que se fundó su agencia hace más de cincuenta años.

“La ISRO probablemente sea la cuarta agencia de importancia en el mundo y desde que decidió ir al espacio, lo hizo en serio; mando a su gente a entrenar a los países más desarrollados y nunca bajaron la guardia. Tienen cohetes que pueden viajar a órbitas altas y desarrollan múltiples aplicaciones espaciales, pero ha sido porque los gobiernos nunca han abandonado la idea del espacio, siempre lo han considerado uno de sus proyectos prioritarios”.

En México hasta 2010 se constituyó la Agencia Espacial Mexicana que funciona como un organismo descentralizado de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT). “Hasta el día de hoy la Agencia Espacial Mexicana ha tenido un magro presupuesto que apenas le ha alcanzado para mantener al personal, pero fueron los años del despegue, de contratar especialistas. Ahora la agencia está más consolidada. Por primera vez se organizó en octubre de este año el congreso de actividades espaciales, que será un gran paso porque es la primera vez que académicos, empresarios y personal del gobierno nos sentamos para discutir ideas en común y colaboraciones que con una buena coordinación podrán llegar a cristalizarse en productos a un plazo razonable”, señala José Francisco Valdés.

El especialista afirma que en la creación de la AEM pudo percibir que en general había mucha incomprensión de para qué sirve el espacio. “Se piensa que lo que se busca con este tipo de proyectos es solo llegar a la Luna o Marte, pero son prejuicios y falta de cultura en cuestiones espaciales. Tal vez los científicos y los tecnólogos, los que nos dedicamos al espacio, no hemos trabajado lo suficiente para explicar el impacto cotidiano de estas herramientas porque había mucha incomprensión y por eso la resistencia. La ventaja es que hoy no hace falta tanto dinero para lanzarse al espacio y sí se pueden ver los beneficios fácilmente”.

Agrega que, sin embargo, también hace falta que el gobierno ponga dinero en una inversión con la que a la larga se podría ahorrar mucho en normar el crecimiento de ciudades o en el manejo de desastres causados por fenómenos naturales. “Si lo calculamos a la larga, hay quien ha dicho que el ahorro sería de cinco a uno”.

“Esperemos que esto no sea una llamarada de petate y podamos estar hablando en unos años de los proyectos y los logros tanto de la Agencia Espacial Mexicana, como de la Agencia Espacial Latinoamericana”, concluye.