"Seamos claros: las pseudociencias matan".
Para 2 mil 750 profesionales que trabajan en torno a la atención médica de 44 países del mundo (90% de ellos trabajadores de la salud y científicos de diversas disciplinas) ese es el mensaje que los une.
Lo llamaron el "Primer manifiesto contra las pseudociencias en la salud" que se firma alrededor del mundo y que plantea la necesidad de mayores regulaciones contra productos que no han probado su efectividad terapéutica con rigor científico.
"Venden azúcar a personas enfermas y les hacen creer que puede curarles o mejorar su salud. Esto ha ocasionado muertes y lo seguirá haciendo", dice el manifiesto dirigido de forma particular hacia las regulaciones de la Unión Europea sobre productos terapéuticos alternativos a la medicina.
Un problema que, aseguran sus signatarios, se replica en cualquier parte del mundo.
"Todas las regiones somos vulnerables, todos los países y todas las personas", le dice a BBC Mundo la epidemióloga chilena María Paz Bertoglia.
"Muchas veces hay normativas muy laxas entre países porque se permiten autorizaciones especiales para algunos productos que demuestran que no son tóxicos, pero no demuestran que son efectivos", añade.
Señalan a la homeopatía por ser la "pseudoterapia más conocida", pero advierten que hay otras prácticas en "la otra medicina" que están ganando popularidad.
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"Hay mucha ignorancia en torno a la homeopatía", responde la directora de la asociación civil Homeopatía de México, Rosario Sánchez Caballero, quien afirma que detrás de este tipo de manifiestos suele haber "grandes intereses comerciales de los laboratorios farmacológicos".
Firmado en su mayoría por profesionales de Europa, así como 59 de América Latina, el manifiesto presenta una decena de casos de personas que recurrieron a tratamientos alternativos y que murieron.
"A Jacqueline Alderslade, de 55 años, su homeópata le dijo que dejara su medicación para el asma. Murió en Irlanda", se lee en el documento.
Señala que tan solo en Europa hay más de 150 pseudoterapias a las que recurren millones de personas.
"Solo en un mundo donde consideráramos que mentir a un enfermo para obtener su dinero fuera ético, podríamos permitir que se siguiera vendiendo homeopatía —o cualquier otra pseudoterapia— a los ciudadanos", sostiene.
Además de considerarlos un engaño, advierte que el acudir a tratamientos no probados científicamente solo retrasa la atención adecuada de los pacientes: "muchas veces, cuando llegan a la medicina, ya es demasiado tarde".
"Las pseudoterapias que nacen en un continente pasan a otro muy fácilmente. No conocen fronteras", le dice a BBC Mundo el biólogo Fernando Cervera, el coordinador del manifiesto.
"Si alguien quiere pensar que en el pasado esta medicina (alternativa) era efectiva, tiene que darse cuenta de que hace 100 años la esperanza de vida no superaba los 30 o 40 años, y hoy va de los 70 a los 80 años. Entonces, el acceso a la medicina científica moderna es lo que marca la diferencia de duplicar la esperanza de vida", advierte.
Para los firmantes del manifiesto, una parte de la responsabilidad sobre el control de productos relacionados con la salud está en los entes reguladores gubernamentales que permiten su venta a un nivel equivalente de medicamentos que cumplen con las pruebas.
"Muchas veces vemos productos que sirven para todo, para cientos de enfermedades, pero nunca lo han probado. La normativa debe ser más clara, que se les homologue a lo que se le exige a un medicamento, que tiene que pasar por regulaciones mucho más estrictas que las pseudoterapias, que solo necesitan demostrar que no son tóxicas", dice Bertoglia.
Cervera señala que en el caso de Europa las leyes permiten que productos de la homeopatía se vendan como productos terapéuticos, "a pesar de que ningún producto homeopático ha demostrado efectividad", y lo mismo ocurre con la oferta del biomagnetismo, las dosis MMS (siglas en inglés de solución mineral milagrosa) y otros productos.
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"Utilizan el nombre de la ciencia -por eso se llama pseudociencias- para vender un producto a la ciudadanía para hacer creer que es un producto probado científicamente, que ha pasado todos los controles que tiene un fármaco, cuando no es cierto", advierte.
Pero Sánchez Caballero dice que señalar a la homeopatía así es hablar desde el "desconocimiento", pues señala que quienes tienen una certificación de homeópata están reconocidos por los mismos gobiernos de cada país.
"Es una profesión oficial en México y en otros países. Si les da el gobierno un carácter oficial es porque la homeopatía ha demostrado ser una medicina seria y científica. Los médicos la rechazan sin saber o documentarse", sostiene.
"Cuando un medicamento homeopático es efectivo es porque lo probamos, en personas sanas -con un grupo de control y un grupo testigo- y obtenemos resultados. Lo volvemos a probar y obtenemos los mismos resultados. Esa es una de las condiciones del método científico: la hipótesis que se confirma".
El manifiesto reconoce que los pacientes tienen el derecho a elegir qué tipo de tratamiento desean recibir, sea en la medicina convencional o fuera de ella.
Sin embargo, rechaza el que haya promesas que no tienen fundamento y la falta de ética de quienes promueven terapias no probadas científicamente.
"No estamos juzgando a los pacientes, muchas veces ellos están desesperados, porque tienen a un hijo con una enfermedad muy grave. El juicio que estamos haciendo es contra quienes venden estos productos, que se deben regular", dice Bertoglia, quien pide a la gente siempre preguntar a profesionales de la salud y no solo confiar ciegamente en una promesa.
Desde la homeopatía, sin embargo, Sánchez Caballero asegura que quienes están certificados en la materia -pues reconoce que abundan homeópatas sin estudios- se informa a los pacientes cuando no es posible curar: "Les decimos que lo vamos a intentar, pero puede que no se curen. O tal vez sí. Eso se prueba de forma individual".
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"El paciente tiene que fijarse a quien acude, que el médico (homeópata) tenga un título y una certificación que lo avale", añade.
Bertoglia también reconoce que la medicina convencional ha perdido confianza entre la población.
"También nosotros tenemos que hacer una gran reflexión en términos de por qué la gente se está volcando a utilizar estos productos. Estamos muchas veces tan desconectados de las necesidades poblacionales. Ahí se tienen que tender más puentes", dice.
"Muchas veces en la población que utiliza estos tratamientos o pseudoterapias lo que necesitan es alguien que los escuche, alguien que los comprenda, una relación más cercana. Y es lo que tenemos que reflexionar", añade.
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