A lo largo de la historia, los humanos se han enfrentado a múltiples amenazas que ponen en peligro el bienestar de la población. Sin embargo, el tamaño del enemigo no necesariamente se encuentra ligado a su poder de destrucción.
Actualmente, la humanidad se encuentra librando una batalla sin precedentes en contra de un microscópico enemigo que ha afectado a millones de personas en todo el mundo. El c oronavirus SARS-CoV-2 ha causado graves daños no solamente en cuestiones de salud, sino que sus repercusiones han llegado de forma inevitable a otras esferas, afectando incluso la economía global.
Aunque diversos países han comenzado a aprobar las vacunas producidas en tiempo récord por científicos, la amenaza está lejos de acabarse, puesto que, además de que se han registrado casos en que los pacientes han vuelto a reinfectarse con el nuevo coronavirus después de recuperarse, países como el Reino Unido y Brasil han detectado nuevas cepas del virus , lo cual ha reavivado la preocupación en torno al poder devastador de este virus.
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Un virus es un pequeño grupo de código genético, ya sea ADN o ARN, rodeado por una capa de proteína, como señala el Instituto Nacional de Investigación del Genoma Humano (NHGRI, por sus siglas en inglés).
Los virus se encuentran por todo el mundo y se estima que superan a las bacterias en número en una proporción de 10 a 1. Además, al no tener los mismos componentes que una bacteria, los antibióticos no son útiles para eliminar a los virus, por lo que es necesario usar antivirales o vacunas para eliminar o reducir la gravedad de las enfermedades virales.
La Sociedad Británica de Inmunología menciona que un virus es “un parásito obligatorio intracelular” cuyas partículas víricas constan de un único ácido nucleico que se encarga de codificar el genoma viral. Los virus pueden clasificarse en distintos órdenes de familia dependiendo del tipo de ácido nucleico que poseen y de la presencia de la envoltura proteica.
En cuanto a su estructura, los virus cuentan con una cubierta protectora llamada cápsida , que puede tener forma de hélice simple o de icosaedro. La cápsida tiene un papel importante en el funcionamiento del virus pues, además de proteger el genoma del virus , también participa en el reconocimiento de los receptores, lo que permite que el virus llegue a las células suceptibles del hospedador.
Asimismo, existen virus que tienen una envoltura de fosfolípidos que se deriva de la membrana de las células huésped infectadas y que envuelve a la cápsida. En dicha envoltura lipídica aparecen espículas , que son glicoproteínas codificadas e insertadas por el virus, como apunta la Sociedad Británica de Inmunología.
Para replicarse, los virus deben infectar células vivas, ya sea de bacterias, animales o plantas, y usar componentes de ellas para hacer copias de ellos mismos; sin embargo, este proceso suele matar a la célula huésped y causa daños al organismo huésped .
Si bien ningún virus funciona de la misma manera que otro, el blog Scope publicado por la Universidad de Stanford agrega que, para entrar a las células, los virus deben penetrar la membrana celular , lo cual suelen hacer por medio de proteínas que se unen a las de un tipo de célula en particular y les permite invadir la célula huésped.
Una vez que se encuentra dentro de la célula, el virus se apoya de la enzima polimerasa con la cual genera numerosas copias de sus genes invasores al apoderarse de la maquinaria celular. Posteriormente, las cápsidas se agrupan a partir de subunidades, con ayuda de las proteínas producidas por la misma célula para otros fines, para contener las nuevas copias del genoma del virus.
Para salir de la célula con el objetivo de seguir replicándose en otros organismos, los virus pueden hacer hoyos en la membrana celular externa, destruyendo a la célula por completo o, en el caso de los que cuentan con una membrana envolvente, como el coronavirus, se envuelven en un pedazo de membrana de la célula infectada y se esparcen a través de la membrana celular externa sin dañarla estructuralmente; sin embargo, las células quedan seriamente dañadas después de producir las réplicas del virus.
De acuerdo con el portal Science Direct , una cepa de un virus consiste en un virus que pertenece a la misma especie, pero que tiene diferentes características biológicas, serológicas y moleculares.
El portal especializado The History of Vaccines creado por el Colegio de Médicos de Filadelfia señala que los virus están sujetos a procesos evolutivos que tienen el objetivo de evadir los procesos del sistema inmune que combaten patógenos a fin de poder seguir esparciéndose y replicándose en otros huéspedes.
Es así que las características que le sirvieron a un virus para replicarse de forma efectiva se mantienen de generación en generación, mientras que las que no fueron de ayuda suelen perderse. Estas modificaciones pueden darse cuando se replican ( mutaciones ) o por intercambios entre virus ( recombinaciones ). Aunque puede no tener consecuencias series, las mutaciones también pueden otorgar ventajas en términos de supervivencia del virus.
Por lo tanto, el virus está sujeto a un proceso de selección natural que le permite evolucionar en variantes de sí mismo basadas en características que hacen más eficientes los procesos de ingreso a las células huésped, que le facilitan replicarse de manera efectiva y que le ayudan salir de las células infectadas para seguir esparciéndose en otros organismos.
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El problema con las nuevas cepas de los virus es que suelen ser altamente infecciosas para los humanos pues, al no haber estado en contacto con ellas, el sistema inmune no tiene forma de defenderse, lo que genera que el virus se esparza de manera más rápida y letal, como ocurre con el SARS-CoV-2.
mp