Si bien muchos de nosotros todavía podemos ver o hablar con nuestros seres queridos, aunque no vivamos con ellos, no podemos tocarlos.
Cumpleaños y otros festejos se celebran actualmente con videollamadas, vecinos conversan a través de la ventana y aquellos que viven solos sobreviven sin contacto humano alguno en esta cuarentena cuyas reglas varían de país en país, pero que, en líneas generales, nos obligan a permanecer en la casa y a mantener una distancia de dos metros de otras personas, en caso de tener que salir.
Pero el tacto es algo "verdaderamente fundamental" para los humanos y, vivir sin él, debilita nuestras relaciones más cercanas, dice Robin Dunbar, profesor de Psicología evolutiva de la Universidad de Oxford, en Reino Unido.
"El tipo de contacto más íntimo -el brazo alrededor del hombro, una palmada en el brazo y este tipo de cosas reservadas para amistades más cercanas y miembros de la familia- son realmente importantes", asegura el científico.
Nos hace sentir más felices, satisfechos y confiar en los demás.
El tacto es el primer sentido que se desarrolla en el útero, e investigaciones han mostrado que el contacto físico con otros reduce el efecto del estrés.
Evolución
Dunbar dice que la razón por la que los humanos necesitan contacto físico es debido a nuestro pasado evolutivo como primates.
"Todos los primates son intensamente sociales y, probablemente los más intensamente sociales de todos los animales del planeta", señala.
"Ellos construyen este tipo de relaciones y amistades entre sí a través del tacto social, que toma la forma de aseo social, que consiste en revisar el pelaje del otro. Y nosotros todavía lo hacemos".
Mientras que la mayor parte de nuestro pelaje ha desaparecido, los humanos hacemos los mismos movimientos en exactamente las mismas neuronas cuando acariciamos, abrazamos y damos palmadas", explica Dunbar.
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Esto estimula la producción de endorfinas, las sustancias químicas que nos hacen sentir bien y que actúan en el cerebro para acallar el dolor.
"Es horrible"
Robyn Munday, como tantas otros millones de personas, está atravesando la cuarentena sola.
"Soy de esas que abrazan, abrazo a todo el mundo", dice Munday, de 57 años, desde su casa en Victoria, Australia.
"Tengo muchos, muchos amigos a los que abrazo, abrazo a mis hijos (que ya son grandes). Es una de las cosas que más extraño de todo esto".
Cuando le pregunto cuánto tiempo cree que puede pasar hasta que siente el impacto de la falta de contacto, responde: "Sé que ya me ha impactado. Me pone sensible solo pensar en ello", dice tratando de contener las lágrimas. "Pero es lo que tenemos que hacer".
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"Es horrible, realmente lo extraño. Quizá es más evidente para mí porque me mudé a mi propio lugar por primera vez en noviembre. Hasta entonces, siempre había algún hijo en mi casa. Es un mal momento. Me gusta vivir sola, la soledad, pero siempre tuve contacto con la gente".
Anita Byrne, británica de 47 años, se describe como muy táctil, algo que atribuye a los años que trabajó en la industria de la estética.
"No te das cuenta de cuán táctil eres hasta que te quitan el contacto", dice.
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"Es muy difícil. A veces, en el trabajo, cuando tienes un día duro quieres abrazar a alguien y no puedes. La otra noche, necesitaba que alguien estuviera conmigo. A veces un abrazo dice mucho más que mil palabras", expresa Byrne, quien ahora trabaja como coordinadora de pacientes para el Servicio Nacional de Salud británico.
Todos nos tocamos
Aunque algunas culturas son más táctiles que otras, tocar es importante para todos, le dice Dunbar a la BBC.
"Hicimos un sondeo en toda Europa, desde Rusia hasta Finlandia en el norte, pasando por Reino Unido e Italia en el sur, y también en Japón y todos básicamente tocan las mismas partes del cuerpo", explica.
"Hay diferencias pequeñas... los italianos, no hace falta decir, dan muchos besos y abrazos, mientras que los británicos son un poco más distantes, pero no del todo".
"Es increíble todo lo que nos tocamos sin siquiera darnos cuenta".
Aun así, es posible reemplazar los beneficios del contacto físico en la distancia, asegura el científico.
"Reírnos y hacer reír a los demás y cantar son formas muy buenas para poner en movimiento al sistema de endorfinas", dice.
"Pero al final, para las relaciones cercanas -esos amigos que ponen nos ponen el hombre para llorar- creo que dependen del contacto físico de la mirada".
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