Los días calurosos son más intensos y frecuentes. Según datos de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica en Estados Unidos, en los últimos 50 años la frecuencia de las olas de calor ha aumentado considerablemente en todo el mundo, colocándolas como seis de los desastres más mortíferos para la humanidad. Si bien las olas de calor no son tan destructivas, como pudiera ser un terremoto o un huracán, pueden causar altas tasas de mortalidad y morbilidad que no son evidentes de forma inmediata.

Se trata de una tendencia mundial que experimentamos en nuestra cotidianidad. La CDMX se encuentra en una ola de calor desde el 22 de febrero. La primavera aún está lejana, pero sentir el Sol en la piel en las horas de mayor intensidad es, incluso, doloroso. Las son un recordatorio en todo el planeta de que seguimos liberando emisiones que calientan la atmósfera con múltiples amenazas.

La Secretaría de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil ha informado que este ambiente caluroso está enmarcado con un alto índice de radiación ultravioleta, una medida para calcular la intensidad del Sol en la superficie terrestre. Este índice fue elaborado conjuntamente por la OMS, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, la Organización Meteorológica Mundial y la Comisión Internacional para la Protección contra las Radiaciones No Ionizantes.

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El índice permite conocer la capacidad de esta radiación para producir lesiones cutáneas en cada lugar y momento del día, con el fin de adoptar medidas protectoras. Cuanto más alto sea el valor del índice, más posibles son los daños para piel y ojos. Más de 120 mil personas en el mundo pierden la vida anualmente a causa del cáncer de piel.