La detección directa de ondas gravitacionales ofrece una nueva manera de observar el Universo, al permitir a los científicos ser testigos de los fenómenos más violentos del cosmos.
Es una ínfima ondulación del espacio-tiempo que se propaga en el Universo a la velocidad de la luz.
Estas ondas fueron presentadas conceptualmente hace 100 años por Albert Einstein como una consecuencia de su teoría de la relatividad general de 1915.
Las mismas resultan de ligeras perturbaciones de la trama espacio-tiempo, bajo el efecto del desplazamiento de un objeto masivo, como el efecto de un peso que deforma el interior de una red.
Para ilustrar estas oscilaciones, se emplea a menudo la imagen de las ondas que se propagan en la superficie de un lago cuando se arroja una piedra. Cuanto más lejos, la onda se debilita.
Con los detectores estadounidenses LIGO y europeo Virgo, los astrofísicos disponen de un nuevo instrumento para observar los fenómenos violentos del Universo. "Es como ver con nuevas gafas", declaró a la AFP el físico Thibault Damour, del Instituto de Altos Estudios Científicos de Francia.
Las ondas gravitacionales que buscan estos detectores son las producidas por fenómenos muy violentos, como la fusión de dos agujeros negros o de estrellas de neutrones.
El resto de ondas son demasiado ligeras para observarlas, aunque se produzcan de forma permanente.
Gracias a ellas, por ejemplo, "hemos aprendido que la fusión de agujeros negros es mucho más frecuente de lo que creíamos", declaró Patrick Sutton, de la universidad de Cardiff, en Reino Unido.
En el futuro, "podríamos ver objetos totalmente nuevos, que ni imaginamos", añade.
Esta nueva astronomía es a la vez una "ventana hacia el pasado", considera Jon Butterworth, profesor de Física del University College de Londres. "No nos permitirá remontar hasta el Big Bang", pero podría "llevarnos muy cerca" del nacimiento del Universo.