En la “Adolfo López Mateos” hay un letrero que advierte a los pacientes que por el momento no se cuenta con medicamentos de la cadena de frío. Formada en la fila de ese lugar, Ana Elena entiende el mensaje: “Uy, no hay insulina”, suspira con la resignación de quien depende de un sistema de salud hundido en la austeridad y una logística que no apela ni a la estrategia ni al conocimiento, y ya ni siquiera, a la buena voluntad. Cuando pregunta sobre su insulina no hay respuesta, solo una mirada de enfado de parte de quien la atiende.

La molécula de la insulina, descubierta hace 102 años por Frederick Banting y Charles Best, se convirtió en parteaguas en la lucha contra la diabetes, aunque probablemente en su momento, los investigadores canadienses no habrían imaginado el carácter pandémico que habría de alcanzar la diabetes en el mundo. Esta enfermedad metabólica crónica se manifiesta cuando el páncreas no produce insulina suficiente o el organismo no la utiliza eficazmente para regular el azúcar en la sangre. Con el tiempo conduce a daños graves en el corazón, vasos, ojos, riñones y nervios.