Una nueva investigación demostró que gracias a la receptividad de un tipo de células cerebrales, nuestra sed desaparece casi de manera instantánea cuando bebemos agua, mucho antes de que sus nutrientes alcancen al torrente sanguíneo y con esto se efectúe el proceso de hidratación.
Christopher Zimmerman de la Universidad de Princeton , quien fue galardonando con el premio “Eppendorg and Sciente” (2020) en neurobiología , se interesó en explicar la razón por la cual, cuando nos sentimos deshidratados, nuestro cuerpo genera señales que nos alertan sobre la necesidad de beber agua tras un largo rato sin ingerirla.
“La sed se rige por un sistema sensorial, análogo a la visión o la audición”, afirmó el neurocientífico, ya que está regulada por capas de señales que se emiten por todo el cuerpo, que se encuentran con las neuronas individuales del cerebro, produciendo de este modo la necesidad que el cuerpo requiere de agua, en tiempo real.
Foto: AP, archivo
Cómo se genera la sed
El estudio, publicado en “Science” concluyó que dentro de la conformidad de nuestro cerebro, contamos con un grupo de células llamadas “ osmosensores ” o también conocidas como “neuronas SFO” , que se encargan de monitorear la osmolaridad de la sangre, es decir la concentración de todas las sales. Cuando el volumen de la sangre cae se concentra considerablemente, es en ese momento cuando las neuronas SFO de la sed se activan y generan el deseo de beber agua y saciar la sed.
Los osmosensores están situados en el órgano subfornical del hipotálamo, “estas neuronas envían esta información a otras partes del cerebro que controlan nuestro comportamiento (beber), las emociones (sensación de sed), así como nuestros sistemas hormonales (liberación de vasopresina) y cardiovasculares (presión sanguínea)”, explicó Zimmerman.
Consecuentemente, el investigador indagó en los cambios que se producen en la sangre cuando tomamos bebidas o alimentos tiene una reacción atrasada, a diferencia de la efectividad en nuestra sensación de saciedad, después de ingerir el agua.
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Fue así que Zimmerman junto con su grupo de investigación hicieron pruebas en roedores, por medio de herramientas -basadas en una proteína de las neuronas SFO- conocidas como “indicadores de calcio” que les permitieron registrar la actividad especifica de las neuronas cuando los ratones experimentaban sed.
“Colocando un cable de fibra óptica en el área del cerebro que contiene las neuronas de la sed, pudimos medir su actividad mediante destellos de luz usando un simple fotodetector”, para así “registrar su actividad en los ratones cuando comían y bebían”, lo que evidenció que las neuronas SFO actúan rápidamente, pues se adelantan a cualquier impacto que los alimentos y la bebida puedan provocar en la sangre.
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“Estas neuronas [SFO] son capaces de hacerlo porque, a diferencia de la mayor parte del cerebro, algunas regiones que contienen neuronas osmosensoriales se encuentran fuera de la barrera hematoencefálica. Esto da a estas regiones un acceso especial a las señales sobre nuestro estado de hidratación que circulan en la sangre”, argumentó el especialista.
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Sin embargo, dentro de las deficiencias del estudio es que no pudieron detectar qué tipo de proteína es la que hace reaccionar a las neuronas encargadas que captar esta información. “Esta proteína puede funcionar de forma similar a las proteínas sensibles a la presión que subyacen a nuestro sentido del tacto”, expone Zimmerman.
No obstante, “la identidad precisa de la o las proteínas sensibles a la osmolaridad de las neuronas de la sed sigue sin estar clara”, externó Zimmerman.
“Encontramos que el fluido que se detectaba en la boca desencadena una señal inhibidora casi instantánea”, ya que los fluidos se medían con más precisión en el tracto gastrointestinal que enviaban señales de saciedad hasta el cerebro: “Así, la bebida genera capas de señales que permiten a las neuronas de la sed predecir cómo los líquidos ingeridos afectarán a la hidratación en el futuro y, luego, ajustar la bebida que hemos de ingerir de forma preventiva”, concluyó.
fjb