Se podría suponer que todos los grandes descubrimientos médicos son el resultado de una acción deliberada por parte de los científicos.
Pero estarías equivocado. Muchos grandes descubrimientos son el resultado de accidentes, errores y azar.
Aquí hay cinco de los mejores, comenzando con el más reciente.
Si la vacuna Oxford-AstraZeneca se hubiera administrado en la dosis especificada, la efectividad de la vacuna para detener el covid-19 habría sido un ligeramente decepcionante 62%. (Y digo "ligeramente decepcionante" con cautela porque es un buen resultado, pero al lado del 95% de eficacia de Pfizer y Moderna, no se ve tan brillante).
En Brasil y Sudáfrica, la vacuna de Oxford se administró a la dosis inicial correcta y la segunda dosis un mes después.
Pero en Reino Unido, a los participantes del ensayo se les administró incorrectamente media dosis en la primera ronda y una dosis completa más tarde.
Y, casualmente, esto resultó en un 90% de eficacia.
No solo eso, sino que la dosis "incorrecta" también resultó en efectos secundarios más leves.
Quizás el descubrimiento fortuito más famoso en medicina es el descubrimiento accidental de la penicilina de Alexander Fleming en 1928.
Fleming estaba cultivando la bacteria de Staphylococcus y al regresar de unas vacaciones notó que una de las placas de cultivos no tenía crecimiento bacteriano alrededor de una colonia de hongos que había comenzado a cultivar.
Fleming hizo que los cultivos de este hongo, penicilina, estuvieran disponibles en todas partes.
Y fue uno de sus antiguos alumnos quien lo utilizó por primera vez para tratar una infección bacteriana en 1930.
Fue más de diez años después cuando la penicilina comenzó a producirse en cantidades masivas para probar su efectividad clínica en pacientes, tras una investigación pionera de la Universidad de Oxford.
El descubrimiento y estudio de la bacteriología de Robert Koch fue un avance científico significativo.
Antes de su trabajo, las bacterias eran notoriamente difíciles de aislar unas de otras y, a menudo, se cultivaban en un caldo nutriente que sustenta a muchas especies.
En 1872, Koch notó el crecimiento de distintas colonias en una rodaja de papa y esto sería el catalizador para el uso del agar, que ahora es la sustancia estándar que se usa para cultivar bacterias en una placa de Petri.
Este descubrimiento permitiría a los científicos aislar las bacterias que estaban enfermando a un paciente.
El trabajo de Koch lo llevó a descubrir la primera bacteria causante de una enfermedad con nombre: Bacillus anthracis, que causa el ántrax.
La aplicación de rayos X revolucionó la medicina a finales del siglo XIX y principios del XX.
Wilhelm Röntgen se dio cuenta de estos nuevos rayos, a los que llamó "X" por su origen desconocido, mientras estudiaba los rayos catódicos (corrientes de electrodos en tubos de vacío).
Notó que los rayos X podían penetrar cartón y rápidamente los usó para mostrar que también penetraban los tejidos humanos, usando la mano de su esposa para demostrarlo.
La aplicación de estos rayos para mirar dentro del cuerpo humano pronto se generalizó.
Pero había poca comprensión del daño que estaban haciendo.
Se documentaron muchos casos de síntomas típicos de la enfermedad por radiación y exposición, incluidos los de científicos famosos como Thomas Edison.
Se estima que más de 4.000 millones de personas están infectadas con H. pylori, una bacteria que vive en el estómago y puede causar úlceras.
Fueron los esfuerzos incansables de dos investigadores, Barry Marshall y J. Robin Warren, y un período de crecimiento más largo de lo habitual, lo que llevó al descubrimiento de la bacteria.
Antes de esto, se pensaba que el estrés y ciertos alimentos causaban úlceras de estómago.
Si bien estos factores pueden empeorar las úlceras, no las causan.
En 1982, Marshall y Warren estaban estudiando el revestimiento y contenido del estómago de varios pacientes con diversos síntomas gástricos.
Por casualidad, era el fin de semana de Pascua y esto significó que los cultivos de los pacientes se mantuvieron en el laboratorio más tiempo de lo habitual.
Esto resultó en la identificación de una nueva bacteria de crecimiento lento que estaba causando estos síntomas.
Lamentablemente, la renuencia de la comunidad científica a aceptar los hallazgos de los investigadores llevó a Marshall a infectarse con H. pylori al consumir un cultivo vivo de bacterias, volverse sintomático y luego tratarse a sí mismo con antibióticos.
Adam Taylor es profesor y director del Centro de Aprendizaje de Anatomía Clínica de la Universidad de Lacnaster.
Este artículo se publicó originalmente en The Conversation. Puedes leer la versión original aquí.
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