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En México, el largo plazo no nos va bien. Para entenderlo, la manera en la que usan los empresarios el dinero: Ellos piden prestado para sobrevivir en el día a día, para pagar sueldos y materia prima, por ejemplo, lo cual no abona en nada a su crecimiento y alimenta empresas enanas que se estancan durante varios años; ni crecen ni logran vender más. Así, esta manera de comportarse es un botón de muestra para entender cómo nos comportamos los mexicanos de manera individual.
Según la encuesta nacional Conocimiento y Percepción del Sistema de Ahorro para el Retiro, realizada por la Comisión Nacional del Sistema de Ahorro para el Retiro, al preguntarle a los mexicanos “¿Cuáles son los motivos por los que usted acostumbre ahorrar?”, 51% contestó que para una emergencia. Solo 11% dijo ahorrar para el retiro, un objetivo que se considera de largo plazo. Los mexicanos buscan salir del problema al momento pero se olvidan del futuro.
El largo plazo suele ser para nosotros algo intangible y abstracto en lo que no nos gusta pensar y ante el que ni siquiera nos preocupamos por prepararnos. Se trata de hablar de retiro pero también de inversiones en bolsa o en general, de cualquier otra inversión que implique un plazo de más de cinco años.
Dejando de lado los salarios precarios en México y que esto muchas veces no permite el ahorro ni la previsión a futuro y condena a millones de habitantes a vivir al día, hay algo que hace que a nosotros no nos guste el largo plazo.
Hablar de nosotros no sólo implica hablar de los mexicanos, sino de los seres humanos en general. ¿Por qué nos es más fácil inclinarnos hacia el corto que hacia el largo plazo? Esto es algo que a muchos investigadores de distintas latitudes a escala mundial les ha interesado y en lo que han invertido horas de investigación.
“El calor del momento es algo poderoso y peligroso. Todos lo sabemos. Si estamos felices, podemos ser generosos en exceso. Podemos quizá dejar una gran propina o comprar un bote”, explica el afamado profesor de sicología y economía del comportamiento, Dan Ariely, en un texto para la Harvard Business Review.
Ariely asegura que en todos los casos, nos solemos enfocar en el presente más que en futuro. Es un gran error, sí, pero es un algo inherente a la naturaleza humana. El largo plazo y el ahorro tienen que ver también con que la idea del dinero es muy abstracta. Es decir, existen tantas posibilidades para gastarlo que no nos quedamos con una idea clara de lo que estamos ganando o a lo que estamos renunciando si tomamos una u otra decisión.
Si te dicen que te darán una bicicleta ahora, entiendes lo que significa, pero eso no pasa cuando te dicen que te darán cierta cantidad extra para tu retiro. La segunda es muy abstracta y la mayoría del tiempo nos inclinamos hacia la que es más tangible. ¡Sí, una bicicleta!
Por esto, la educación financiera a veces puede resultar inútil. No importa cuántas veces te repitan lo importante que es pensar en el ahorro a largo plazo o en invertir el dinero en un instrumento que te vaya a dar ganancias dentro de más de cinco o 10 años, es muy probable que decidas comprarte un auto antes de pensar en tu retiro o en alguna meta a largo plazo.
Hace un par de años, Ariely se volvió socio de Qapital, una app que utiliza la economía del comportamiento para hacer que la gente ahorre, y en una entrevista sobre el tema, el científico explicó la razón por la que preferimos el corto plazo y no ahorramos para el largo:
“El problema más difícil es nuestra falta de deseo de pensar en ello… La realidad es que vivimos en el momento y tomamos decisiones de una forma miope sin tomar en cuenta el panorama más amplio”.
Somos la regla
Así que los mexicanos no somos la excepción sino más bien la regla. “El aquí y ahora sigue pesando fuertemente sobre la visión del ahorro de largo plazo”, señala el estudio de la Consar. Y en cuanto al retiro, las emergencias y otros gastos de corto plazo, estos siguen representando una limitante para el ahorro.
Además, por supuesto, de la falta de educación financiera que tenemos todavía. A pesar de que las Afore —estas instituciones privadas que se encargan de administrar el dinero de los trabajadores asalariados— tienen más de 20 años de haber sido creadas, son mucho menos conocidas por la población que otras instituciones, como los bancos.
Al continuar con el tema del retiro, a los mexicanos pareciera que nos gusta soñar. Un porcentaje significativo quiere retirarse a los 60, pero las posibilidades de que eso ocurra son muy bajas, sobre todo para la generación Afore, es decir, aquellos que sólo tienen este vehículo para ahorrar para su retiro y que no tendrán pensión del gobierno.
La mitad ve a la pensión como su fuente de ingreso (el resto piensa en un negocio o en ahorros adicionales); sin embargo, la “evidencia empírica” de la Consar apunta a los 65 —no a los 60, como los mexicanos quieren— se llega con algún ahorro adicional o con un negocio en marcha para mantenerse.
La conclusión en la que coinciden las investigaciones de Ariely y las de varios otros, como Richard Thaler, el economista que ganó el Nobel el año pasado, es que los seres humanos somos irracionales a la hora de decidir y que necesitamos una ayudadita.
En este sentido, Thaler asegura que necesitamos “un pequeño empujón” para transformar nuestro comportamiento y al respecto, puso manos a la obra durante sus cuatro décadas de investigación: Thaler es padre y autor del sistema SMART (Save More Tomorrow), el cual ha permitido que millones de trabajadores de Estados Unidos puedan mejorar sus contribuciones de cara al retiro.
¿En qué consiste? Es un sistema que se aprovecha de la inercia y la apatía de los mismos trabajadores y los inscribe de manera automática en un sistema de contribuciones en el que a la vez —aquí se vuelve a aprovechar de estos, unos de nuestros peores defectos— estos irán aumentando a través del tiempo.
O sea, que a la hora de inscribirse, el cuestionario está redactado de cierta manera en la que para no destinar dinero y que este no aumente de manera progresiva el trabajador necesitaría realizar un trámite. La inercia y la apatía son fuerzas muy poderosas, las cuales guían la toma de decisiones de los seres humanos, según descubrió Thaler. En este caso, la falta de decisiones. A este investigador de la Universidad de Chicago se le conoce como el “padre” de la economía del comportamiento.
A fines del año pasado, antes de dejar su cargo como gobernador del Banco de México, Agustín Carstens le hizo un claro guiño a la economía de Thaler al asegurar que “esquemas creativos” como los del estadounidense son una forma de
aumentar las tasas de aportación por parte de
los trabajadores.
Por su parte, también la Consar ha mencionado que “las ciencias del comportamiento y la arquitectura de decisiones (la disciplina desarrollada por Thaler) son herramientas que ayudarían a dar un ‘empujón’” para mejorar las pensiones de los trabajadores mexicanos.
Por ahora, todos son guiños y ninguna propuesta en serio. Lo que es cierto es que a los mexicanos, sobre todo el tema de retiro, el tiempo cada vez se les acaba más y los condena a ser, en una gran parte, viejos pobres.