Ante los ojos de Emilia Ponzoni, Regina Colombo, Concetta Finardi y Luigia Panceri pasaron cientos de miles de estrellas.
Durante 11 años, entre 1910 y 1921, el trabajo meticuloso y discreto de estas cuatro monjas ayudó al Vaticano a catalogar y a trazar el mapa de una parte del cielo.
Gracias a ellas, el Observatorio Astronómico Vaticano pudo cumplir con la ingente misión de rastrear y localizar los miles de estrellas visibles en el cielo entre el paralelo 64 y el 55.
Su misión consistió en revisar cientos de placas fotográficas bajo la lupa del microscopio, medir y anotar su posición. Por eso, a las cuatro monjas se les conoció como las "hermanas medidoras".
El encargo formaba parte del proyecto Carte du Ciel, Mapa del Cielo en francés, y del catálogo astrográfico impulsados por Amédée Mouchez, director del Observatorio de París en el congreso astronómico internacional de 1887.
Mouchez vio en las nuevas tecnologías fotográficas desarrolladas a finales del siglo XIX una herramienta poderosa al servicio de la ciencia: crear un mapa detallado del cielo y un censo de estrellas ya no parecía una tarea imposible.
Al proyecto se sumaron cerca de 20 observatorios de todo el mundo, desde el de Greenwich, en Londres, hasta el de Córdoba, en Argentina.
El Observatorio Vaticano fue uno de ellos.
Tras haber sufrido varias transformaciones desde el siglo XVI, la Specola Vaticana -como también es conocido- es uno de los observatorios más antiguos del mundo. En la actualidad tiene su sede en Castel Gandolfo, la residencia de verano del Papa, a unos 25 km de Roma.
"Ellas fueron, hasta donde yo sé, las primeras mujeres en tener una colaboración regular (con el Observatorio)", le dice a BBC Mundo Guy Consolmagno, director de esta institución.
"Su trabajo fue esencial para el proyecto de la Carte du Ciel", agrega el astrónomo y jesuita estadounidense.
Sin embargo, la identidad de las cuatro monjas pasó inadvertida durante décadas.
En 2016, un artículo de la periodista Carol Glatz publicado por Catholic News las rescató del olvido. Glatz cuenta cómo el jesuita Sabino Maffeo, de 96 años y experto en la historia del Observatorio, se topó con sus nombres "ordenando papeles".
Desde entonces, las mujeres que aparecen retratadas ante el microscopio en viejas fotografías en blanco y negro dejaron de ser anónimas.
Pero, ¿quiénes eran? Y, ¿cómo llegaron a trabajar para la Specola Vaticana?
Emilia, Regina, Concetta y Luigia habían nacido en Lombardía, cerca de Milán, a finales del siglo XIX y eran hermanas de la Virgen Niña.
Se incorporaron a los trabajos de medida y catalogación de estrellas en 1910 a solicitud del Observatorio y a pesar de la reticencia inicial de su congregación, que consideraba esta función demasiado alejada de su misión de caridad.
Pocos años antes, el Observatorio Vaticano se había unido al proyecto de la Carte du Ciel gracias al interés del astrónomo y meteorólogo Francesco Denza, quien representó al papa León XIII en el congreso de París 1887.
A su regreso a Roma, Denza convenció al pontífice de la conveniencia de participar en la empresa. Una tarea que quizá no fue tan difícil.
León XIII -quien en 1891 refundó el Observatorio y le dio un nuevo impulso- quería responder a las acusaciones de hostilidad hacia la ciencia por parte de la Iglesia.
Y el ambicioso proyecto internacional de mapear el cielo ofrecía una buena oportunidad de mostrar una imagen diferente del Vaticano.
La implicación de las cuatro monjas en él, sin embargo, llegó varios años después, tras la muerte de Denza y de León XIII.
Ya durante el papado de Pío X y bajo la dirección del jesuita estadounidense John Hagen, la Specola Vaticana dio un giro y aceleró los trabajos del mapa del cielo.
"(Hagen) viajó a Europa para ver cómo lo hacían y vio que en algunos observatorios había mujeres que leían la posición (de las estrellas) y la anotaban en un libro con las coordenadas precisas", contó Maffeo en el artículo de Catholic News.
Hagen ató cabos y pidió ayuda a las Hermanas de la Virgen Niña.
El arzobispo de Pisa, Pietro Maffi, en una carta de 1909 dirigida a Angela Ghezzi, superiora de esa congregación, describe el perfil del puesto de trabajo de forma precisa: "necesitamos dos hermanas con visión normal, paciencia y predisposición para el trabajo mecánico y metódico".
Con el tiempo, a las dos primeras monjas se sumaron dos más. En un principio trabajaron en las instalaciones del Observatorio, situado entonces detrás de la cúpula de San Pedro. Después desempeñaron su labor en un convento cercano. Durante 11 años revisaron el brillo y la posición de 481.215 estrellas.
La contribución de las cuatro monjas fue reconocida en su época con una audiencia privada con el papa Benedicto XV, quien les regaló un cáliz de oro en 1920. Ocho años después, Pío XI volvió a recibirlas.
El Catálogo Astrográfico, publicado por el Vaticano al concluir su parte del proyecto, también recogió un agradecimiento explícito a estas mujeres.
"Si fuimos capaces de resolver en 14 años toda la sección vaticana, se lo debemos a la prontitud de las hermanas medidoras, quienes realizaron este trabajo tan extraño a su misión con celo superior a todo elogio", se puede leer en el último volumen de la obra.
Casi 90 años después, el actual director de la Specola Vaticana se refiere a la aportación de las cuatro monjas en términos similares.
"Sin su trabajo, el catálogo de estrellas brillantes de la sección del cielo asignada al Vaticano no se hubiera completado ni publicado. Y no todos los observatorios lograron publicar sus catálogos", asegura Consolmagno.
El proyecto internacional de la Carte du Ciel se abandonó inacabado en 1966 tras haber registrado más de cinco millones de estrellas. Solo 10 de los observatorios participantes, entre ellos la Specola Vaticana, concluyeron su parte del trabajo.
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