A mediados de agosto, la activista sueca contra el cambio climático, Greta Thunberg, emprendió un viaje en yate desde Plymouth, Reino Unido hasta Nueva York, EE.UU., donde asistirá en septiembre a la Cumbre sobre la Acción Climática, convocada por Naciones Unidas.
El yate, que tiene previsto demorar unas dos semanas en llegar a su destino, es un medio de transporte de cero emisiones de CO2.
La joven, de 16 años, eligió este medio, para resaltar el impacto en el medio ambiente de otras formas de transporte como los aviones.
Thunberg también viajó previamente a numerosas ciudades en tren, en lugar de volar.
Mientras tanto, la semana pasada el duque y la duquesa de Sussex enfrentaron fuertes críticas de activistas ambientales por dos recientes viajes en un jet privado al sur de Francia e Ibiza.
El príncipe Harry y su esposa Meghan Markle fueron acusados por sus críticos de elegir un medio de transporte que es considerado como uno de los más contaminantes del mundo, superando incluso a los aviones comerciales.
Entonces, ¿cuál es el impacto ambiental de tomar un avión? Y ¿cómo se comparan con este medio de transporte otros como el tren, el automóvil o el barco?
Al quemar combustible, los vuelos producen gases de efecto invernadero, principalmente dióxido de carbono (CO2). Estos contribuyen al calentamiento global cuando son liberados hacia la atmósfera.
Por ejemplo, un vuelo de clase económica desde Londres hasta Nueva York emite aproximadamente 0,67 toneladas de CO2 por pasajero, según la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI). considerada como la calculadora del organismo de aviación civil de la ONU.
Esto equivale al 11% de las emisiones anuales promedio de alguien en un país como Reino Unido, o casi lo mismo que las causadas durante un año por alguien que vive en Ghana.
La aviación contribuye con alrededor del 2% de las emisiones mundiales de carbono del mundo, según la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA). Este organismo predice que para 2037 el número de pasajeros aéreos se duplicará a 8.200 millones.
Las emisiones varían en dependencia de dónde se sientan los pasajeros y si toman un vuelo de larga distancia o uno más corto.
Para vuelos de larga distancia, las emisiones de carbono por pasajero por milla recorrida son aproximadamente tres veces más altas para la clase ejecutiva y cuatro veces más altas para la primera clase, de acuerdo con el Departamento de Estrategia Comercial, Energética e Industrial (BEIS).
Esto se debe a que hay más espacio por asiento, por lo que cada persona representa una mayor cantidad de contaminación del total que produce el avión.
En el despegue se usa más combustible que cuando la nave viaja a una velocidad constante. Para vuelos más cortos, esto representa una mayor proporción del viaje. Y significa menos emisiones para vuelos directos que viajes con varias escalas.
Además, los aviones más nuevos pueden ser más eficientes y algunas aerolíneas y rutas son mejores para llenar asientos que otras, de manera que las emisiones por pasajeros para diferentes aerolíneas varían.
Para los jets privados, aunque estos aviones son más pequeños, las emisiones se dividen entre un número mucho menor de personas.
Por ejemplo, el reciente vuelo de regreso del príncipe Harry y Meghan a Niza habría emitido aproximadamente cuatro veces más CO2 por persona que un vuelo económico equivalente.
El creciente efecto que tienen en el calentamiento global otras emisiones como los óxidos de nitrógeno (cuando se liberan a gran altura) también puede marcar una diferencia significativa a la hora de determinar la cantidad de emisiones.
"El efecto climático de las emisiones no CO2 de la aviación es mucho mayor que el equivalente de otros medios de transporte. Estos gases de efecto invernadero no CO2 formados en altitudes más elevadas persisten por más tiempo que la superficie y también tienen un potencial de calentamiento más fuerte", comenta a la BBC Eloise Marais, del Grupo de Composición Atmosférica de la Universidad de Leicester, Reino Unido.
La calculadora EcoPassenger, lanzada por la Unión Internacional de Ferrocarriles en cooperación con la Agencia Europea del Medio Ambiente, indica que el grado de contaminación depende de la altura que alcance el avión.
Los vuelos más largos tienden a alcanzar mayores altitudes, por lo que estos causarán más contaminación que los más cortos.
Viajar en tren causa mucha menos contaminación ambiental que los viajes aéreos, por un largo trecho.
Por ejemplo, un viaje en tren de Londres a Madrid emitiría 43kg de CO2 por pasajero. En cambio, en avión esta cifra sería de 118kg (o de 265kg si se incluyen emisiones que no sean CO2), según EcoPassenger.
Sin embargo, el margen entre las emisiones del tren y el avión varía, dependiendo de varios factores, incluido el tipo de tren. En el caso de los trenes eléctricos, la forma en que se genera la electricidad que utilizan es lo que se toma para calcular las emisiones de carbono.
Las emisiones de carbono de los trenes diesel pueden ser el doble que las de los eléctricos. Algunas locomotoras diesel emiten más de 90g de CO2 por pasajero por milla, en comparación con aproximadamente 45g para un Intercity 225 eléctrico, por ejemplo.
La fuente de electricidad puede marcar una gran diferencia si se compara un país como Francia, donde aproximadamente el 75% de la electricidad proviene de la energía nuclear, con otro como Polonia, donde aproximadamente el 80% de la energía se genera a partir del carbón.
Un viaje en tren de París a Burdeos (aproximadamente 500 km) emite solo 4,4kg de dióxido de carbono por pasajero, mientras que un viaje entre las ciudades polacas de Gdansk y Katowice (alrededor de 465km) emite 61,8kg.
Al igual que con los viajes en avión, otro factor es qué tan lleno está el tren: un tren en el horario pico de una zona popular tendrá emisiones mucho más bajas por persona que uno rural en la noche, por ejemplo.
Los autos también emiten menos CO2 que los aviones, siendo los eléctricos mejores opciones que los diesel y de gasolina (aunque incluso estos provocan menos emisiones que los primeros).
Pero, al igual que con los aviones, con los autos las emisiones dependen de varios factores, particularmente cuántas personas llevan.
Según EcoPassenger, un viaje de Londres a Madrid se puede hacer con menores emisiones por pasajero en avión (incluso teniendo en cuenta el efecto de las emisiones no CO2 a gran altitud), si el automóvil transporta solo una persona y el avión está lleno.
Agregar solo una persona más al vehículo, hace que el auto gane.
Los autobuses también quedan por debajo de los aviones en términos de contaminación.
BEIS dice que viajar en autobus emite 27g de CO2 por persona por kilómetro, en comparación con 41g en el ferrocarril de Reino Unido, aunque nuevamente esto variará dependiendo de qué tan llenos estén y el tipo de motor del vehículo.
BEIS también calculó las cifras de emisiones para los viajes en ferri: 18g de CO2 por kilómetro por cada pasajero, que es menos que un autobús.
Pero la edad y la eficiencia de los ferris varía en todo el mundo, y un ferri no podría hacer un viaje de Europa a América, aunque sí un crucero o un transatlántico.
La industria de los cruceros ha estado bajo presión durante mucho tiempo para reducir su impacto en el medio ambiente, que van desde la eliminación de desechos hasta la contaminación del aire, así como las altas emisiones, no solo por los viajes, sino también por el suministro de energía a todas las instalaciones a bordo.
Carnival Corporation, que posee nueve líneas de cruceros, dice que sus 104 barcos emiten un promedio de 251g de dióxido de carbono por "litera inferior disponible" por kilómetro.
Y aunque las cifras no son directamente comparables, sugieren que viajar en un crucero es muy similar a tomar un vuelo, en términos de la cantidad de CO2 que emiten.