La psiquiatría es una de las especialidades médicas que más se relacionan con factores sociales y culturales. Esto significa que los valores de cada época definen quién rompe los patrones de normalidad y quién no, quién debe llegar a una institución de salud mental o recibir un tratamiento psiquiátrico, y quién no.
Esta dinámica se enmarca en lo que se conoce como proceso de medicalización, el cual consiste en convertir situaciones que han sido consideradas normales en cuadros patológicos y tratar de resolverlos mediante la medicina.
Para dilucidar cómo evolucionó la psiquiatría en América Latina desde mediados del siglo XIX hasta mediados del XX y reflexionar sobre la relación entre la psiquiatría y la sociedad, Andrés Ríos Molina, del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, lleva a cabo, junto con otros 13 historiadores de distintos países iberoamericanos y de Estados Unidos, el proyecto de investigación “De manicomios a instituciones de salud mental. Inicios y desarrollo de la psiquiatría en América Latina”.
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Antes de que la psiquiatría surgiera en Europa a principios del siglo XIX, a partir de lo que se conoció como alienismo, con instituciones y médicos especializados en el cuidado de enfermos mentales, y estrategias de lo que entonces se llamaba tratamiento moral, no había más que “asilos para locos” y un tratamiento basado en la lógica de la caridad cristiana que consistía en tenerlos encerrados, darles de comer, ponerlos a rezar si eran cuidados por miembros de alguna orden religiosa… y nada más.
De este lado del Atlántico, en la capital de la Nueva España, se fundaron los llamados “hospitales para dementes”, como el de San Hipólito, para hombres, que se ubicaba donde hoy en día está la iglesia de San Judas Tadeo; y el del Divino Salvador, para mujeres, en la calle Donceles, cuyo edificio ahora resguarda el archivo de la Secretaría de Salud. Ambos funcionaban también como meros centros de custodia.
Finalmente, hacia mediados del siglo XIX, la psiquiatría llegó a América Latina, donde poco a poco se fundaron instituciones para atender a los enfermos mentales desde una óptica científica.
“En México, más tarde, durante el Porfiriato, se creó el proyecto para construir el Manicomio General de La Castañeda, que se inauguró en 1910. Y otros manicomios parecidos se construyeron en el resto de América Latina más o menos al mismo tiempo. Es decir, en tierras latinoamericanas se replicó primordialmente el modelo francés de atención psiquiátrica, que imperó hasta la Primera Guerra Mundial, cuando Estados Unidos comenzó a ejercer la hegemonía médica y el paradigma psiquiátrico sufrió un cambio”, dice el historiador.
En los años 20 del siglo XX se pensó que la locura podía tener cura. Así, aparecieron técnicas como la piretoterapia para tratar la esquizofrenia, la sífilis cerebral, la parálisis general progresiva…; y la terapia del coma insulínico para tratar también la esquizofrenia.
Ríos Molina y sus colegas quieren integrar las historias formales de las instituciones de salud mental con diversas historias que él llama polifónicas, formadas por las voces no sólo de los psiquiatras, sino también de los familiares de los pacientes y de los propios pacientes.
“En los archivos hemos encontrado cartas y documentos en los que los familiares exponen las razones por las cuales han decidido llevar a su paciente a un manicomio o a una institución de salud mental, depende de la época de que se hable; y, también, cartas de los pacientes que nos acercan a la manera en que encaraban su enfermedad y su estadía en una institución de salud mental. En suma, lo que a nosotros nos interesa es ir de lo macro a lo micro, ver cómo la psiquiatría llegó a América Latina, echó raíces y se relacionó con su entorno”, explica.
Como parte de esta investigación, el historiador ya escribió un trabajo sobre la Clínica Psiquiátrica del Dr. Samuel Ramírez Moreno, quien fue padre de la investigadora e historiadora universitaria Beatriz Ramírez de la Fuente y suegro del doctor Ramón de la Fuente, fundador del Instituto Nacional de Psiquiatría en 1979.
En opinión de Ríos Molina, para entender el establecimiento de la psiquiatría en México se deben tomar en cuenta cuatro puntos. El primero es que, una vez que la psiquiatría francesa fue desplazada en los años 20 y se impuso la alemana, con Emil Kraepelin a la cabeza, tanto la esquizofrenia como la psicosis maniaco-depresiva se convirtieron en el centro de esta especialidad.
“Anteriormente, los psiquiatras estaban dedicados a las histéricas, los alcohólicos y los drogadictos, pero con el nuevo paradigma se empezó a definir la identidad de su especialidad. Quizá no pudieron hacer nada concreto por los esquizofrénicos, pero aprendieron a analizarlos, escucharlos y entenderlos.”
El segundo punto es que, gracias a que los psiquiatras comenzaron a ser requeridos en los tribunales para que dictaminaran si un acusado había cometido un delito en estado de locura o no (de lo cual dependía que fuera imputado o no), mucha gente tuvo la oportunidad de conocer las enfermedades mentales.
“En América Latina hallamos de manera recurrente casos en los que la sociedad exigía un saber especializado para resolver temas jurídicos. Así pues, la presencia de los psiquiatras en el contexto jurídico les dio a éstos un lugar dentro de la sociedad”, indica el historiador.
El tercer punto es que las instituciones psiquiátricas dejaron de ser espacios oscuros, húmedos y sucios, donde los enfermos mentales vivían como animales, y se transformaron, a partir de una nueva concepción arquitectónica, en espacios modernos.
Y el cuarto punto es que, también en los años 20, se impulsó el concepto de higiene mental, sobre la base de que los psiquiatras no sólo tenían que curar a los pacientes psiquiátricos, sino también ayudarle al Estado a tomar medidas para prevenir la locura entre la gente sana.
“De este modo, los psiquiatras debían trabajar dentro de las instituciones psiquiátricas, pero también fuera de ellas, con individuos vulnerables, como criminales y niños, principalmente, para que no enloquecieran en las cárceles y las colonias pobres. Asimismo, en el contexto del nacionalismo posrevolucionario mexicano de los años 20 participaron activamente en la conformación del nuevo sujeto sano y productivo”, finaliza Andrés Ríos Molina.
Este proyecto congrega a reconocidos historiadores de México, Uruguay, Colombia, Chile, Argentina, Brasil, España y Estados Unidos. Cada uno analiza la historia de un manicomio, asilo de locos u hospital psiquiátrico, con el objetivo de comprender en qué medida los cambios administrativos y terapéuticos reflejaron transformaciones mucho más amplias en el contexto social y cultural. Así, desde la UNAM se busca reflexionar sobre los procesos que permitieron institucionalizar la psiquiatría en América Latina.
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