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La revista científica Nature incluyó a Víctor Cruz Atienza, investigador del Instituto de Geofísica de la UNAM, en su lista de las 10 personalidades que marcaron el 2017, por su labor durante la emergencia nacional provocada por los sismos registrados en el país en septiembre. En entrevista con EL UNIVERSAL, el científico explica lo que representa este reconocimiento para él y la importancia de la ciencia para el bienestar de México.
¿Qué aprendimos del sismo del 19 de septiembre?
En realidad este terremoto no es extraordinario desde el punto de vista sismológico, ha habido otros similares. Éste, indiscutiblemente, es el terremoto más intenso que hemos sentido en la era instrumental en México, incluyendo el del 85. Los dos terremotos tuvieron características diferentes, pero si se puede afirmar, al menos en roca firme, en suelo firme que circunda los depósitos lacustres de los antiguos lagos del Valle de México, que la violencia del movimiento fue por mucho la más grande que se ha registrado en la historia. Habrá que estudiar a fondo para saber las razones específicas que hicieron colapsar cada uno de los 43 edificios.
¿Qué representa este reconocimiento para usted?
No deja de ser un reconocimiento, pero fíjate que el reconocimiento internacional, muchas veces, atiende a cuestiones circunstanciales, coyunturales o incluso cotos de poder. No siempre, de ninguna forma, un reconocimiento de esta naturaleza refleja la calidad o la profundidad del trabajo de tal o cual persona.
En este caso puede decir que al menos hemos trabajado muchísimo, el equipo que tenemos en la UNAM es muy fuerte, es gente muy comprometida con lo que hacemos investigación y no hemos parado desde hace muchos años por instrumentar el país, por entender, por desarrollar modelos, por entender mejor la física fundamental de los fenómenos de importancia universal.
Espero que al menos sirva para que las autoridades se den cuenta de que en México sabemos hacer bien las cosas, los expertos sabemos tomar decisiones oportunas y, sobre todo, sugerir medidas que luego podrán redundar en la prevención de desastres. La comunidad científica tendría que tener mayor injerencia en las decisiones que se toman en una sociedad para su bien.
¿Qué falta para que el gobierno les dé su lugar a los investigadores mexicanos?
Digamos que lo que tiene que pasar en México es un cambio total de paradigmas, en la medida en que no se entienda que el desarrollo científico de un país representa uno de los pilares fundamentales para consolidar su soberanía, prevenir desastres, estimular su economía y vivir mejor, las cosas seguirán siendo como han sido. Los recursos que tenemos son realmente menores.
He hablado con legisladores, y un senador me expresó su visión de las cosas, me dio a entender que los terremotos son una especie de designio, de fatalidad, que ocurrirán siempre en México. Como si las catástrofes o los desastres inevitablemente siguiera ocurriendo. Me llamó la atención porque él y sus colegas son los que tienen las posibilidad de hacer que los desastres no ocurran, los desastres son el resultado de las decisiones que toma una sociedad, principalmente sus autoridades.
Si los legisladores estuvieran conscientes de que está en sus manos hacernos menos vulnerables a través de un programa masivo de prevención que nace desde la educación básica del mexicano hasta la formación de expertos multidisciplinarios que deben interactuar para diseñar una serie de mecanismos preventivos.
En 2018 hay elecciones, ¿qué atributos debería tener el siguiente líder de México?
No tengo claro quién de los personajes políticos podría hacer un buen trabajo. Tendría que ser alguien que sea consciente de la diversidad de nuestra sociedad, que por supuesto privilegie a los más desprotegidos con inteligencia, es decir, favoreciendo al mismo tiempo los medios que tiene nuestra sociedad para desarrollarse y que la igualdad prevalezca más en México, y eso pasa entre otras cosas por la importancia que la ciencia y la educación tienen en México.
Se ha especulado sobre un gran sismo en la Ciudad de México que tendrá origen en la Brecha de Guerrero, ¿qué tan cierto es?
Efectivamente, en Guerrero, específicamente entre Acapulco y Papanoa, se extiende la famosa Brecha Sísmica de Guerrero, es un segmento de la zona de subducción mexicana donde no ha ocurrido un sismo superior a magnitud 7 desde hace más o menos 106 años. Debo precisar que el tiempo de retorno que transcurre entre un terremoto y el siguiente en un mismo segmento de la zona de subducción mexicana oscila entre 30 y 60 años, entonces esos 106 años rebasan por mucho esa perioricidad, de ahí la preocupación de muchos científicos. Además, al este de este segmento hay otro igualmente grande donde ocurrió el sismo de 1957 que tiró al Ángel de la Independencia; entonces digamos que en la brecha sísmica está latente la posibilidad y es nuestra responsabilidad como científicos considerar que ocurra un sismo mucho más grande de los que tenemos conocimiento. De ahí que estemos haciendo esfuerzos muy grandes para entender cómo se comporta ese segmento para poder postular escenarios de ruptura plausibles que pudieran ocurrir en un futuro y estimar el peligro asociado. Esa es la forma de cómo la ciencia puede aportar a la prevención. Se puede cuantificar el peligro que supondría un terremoto futuro y eso nos permite desarrollar medidas necesarias para que si ocurre estemos preparados. Si este terremoto ocurriera, las sacudidas podrían ser de dos a tres veces más intensas que las del 85. El peligro ahí esta y no nos debe de sorprender.
Están trabajando con Japón, ¿cómo surge esa colaboración?
Fue iniciativa suya de acercarse a nosotros porque finalmente México es un laboratorio geofísico extraordinario, ocurre una gran variedad de fenómenos de gran interés científico. Se acercaron para discutir hace tres años la posibilidad de preparar un proyecto conjunto para desarrollarlo en México; después de muchas discusiones desarrollamos una estrategia que favorece a ambos grupos.
Una de las virtudes más grandes de este proyecto es que garantiza en su diseño y desarrollo que beneficiará ante todo los intereses de los científicos mexicanos. Ha habido proyectos anteriores con grandes instituciones internacionales, pero al final de cuentas, cuando uno hace la balanza, siempre el desequilibrio es muy grande. Científicamente las que más se benefician son las grandes instituciones extranjeras antes que nosotros. Aquí no, aquí la idea es estar preparados para capitalizar toda esta información científica en conocimiento, trabajamos muy duro con nuestro colegas japoneses para lograr ese objetivo primordial.