“Pensaba que yo había caído de la Luna o de algún lugar semejante. Me preguntó entre risas si aún no había regresado a ella”, se lee en un fragmento de uno de los cuentos de Haruki Murakami, uno de los autores japoneses más celebrados de la literatura contemporánea. En sus historias hay constantes referencias al astro, pero más allá de las referencias poéticas, la Luna suma realidades para convertirse en el símbolo de los esfuerzos científicos de Japón.
Este país se convirtió en el quinto en realizar un alunizaje. Tocó la superficie del astro cuatro meses después de despegar del Centro Espacial Tanegashima, frente a la costa sur de Japón.
Lo peculiar de su reciente llegada a la superficie lunar es que utiliza una tecnología de precisión que le permitió llegar más cerca a su objetivo que cualquier misión anterior.
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Los datos de telemetría mostraron que el módulo de aterrizaje inteligente para investigar la Luna (SLIM) alunizó la semana pasada en su área objetivo cerca del cráter Shioli, un pequeño cráter de 270 metros de diámetro que se encuentra, a su vez, dentro del cráter Cyrillus. La nave logró identificar los cráteres lunares y determinar su posición en tiempo real para alunizar en su objetivo: una ladera en una zona complicada por la inclinación que tiene la Luna al sur de su ecuador.
Su objetivo principal era aterrizar en la Luna con una precisión sin precedentes de 100 metros, lo que supone una gran diferencia con respecto a distancias anteriores de otras sondas que han alunizado con decenas de kilómetros de sus objetivos.
Para poder ejemplificar con mayor claridad la hazaña, SLIM logró caer a 55 metros del objetivo planeado, mientras que la zona de aterrizaje del módulo lunar ‘Eagle’ del Apolo 11, el primero en pisar la Luna, lo hizo en un radio de 20 kilómetros de su objetivo.
¿Cómo logra esta nueva tecnología propuesta por Japón tal precisión? La respuesta está en un sistema muy similar al reconocimiento facial que utilizan los teléfonos inteligentes. Se identificaron los cráteres mediante imágenes de mapas integrados a su sistema de reconocimiento. En 20 minutos, SLIM reconoció su objetivo y descendió a la Luna desde una altura de 15 kilómetros.
Haciendo historia, pese a contratiempos
El proyecto tiene como objetivo reducir el peso (y el costo) de los equipos de observación y volverlos más precisos. Con el tamaño de un auto y 200 kilos de peso, este modelo podría ser una alternativa de exploración para lugares del Sistema Solar con superficies complejas, pero objetivos específicos de investigación.
La idea con esta tecnología es que desde ahora las naves se puedan posar donde se quiera y no sólo donde se pueda.
A su llegada, SLIM se comunicó con la estación terrestre de la Agencia de Exploración Aeroespacial de Japón (JAXA), con sede en Kanegawa.
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El enlace se estableció gracias a la batería. Sus celdas solares no generaron electricidad por la postura de aterrizaje, ya que la nave se volcó al tocar la superficie, pero se espera que la próxima semana los paneles puedan volver a funcionar nuevamente.
La foto de SLIM en la Luna fue tomada por Sora-Q, también conocido como LEV-2, un pequeño rover del tamaño de una pelota de béisbol que viajaba en la nave. Para transmitir la imagen a la Tierra, se requirió el apoyo de Lev-1, otro robot viajero que puede comunicarse de forma independiente.
Los científicos de la Agencia de Exploración Aeroespacial de Japón pusieron a la nave en hibernación, pero tienen esperanzas de un cambio en la dirección de la luz solar que pueda encender los paneles a pesar de la posición del módulo. La oscuridad en la Luna dura 14 días terrestres y es tan fría que puede dañar los componentes electrónicos del módulo. La esperanza es que se cargue los primeros días de febrero.
El polo sur lunar es una región muy cotizada, pues hay depósitos de agua congelada, que funcionarán como una fuente importante de hidrógeno y oxígeno para las actividades humanas en la Luna, pero también para otras misiones, en las que el satélite se convertiría en una especie de estación de carga de estos recursos.
La India se convirtió el año pasado en el primer país en llevar una misión a esta región lunar.
Por su parte, China y Estados Unidos esperan enviar a sus primeros astronautas a esta zona esta misma década.
A pesar de que por el momento la nave japonesa se encuentra en estado de hibernación, los especialistas califican el alunizaje como histórico y una gran victoria para Asia por las características técnicas de la misión. El director del proyecto SLIM, Shinichiro Sakai, ha explicado que la segunda meta de la proeza, después del alunizaje, sería utilizar una cámara especializada que viaja a bordo del módulo para buscar un mineral llamado olivino.
Los olivinos son los minerales más importantes en la clasificación de rocas ígneas. Es rico en magnesio y se reconoce por ser el componente principal del manto superior de la Tierra.
“Si podemos detectar los componentes del olivino y compararlo con su homólogo en la Tierra, podemos ofrecer nuevas pruebas que respalden la teoría de que la Luna era parte de la Tierra hace mucho tiempo”, señaló Sakai.
Otra parte de los objetivos de la misión sería confirmar el origen de las muestras lunares del Apolo 16, cuyo lugar de aterrizaje en 1972 se encuentra a 250 kilómetros de este lugar.
Se piensa que los basaltos recabados en aquella misión proba blemente fueron expulsados del Mare Nectaris, lo que ayudaría a tener más pistas sobre la química del antiguo mar, pero además ayudaría a subrayar que se puede hacer ciencia de gran nivel con misiones pequeñas.
Los siguientes pasos lunares
Han pasado alrededor de 50 años desde la primera misión a la Luna y la tasa de éxito en alunizajes se mantiene en 50%.
Esto muestra que los caminos para llegar hasta el satélite han sido ambiciosos, pero lentos. Sin embargo, India (que sorprendió hace unos meses con el alunizaje de Chandrayaan-3) y Japón se unen a la carrera lunar e incluso desarrollan una misión conjunta, la llamada Misión de Exploración Polar Lunar (LUPEX), un proyecto conjunto de la Organización de Investigación Espacial de la India (ISRO) y de la Agencia de Exploración Aeroespacial de Japón (JAXA).
El proyecto LUPEX es una iniciativa destinada a explorar la Luna en busca de agua y otros recursos, así como adquirir experiencia en la exploración de la superficie de la Luna.
En LUPEX, Japón participa a cargo del rover lunar, mientras que la India será responsable del módulo de aterrizaje que transportará el rover.
En el vehículo también se montarán instrumentos de observación de la NASA y de la Agencia Espacial Europea (ESA).
El proyecto LUPEX investigará la cantidad y calidad del agua en la Luna. Los especialistas esperan utilizar los datos recabados como base para considerar actividades humanas sostenibles en la Luna en el futuro.
Además se busca adquirir las tecnologías necesarias para que los vehículos exploradores y de aterrizaje operen con mayor efectividad en el difícil entorno lunar. Por ahora estos prototipos se encuentran en la fase de diseño, pero se espera que todo quede listo para el año entrante.
Ahora que tanto India como Japón han creado tecnologías para lograr aterrizajes precisos en la Luna, su misión conjunta planificada podría rivalizar con la misión Chang'e-7 de China, que persigue objetivos similares.
Antes de que finalice este año, China lanzará su misión Chang'e-6 para devolver muestras de la cara oculta de la Luna. Aunque los objetivos de la NASA de regresar a los humanos a la Luna son cada vez más cercanos, Asia no pierde el ritmo. Todos quieren una rebanada de la Luna para demostrar su fuerza en la Tierra y aun más allá de sus fronteras.
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