Para reforestar un bosque bajo el agua se siguen casi los mismos principios que sobre tierra firme, sólo que en lugar de sembrar pinos, se trasplantan macro algas que también ofrecen hábitat y sustento para muchos organismos, como el caso Macrocystis pyrifera, el llamado sargazo gigante.
La doctora Shery Umanzor, Investigadora del Laboratorio de Botánica Marina del Instituto de Investigaciones Oceanológicas de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC) señala que muchas veces se confunde a esta especie con el sargazo que viaja de otras latitudes y se deposita como una especie de plaga en playas del Caribe y el Golfo de México; esta alga no pertenece al género sargassum, pero localmente recibe el nombre de sargazo gigante.
Desgraciadamente esta especie es muy sensible a cambios en la temperatura. La especialista reporta que en la región donde se alberga se ha reportado una elevación en la temperatura media del mar en los últimos cuatro años, producto de una masa de agua caliente que vino del norte de América y también como producto del fenómeno climático El Niño (2015-2016). Esto ocasionó que el agua incrementara sus grados en más de dos. “En muchos casos la densidad de poblaciones disminuyó, pero dentro de la Bahía Asunción desaparecieron muchas de ellas; han pasado dos años desde este evento y aún no se ve la recuperación”.
Como mucha de la actividad pesquera de la zona está asociada precisamente a esta alga, expertos de la UABC y del CICESE decidieron realizar un plan para reforestar. Este proyecto piloto consiste básicamente en ver la factibilidad de restaurar en parches, siguiendo los principios que se siguen en agricultura y ganadería de trabajar una zona, mientras se recupera otra.
“Se realiza esta reforestación a una profundidad máxima de 10 metros porque dependemos del equipo de buceo autónomo y a mayor profundidad, menos tiempo para la óptima realización de las maniobras. Elegimos una profundidad segura para el buceador y mínima para el desarrollo óptimo del alga”.
El proyecto apoyado por la fundación ecologista británica Rufford, está llegando a su cuarto mes de trabajo en el que realizan minuciosos trasplantes de la planta para poder darle vida a un bosque que llegue a desarrollarse de manera autónoma. “También estamos haciendo difusión del esfuerzo entre las cooperativas pesqueras para que se intente en toda la región”.
La investigadora explica que la macrocystis es una planta bastante cíclica a la que le sirve mucho la poda que le realizan los animales al alimentarse porque de esta forma le entra luz que permite el nacimiento de nuevas algas. Es así que en la medida que los pescadores se integren a este tipo de proyectos se favorece su ciclo de crecimiento a la vez que se lucha contra la tendencia a la baja de estos organismos de aguas templadas, que han perdido distribución no sólo en américa, sino en el resto del mundo, como en Australia donde prácticamente desapareció también por el calentamiento del mar.
La importancia de los pastos marinos
Prácticamente del otro lado de la República, en Quintana Roo, otra investigadora habla de la importancia de otro ecosistema submarino poco conocido pero de gran importancia para el medio: los pastos marinos. La doctora Briggita van Tussenbroek trabaja precisamente en el Laboratorio de Pastos Marinos de la Unidad Académica Sistemas Arrecifales Puerto Morelos, perteneciente al Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM.
Se le denomina pastos marinos a los sistemas dominados por plantas y flores angiospermas que crecen en el mar. Para la experta estas praderas bajo el agua tienen una importancia similar para la vida marina que los manglares y arrecifes; sin embrago, su composición y función no son tan conocidas.
Describe que integran un grupo de plantas muy particular, pues así como la mayoría de los mamíferos viven en la tierra y muy pocos se adaptaron para vivir en el mar, este tipo de plantas también corresponden a una categoría adaptada para vivir en la tierra. Explica que en este sentido, a los pastos marinos se les puede considerar como los delfines y ballenas, pero del reino vegetal. “De las 125 mil especies de pastos con flores que hay, sólo setenta viven en el mar”.
Como verdaderas praderas bajo el agua, los pastos marinos forman comunidades a gran escala que protegen ecosistemas muy extensos. “Son alimento fundamental para la tortuga marina y el manatí, pero también son área de crianza para peces pequeños y otras especies también con valor comercial como la langosta y el camarón”, comenta.
Otra función es que fijan la arena, pues sus raíces y rizomas fijan los sedimentos, lo que ayuda a la estabilidad de las playas e incluso de los arrecifes cercanos.
De carbono azul y otras cosas
Otra función descubierta recientemente es el carbono azul, como se le llama al carbono secuestrado en el ambiente marino. Los pastos marinos liberan sus raíces y rizomas en sedimentos anóxicos (sin oxígeno), así que mucho del carbono que captan mediante sus hojas, se queda en los rizomas donde puede quedar almacenado por muchos años, así que se están haciendo estudios para observar con mayor precisión este proceso de gran importancia en la mitigación del impacto del calentamiento global. “Esta es una línea de investigación bastante reciente, de apenas una década. Otro tipo de plantas que también realizan esta función son los manglares. Son dos sumideros de carbono por excelencia”, puntualiza.
Los pastos marinos están en todas las costas, pero el Caribe se forman sistemas más extensos que en el Pacífico, debido a que sus arrecifes tipo barrera crean un ambiente favorable para el desarrollo de pastizales submarinos; sin embargo, la especialista dice que desde hace poco se empieza a ver un deterioro bastante grave en ellos por el impacto humano.
“Las aguas contaminadas inducen cambios enel mar que impiden, entre otras cosas, el paso de luz necesaria que necesitan los pastos marinos para sobrevivir. Con plantas de tratamiento adecuadas, que por lo menos tuvieran un tratamiento secundario se podría reducir este impacto. Suena como algo sencillo, pero es algo que lamentablemente no se hace”.
Otro factor de amenaza a estos ecosistemas es la llegada masiva de sargazo que asfixia por completo los pastos más cercanos a la costa y que son los más importantes para la estabilidad de la playa.“Antes solo se sabía de la existencia de este sargazo en el Atlántico Norte, cerca de Bermuda, pero aparentemente se está formando un nuevo mar de sargazos arriba del Ecuador, entre África y Brasil. Ese sargazo se introdujó a nuestras playas masivamente en 2011 y desde entonces llega periódicamente dependiendo de las corrientes y vientos que lo trasportan”.
Las afecciones en el caribe son variables por zona y los momentos del año, pero la especialista señala que Quintana Roo se convierte en una especie de embudo para esta planta y luego las corrientes trasportan la llevan al Golfo y al Atlántico. “Es algo nuevo que no se sabe cómo manejar y se convierte en un problema ambiental, de turismo y de salud pública. “Es un problema muy grave en el que debe haber un manejo integral de alerta y mitigación porque desafortunadamente actualmente las respuestas son demasiado inmediatas y locales”.
La especialista asegura que enterrar el sargazo no es una buena solución, de hecho hasta surgió un mito que de esta forma se convierte en arena. “Idealmente se procesa, pero falta la capacidad para hacerlo. Lo ideal es depositarlo en lugares adecuados, pero con geo membranas porque de otra forma los lixiviados se van de regreso al mar. Se carecen de estrategias integrales, recursos e incluso más investigación sobre las mejores prácticas de removerlo sustentablemente”. Las investigadoras coinciden que este tipo de ecosistemas submarinos son poco conocidos, pero se muestran vulnerables a varios factores naturales y antropogénicos que es necesario identificar, pues su importancia es mayúscula.