Además del valor ceremonial que ha mantenido la flor en nuestro país, precisamente sus colores cálidos dan origen a otro de sus principales usos : la extracción de la oleorresina. Esta industria tiene muchas aplicaciones, como por ejemplo en alimentos donde se requiera el color amarillo, como pastas, mantequillas o galletas; pero principalmente se utiliza para la alimentación animal. “Cuando se emplean como complemento en los alimentos para aves, la pigmentación de los productos obtenidos de la industria avícola es más vistosa para el consumidor”, explica el doctor Agustín López Munguía, del Instituto de Biotecnología de la UNAM.
Sin este tipo de aditivos, la yema de los huevos, por ejemplo, tendría un color casi transparente. La yema está compuesta en gran parte por grasas y éstas son las que permiten la asimilación de pigmentos liposolubles. Es así que la principal aplicación industrial de estos pigmentos, alrededor de 80%, se encuentra en la avicultura. Gracias a ellos, los productos tienen un color más atractivo y sin necesidad de incorporar sustancias artificiales.
Las coloraciones amarillas o naranjas de la planta se deben a la presencia de diversos carotenoides, pigmentos del grupo de los isoprenoides. Estas sustancias se encuentran naturalmente en plantas y otros organismos fotosintéticos. Los animales y humanos no los sintetizan, así que deben obtenerlos a través de la dieta. El especialista agrega que además estos componentes tienen la virtud de ser antioxidantes al inactivar los radicales libres.
Un mercado más reciente de las sustancias obtenidas de esta flor tiene que ver con la luteína, el principal carotenoide del cempasúchil. López Munguía señala que esta sustancia representa un mercado muy importante en los suplementos alimenticios por sus propiedades para el mantenimiento y recuperación de la mácula del ojo.
Este lucrativo uso está relacionado con los descubrimientos del científico George Wald a mediados de los 70. El ganador del Nobel estudió los pigmentos de la retina, la parte de atrás del ojo que transforma la luz e imágenes en señales nerviosas que se envían al cerebro. La mácula es una parte de la retina, un punto amarillo en su centro, que hace que la visión sea más detallada. Diversos estudios desde esa época han demostrado que el consumo de luteína impide que se degenere la visión fina.
Adiós, adiós
A pesar de la importancia de los componentes del cempasúchil, en México desde hace 20 años se produce la flor principalmente para la demanda interna del mercado ornamental que se calcula, según datos de SAGARPA, en la producción anual de alrededor de 2 millones de plantas; sin embargo, nuestro país importa la mayoría de los productos que sirven como materia prima en la industria agroalimentaria.
“Desafortunadamente la industria que se encargaba del procesamiento de la flor de cempasúchil en México fue una de las víctimas de la apertura comercial. En la década de los 90 existían alrededor de ocho empresas que se dedicaban a la extracción de las oleorresinas de la flor. Este era un proceso en el que estuvimos trabajando en diversas instituciones, en mi caso, en la Facultad de Química y en el Instituto de Biotecnología de la UNAM”, comenta el investigador, quien apunta que el proceso se realizaba básicamente como una extracción con solventes, pero se perdían muchos de los componentes activos de los colorantes de la flor, aunque se lograron estabilizar y el proceso se modernizó mediante la introducción de enzimas, de agentes biológicos.
Otras instituciones en el país, como la Universidad Autónoma de Chapingo (UACh) y el Centro de Investigación Científica de Yucatán (CICY), también contribuyeron a la mejora del cempasúchil. Esta última institución logró desarrollar a lo largo de una década semillas mejoradas genéticamente para una mayor obtención de biomasa, pues la flor de cempasúchil en realidad está conformada por varias flores que la construyen como una serie de pétalos, al duplicar o triplicar las inflorescencias se puede también obtener más colorante.
Sin embargo, la industria asiática rápidamente conquistó el mercado con una mejor capacidad de cultivo y mayor inversión. Actualmente, China tiene 75% de la producción mundial e india está detrás con 20%. El investigador opina que para recuperar este mercado, la ciencia y la aplicación de las tecnologías modernas son la única opción. “El CICY en su momento hizo unas aportaciones muy interesantes para la selección de plantas con un alto contenido de colorantes, de tal manera que la empresa tuviese siempre un abasto de alta cantidad”.
Agrega que desde el punto de vista agrícola se requiere una flor de alto rendimiento, además de procesos más eficientes de formulación. “Creo que sí habría posibilidades para volver a ser competitivos, sobre todo ahora que todos los productos naturales son más atractivos . Es así que en materia de producción agrícola se deben utilizar todas las herramientas de la biología molecular y la genética para tener altos rendimientos. Posteriormente se necesitan utilizar procesos biotecnológicos en las técnicas de extracción que también podría ayudar a ganar terreno a nivel internacional”.
Un ejemplo de esto lo han venido haciendo investigadores de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Cuautitlán y del Instituto de Química (IQ) de la UNAM, que recientemente obtuvieron una nueva variedad de cempasúchil con mayor biomasa y la posibilidad de ser cosechada hasta tres veces al año y no sólo una, como ocurre con este tipo de cultivos que datan de la época prehispánica.
Para los especialistas, una de las ventajas de nuestro país es que concentra 32 de las 55 especies de cempasúchil en el mundo, así como una diversidad climática que apoya sus condiciones de siembra, pero la ciencia también necesita el apoyo de una visión empresarial y de gobierno que brinden el marco adecuado para que la industria del cempasúchil, literalmente, vuelva a florecer en México y pueda acceder al mercado de los carotenoides que se calcula en 300 millones de dólares al año.