Hacer desaparecer al virus SARS-CoV-2 será imposible sin contar con una vacuna con la que se pueda inmunizar a la población mundial. La alternativa, es decir, que la gran mayoría de las personas se contagien para así alcanzar la inmunidad del rebaño, es impensable por la cantidad de fallecimientos que produciría mundialmente.

Pero la buena noticia es que se están investigando casi 100 vacunas en todo el mundo y algunas de ellas ya pasaron o están por pasar a la fase de prueba clínicas con miles de voluntarios. Por ejemplo:

  1. La compañía Cansino Biological Inc. (basada en China y Canadá) anunció en junio que comenzarían pronto las pruebas con miles de soldados chinos.
  2. Una vacuna desarrollada por la Universidad de Oxford será puesta a prueba en Europa por la farmacéutica Astra/Zeneca (bajo el nombre AZD1222). Ya se firmó un contrato para proporcionarle 400 millones de dosis a cuatro países europeos a fines de este año.
  3. Las compañías BioNTech/Pfizer están probando una vacuna desarrollada en Alemania. Ya se le aplicó a 7 mil personas y a fines de julio comenzarán las pruebas con 30 mil voluntarios.
  4. La compañía alemana Curevac también esta por comenzar pruebas con miles de voluntarios y se alió con Tesla para producir las biofábricas necesarias para las vacunas.

Todavía habrá que esperar varios meses para conocer los resultados de estos experimentos. Desarrollar una vacuna toma mucho tiempo, a veces hasta 15 años. Y es que primero se debe diseñar un componente biológico que permita detonar la respuesta inmunológica del cuerpo humano. Después se manufactura la posible vacuna en un laboratorio y se hacen experimentos con células en cultivo o con animales, para observar si las células vacunadas generan anticuerpos y pueden contener al virus. El siguiente paso son experimentos con voluntarios, al principio unos cuantos, y posteriormente miles de ellos. Estas últimas pruebas requieren meses de observación, para verificar si los voluntarios se contagian con el virus de manera natural o no, y para descartar efectos secundarios nocivos. Una vacuna que protegiera del Covid-19, pero que propiciara otras enfermedades, no es aceptable. Por eso todos los laboratorios y las compañías farmacéuticas involucradas avanzan con pies de plomo para evitar algunas pifias del pasado. Además, los experimentos tienen que ejecutarse “a ciegas”, es decir, la mitad de los voluntarios recibe un placebo y la otra mitad la vacuna, para así poder comparar después a los dos grupos. Se debe incluir a personas que representen a los diversos sectores de más riesgo, las diversas edades de la población, etc.

Hay diferentes tipos de vacunas: las más directas, por así decirlo, debilitan al virus tratándolo con calor o con agentes bioquímicos. A pesar de que el virus puede penetrar las células humanas no es capaz de desatar la enfermedad con toda su furia. Es el caso de la vacuna que está desarrollando en China la compañía Sinovac Biotech.

En buena parte de las vacunas que están siendo investigadas se trata de convertir a las células humanas en productoras de una componente del virus SARS-CoV-2 que pueda ser reconocida y combatida más tarde por los anticuerpos generados por el organismo. Los elementos mas conspicuos y expuestos del virus son empalmes de proteínas que conforman las espinas de su corona, los llamados peplómeros. A estas alturas todos hemos visto dibujos o fotografías electrónicas del SARS-CoV-2. Se parece a una esfera recubierta de protuberancias, como se puede apreciar en la figura. Estas espinas se ensamblan con tres proteínas idénticas y son la parte que se adhiere a los receptores en células humanas, para forzar la entrada del virus y de su información genética en la célula. Ya al interior de ella, la maquinaria de producción de proteínas queda “secuestrada” y manufactura incesantemente nuevas copias del virus en base a su código genético. Los nuevos virus abandonan la célula y continúan infectando otras partes del organismo.

Avanzan pruebas de vacunas contra Covid-19
Avanzan pruebas de vacunas contra Covid-19

La ilustración muestra la apariencia del virus SARS-CoV-2 y de sus espinas (imagen derecha). Imagen de Wikipedia (CDC, #23312)

La vacuna de Oxford y la de la compañía Cansino trabajan con los llamados adenovirus , un tipo de virus simple que puede producir diversas enfermedades de poco peligro. Se ha modificado su código genético para que ingrese a células humanas y produzca las proteínas que forman la corona del SARS-CoV-2. Al salir de las células, las espinas así producidas estimulan la producción de anticuerpos que después podrán atacar la corona del virus para impedirle ingresar a las células. Ya que la vacuna no contiene ninguna copia completa del SARS-CoV-2, la inoculación no puede desatar la infección.

Así que la estrategia de estas vacunas es encontrar un agente biológico que pueda introducir a las células humanas el código genético de las proteínas de la corona del virus, para que sean manufacturadas en masa. Posteriormente la corona pueda ser reconocida de inmediato por el sistema inmunológico. El sistema inmunológico ha sido alertado y se ataca así al virus antes de que pueda causar daño.

Las vacunas de BioNTech/Pfizer y Curevac funcionan bajo un principio similar, pero en lugar de utilizar un virus inofensivo incorporándole el ADN de las espinas del SARS-CoV-2, se utiliza una cadena de ARN, es decir, ácido ribonucleico. En nuestras células el ADN se copia primero en una cadena de ARN que después actúa como el “machote” utilizado directamente por la maquinaria celular para manufacturar proteínas. El ARN es el paso intermedio entre el ADN y las proteínas manufacturadas en la célula. Así que la idea es evitar pasar por el ADN entregándole directamente a nuestras células el plano de construcción, transcrito en ARN, de las espinas de la corona. Para que pueda entrar a las células se encapsula la cadena de ARN en una bolsita de lípidos (grasas). La vacuna se administra con una inyección.

En esta carrera mundial por producir una vacuna, aparentemente los punteros son las vacunas de ADN (como la AZD1222) y las de ARN (como las de BioNTech/Pfizer y Curevac). Aún es muy temprano para estimar las posibilidades de éxito de todos estos y muchos otros experimentos. Sin embargo, por la gran cantidad de recursos invertidos y por el grado de cooperación mundial que se ha alcanzado, los más optimistas pensamos que hacia fines de este año se pudiera contar con una vacuna. No se sabe si la o las vacunas podrán proporcionar inmunidad permanente, o si bien habrá que readministrarlas periódicamente. Tampoco está claro si van a ser efectivas al 100%. Tal vez una parte de la población no quedará inmunizada y subsistirá un riesgo estacional.

En el momento en el que esté disponible la vacuna habrá que inmunizar primero a los trabajadores de la salud y a la población en situación de riesgo. Desde ahora se tiene que pensar en cual será la estrategia de aplicación de la vacuna, cuando esté por fin disponible en México, y elaborar los protocolos necesarios. Seamos optimistas: tal vez no falte mucho para que todo esto suceda, pero entretanto quedan meses en los que no se debe bajar la guardia.

fjb

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