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El pasado martes, la Real Academia de las Ciencias de Suecia otorgó el Premio Nobel de Física 2017 a los científicos estadounidenses Rainer Weiss, Barry Barish y Kip Thorne, por sus “contribuciones decisivas al detector LIGO y a la observación de las ondas gravitacionales”.
Un reconocimiento que ha decir de Tonatiuh Matos, investigador del Departamento de Física del Cinvestav , obedece a la importancia científica que tuvo la detección de una onda gravitacional proveniente del choque de dos hoyos negros de aproximadamente 30 masas solares cada uno, dado a conocer en 2016.
De acuerdo con el experto en el tema de ondas gravitacionales del Cinvestav, quizá este haya sido una de las asignaciones más esperadas del Premio Nobel, al tratarse del que pudiera calificarse como el evento científico de la década.
Para Tonatiuh Matos, el gran aporte de los científicos estadounidenses fue ir contracorriente respecto a lo que había mencionado Albert Einstein hacia 100 años cuando mencionó que era imposible detectar las ondas gravitacionales , por el tamaño de la perturbación que existía.
Esa idea permaneció hasta que Rainer Weiss, Barry Barish y Kip Thorne demostraron lo contrario. “La contribución de estos investigadores es excepcional al proponer que la forma de detectar las ondas gravitacionales era a través de interferómetros, y a partir de esto surgió el proyecto LIGO (Observatorio de Interferómetros Láser de Ondas Gravitacionales)”.
Los interferómetros propuestos para identificar las ondas gravitacionales consisten en el uso de potentes rayos láser que están en el vacío, capaz de atravesar decenas de kilómetros gracias a un juego de espejos. De ese modo cuando pasa la onda gravitacional, a pesar de ser pequeña, se registra una perturbación, lo que indica la existencia de las ondas gravitacionales.
Gracias a estos aportes es posible concluir que la Teoría General de la Relatividad de Einstein es certera, y que el acercamiento de los dos objetos que chocaron hace 4 mil millones de años sólo se puede explicar si éstos son hoyos negros, por lo que también se pudo comprobar su existencia.
La detección de las ondas gravitacionales es un gran hallazgo científico por sí mismo, pero quizá lo más importante es que este evento puede servir para estudiar de mejor manera el origen del Universo, ya que éstas se propagan desde el origen del cosmos; es decir que ahora se puede saber qué ocurrió los primeros 379 mil años en el cosmos.
“Hasta ahora se había estudiado el Universo sólo con ondas electromagnéticas, como las de radio, infrarrojo, ópticas, ultravioleta o gamma, entre otras. Hay aparatos para detectar todas esas frecuencias, pero el Universo funciona con gravedad, y cuando pasó el Big Bang las fuerzas gravitacionales eran predominantes.
Por ello estos aportes, que son reconocidos con el Premio Nobel de Física 2017, representan un cambio de paradigma porque en un futuro podremos estudiar el Universo con estas ondas, y entonces se podría ver su origen, la formación de un pulsar, de un hoyo negro, entre muchos más elementos”, señala Tonatiuh Matos.
El investigador del Cinvestav compara el aporte científico de Rainer Weiss, Barry Barish y Kip Thorne, con los experimentos que realizó Rudolf Hertz hace dos siglos y que ahora son la base de las telecomunicaciones. Es decir, la tecnología que usan los interferómetros para detectar las ondas gravitacionales marca el inicio de una nueva era para la ciencia y la tecnología, en la cual el Universo puede ser visto con sus verdaderas interacciones fundamentales.
jpe