Las vacunas salvaron decenas de millones de vidas durante el siglo pasado. Sin embargo, en muchos países, los expertos en salud han identificado una "creciente reticencia" a la vacunación.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) está tan preocupada que ha incluido esta tendencia como una de las 10 amenazas a la salud global en 2019.
Pero empecemos por el principio...
Antes de que las vacunas existieran, el mundo era un lugar mucho más peligroso, y millones de personas morían cada año por enfermedades que ahora se pueden prevenir.
Los chinos fueron los primeros en descubrir una forma temprana de vacunación en el siglo X: la variolización consistía en exponer a personas sanas a tejidos de las costras causadas por una enfermedad para desarrollar la inmunidad.
Ocho siglos más tarde, el médico británico Edward Jenner se dio cuenta de cómo las ordeñadoras contraían la viruela vacuna, pero raramente contraían su forma más grave, que puede ser mortal.
La viruela era una enfermedad infecciosa altamente contagiosa que mataba en torno al 30% de quienes la contraían. Los sobrevivientes a menudo quedaban marcados por cicatrices o ciegos.
En 1976, Jenner llevó a cabo un experimento en un niño de 8 años llamado James Phipps.
El doctor insertó pus de una herida de viruela vacuna en el niño, que pronto desarrolló síntomas.
Una vez que Phipps se recuperó, Jenner insertó viruela mortal en el chico, pero éste permaneció saludable. La viruela vacuna lo había hecho inmune.
En 1978, los resultados fueron publicados y la palabra "vacuna" —que proviene de vaca— fue acuñada como término para designarlas.
Las vacunas han ayudado a reducir drásticamente el daño causado por muchas enfermedades durante el siglo pasado.
En torno a 2,6 millones de personas morían cada año de sarampión antes de que fuera introducida la primera vacuna en la década de 1960.
La vacunación provocó una caída del 80% en las muertes por sarampión entre 2000 y 2017 en todo el mundo, según la OMS.
Solamente hace unas décadas, la parálisis o la muerte eran una preocupación real de millones de personas que caían víctimas de la poliomielitis (polio). Ahora esta enfermedad prácticamente ha desaparecido.
Las sospechas sobre las vacunas existen casi desde hace tanto tiempo como las propias vacunas.
En el pasado, la gente era escéptica por cuestiones religiosas, porque pensaban que la vacunación no era limpia o porque sentían que infringía su libertad de decisión.
A principios del siglo XIX, las llamadas "ligas antivacuna" emergieron en Gran Bretaña, presionando para que se crearan medidas alternativas para combatir la enfermedad, tales como aislar a los pacientes.
En la década de 1870 arrancó el primer grupo antivacunas en Estados Unidos, tras una visita del activista británico William Tebb.
Una de las figuras clave en la historia reciente del movimiento antivacunas es Andrew Wakefield, un médico radicado en Londres.
En 1998, el doctor publicó un informe en el que establecía falsos vínculos entre el autismo y las enfermedades intestinales con la vacuna MMR, una vacuna triple viral que se administra a niños pequeños para combatir el sarampión, las paperas y la rubeola.
A pesar de que su informe fue desacreditado y Wakefield fue eliminado del registro médico en Reino Unido, hubo una disminución en el número de niños vacunados después de sus afirmaciones.
Solamente en 2004, 100.000 niños menos recibieron la vacuna MMR en Reino Unido, lo que llevó a un aumento de los casos de sarampión más adelante.
Además, el problema de las vacunas está siendo cada vez más politizado.
El ministro de Interior italiano Matteo Salvini se ha aliado con grupos antivacuna.
El presidente estadounidense Donald Trump, sin pruebas, pareció relacionar las vacunas con el autismo, aunque recientemente urgió a los padres a que vacunaran a sus hijos.
Un estudio internacional de actitudes sobre la vacunación encontró que aunque la confianza en general hacia las vacunas era positivo, era menor en Europa, especialmente en Francia.
Cuando una alta proporción de la población se vacuna ayuda a prevenir la propagación de la enfermedad, lo cual protege a quienes no han desarrollado la inmunidad o no pueden ser vacunados.
Eso se conoce como inmunidad de rebaño o de grupo y cuando se rompe existe un riesgo para la población en general.
https://www.youtube.com/watch?v=xhM2rTMB9I4
La proporción de gente que necesitar ser vacunada para mantener la "inmunidad de rebaño" o inmunidad colectiva difiere según la enfermedad, pero en el caso del sarampión es de más del 90% y para la polio, que es menos contagiosa, es más de 80%.
El año pasado una comunidad judía ortodoxa de Brooklyn, Nueva York, distribuyó papeletas en las que aseguraban que había un vínculo entre las vacunas y el autismo.
Esa misma comunidad se vio muy afectada por uno de los mayores brotes de sarampión en Estados Unidos en décadas.
El médico más veterano de Inglaterra dijo el año pasado que había demasiadas personas que estaban siendo engañadas por la desinformación sobre las vacunas en las redes sociales, e investigadores estadounidenses descubrieron que unos bots rusos se estaban usando para sembrar discordia en internet publicando información falsa sobre las vacunas.
La proporción de niños en el mundo que reciben las vacunas que se recomiendan ha seguido siendo del 85% en los últimos años, de acuerdo con la OMS.
El organismo dice que las vacunas previenen entre 2.000 y 3.000 billones de muertes en el mundo cada año.
Los mayores desafíos a la vacunación y las mayores tasas de inmunización ocurren en países con una historia reciente de conflictos y con sistemas de salud extremadamente pobres, como Afganistán, Angola y la República Democrática del Congo.
Pero la OMS también identifica la complacencia como un elemento clave en países desarrollados; en otras palabras, la gente se ha olvidado del daño que pueden causar algunas enfermedades.