Ciencia

La ciencia lo dice: no es fácil ser Coloso

Todo poder tiene su costo y la armadura de acero de Piotr Nikolaievitch Rasputin no es la excepción en la nueva X-Men

La temperatura corporal y la viscocidad de la sangre son los enemigos de este súper héroe. Foto: 20th Century Fox
07/06/2019 |23:07
Redacción El Universal
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Antes de que Jean Grey, en su modo Fénix, aniquile por segunda vez al 99% de los X-Men hasta el próximo reinicio de la franquicia, aprovechemos para hablar de un personaje que ha logrado colarse en varias de las películas de la saga: Piotr Nikolaievitch Rasputin, alias Coloso.

El poder del acero orgánico. Al igual que Superman, Iron Man y Luke Cage, Coloso tiene el poder de la impenetrabilidad.

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Mientras que las balas rebotan hasta en los ojos de Superman debido a su ADN alienígena, y en la armadura nanotecnológica de Tony Stark y en la piel irrompible (resultado de un complejo tratamiento genético experimental) de Luke Cage, Coloso tiene la habilidad de generar a voluntad una capa de “acero orgánico” gracias a una mutación asociada, como en el resto de los X-Men, con el Gen-X (que, dentro de la ficción del Universo Marvel, no es un único gen, sino un complejo de genes).

Estar cubierto por completo de una aleación de fierro y carbono —como es el acero— suena bien, en principio, como protección contra mosquitos, golpes, armas punzocortantes y otras amenazas externas.

Suena aún mejor si uno puede removerla a discreción cuando, por ejemplo, necesitamos atención médica —impenetrabilidad, por desgracia y como ha atestiguado en carne propia Luke Cage en los cómics y en la pantalla chica, no es sinónimo de invulnerabilidad—. Comienza a perder su encanto una vez que el mundo real se empeña en destruir nuestra fantasía con menudencias como la imposibilidad de ver si nuestros ojos, como los de Coloso, tuvieran una cobertura de acero (no hay más que echar un vistazo a la mirada gris de este mutante) o el aumento en nuestra temperatura corporal al tener tapadas nuestras glándulas sudoríparas.

Los problemas del acero. Pero no condenemos a Coloso antes de tiempo, pues el físico Barry W. Fitzgerald ha analizado la fisiología de El mutante de acero y, con base en la ciencia, propuesto soluciones tangibles. De acuerdo con este investigador, en su forma acerada Coloso se enfrenta a los siguientes problemas:

La termorregulación (el mantenimiento de la temperatura de su cuerpo alrededor de los 37 grados Celsius, como cualquier humano, mutante o no), ya que la pérdida de calor por convección debe de compensar lo que ya no puede liberar por evaporación al estar obstruidas las glándulas sudoríparas de su piel.

Aunque la conductividad térmica del acero es entre uno y dos órdenes de magnitud mayor que la de la piel.

A pesar de que el calor producido por procesos metabólicos internos podría transferirse a la parte interna de la capa de acero y de ésta al exterior para ser eliminada al interactuar con las moléculas del aire circundante, los cálculos de Fitzgerald indican que este mecanismo no sería suficiente para evitar que Coloso sufriera de hiperpirexia —una elevación de la temperatura por arriba de los 42 grados Celsius— que le provocaría trombosis arterial, vómito y la cesación de todos los procesos biológicos (para decirlo en dos palabras: la muerte).

Esto significa que los escritores de Marvel se han equivocado de material, y no es el acero y ni siquiera —como apuntan en el Marvel Database en línea— el osmio que hallamos en la punta de los bolígrafos lo que constituye la armadura orgánica colosal (el osmio, de hecho, en contacto con la piel produce quemaduras y ampollas tal vez peores que las provocadas por el Dark Phoenix). 2. El sobrepeso. Y no por falta de ejercicio o de una dieta saludable, pues aún en su forma no acerada Coloso puede jugar a las vencidas con Jason Momoa o Chris Hemsworth. Con un espesor promedio de dermis y epidermis de 2 mm, el volumen de piel que Coloso metamorfosea en acero es de 0.004 metros cúbicos y, considerando que la densidad del acero es de unos 8 mil kg/m3.tenemos que, cada que se envuelve en su capa protectora, Coloso incrementa su masa en 25.7 kilogramos, valor muy por debajo de lo indicado en el Marvel Database (que es de 115 kilogramos).

Si hacemos caso al cálculo de Fitzgerald, este aumento de peso no representa mayor reto para un X-Men del tamaño y corpulencia de Piotr Rasputin ya que hay niños de primaria que cargan backpacks con un peso, en proporción a ellos, similar.

Es Einstein quien en esta ocasión se convierte en un enemigo superior a Magento con su superfamosa ecuación de equivalencia entre masa y energía (E = mc2), ya que al aplicarla a Coloso tenemos que cada que pasa a su forma acorazada, requiere una energía mayor que la liberada durante la erupción del Krakatoa en 1883.

Las virtudes del (bio) grafeno. Por fortuna, la ciencia salva de nuevo el día de la mano del F-Man Fitzgerald, quien asegura que el material que podría superar estos retos es el grafeno, una forma alotrópica del carbono (la alotropía significa que los átomos de este elemento pueden estar ordenados de diferentes maneras que dan lugar a distintas propiedades).

El grafeno está compuesto de una capa, de un átomo de carbono de espesor, en la que los átomos de carbono están ordenados en una malla en forma de panal hexagonal.

Un millón de veces más delgado que el papel, más fuerte que el diamante, más conductivo que el cobre, el grafeno es el “C-Alótropo” más poderoso con que puede construirse un nanomaterial de protección, muy superior al acero y al Kevlar.

Coloso podría formar una capa protectora de biografeno con un mecanismo similar al del autoensamblaje de las proteínas en nuestro cuerpo.

Recapitulando, Coloso podría ser como el camaleón pantera y formar por un mecanismo de autoensamblaje una capa de grafeno impenetrable que le ayudaría, ya no a cambiar de color, pero sí termorregularse.

La mayor amenaza para el Coloso de Grafeno estaría y no fuera de él, pues si en verdad este alótropo se halla en su sangre, la viscosidad de este fluido se incrementaría notablemente, y estudios recientes indican que, a mayor viscosidad del plasma sanguíneo, mayor riesgo de una enfermedad cardiovascular.

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