Los Ángeles.—Los conductores de entrega de Amazon y los baristas de Starbucks están en huelga en varias ciudades de Estados Unidos, tratando de ejercer presión sobre las dos grandes empresas para que los reconozcan como empleados sindicalizados o satisfacer las demandas de un contrato laboral inicial.
Las huelgas iniciaron el jueves y el viernes después de otros enfrentamientos recientes entre las corporaciones en Estados Unidos y el trabajo organizado. Los sindicatos grandes y establecidos aseguraron concesiones importantes de los empleadores este año tras las huelgas de los trabajadores de la fábrica de Boeing, los estibadores de los puertos de la costa este y del golfo, los intérpretes de videojuegos y trabajadores de hoteles y casinos en el Strip de Las Vegas.
Pero los trabajadores de Starbucks, Amazon y algunas otras marcas de consumo prominentes siguen luchando por sus primeros contratos. Amazon se niega a reconocer los esfuerzos de organización de los conductores y trabajadores de almacén —muchos han votado por sindicalizarse— aunque el poderoso sindicato de Teamsters dice que los representa. Starbucks se resistió mucho tiempo a la sindicalización de sus tiendas, pero había acordado negociar un contrato para finales de año.
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Las huelgas, particularmente las que ocurren durante la época navideña, momento de alta actividad económica, pueden ayudar a los sindicatos a ejercer influencia durante las negociaciones o a demostrar su fuerza al obtener apoyo de los trabajadores y consumidores simpatizantes.
Tanto Amazon como Starbucks vieron una ola de esfuerzos organizativos después de la pandemia, que centró la atención en trabajadores de primera línea y el impacto de la desigualdad económica en la vida de los estadounidenses que ganan salarios.
John Logan, director de estudios laborales y de empleo en la Universidad Estatal de San Francisco, dijo que cree que los trabajadores de Amazon y Starbucks están “desesperados” por hacer progresos antes que el presidente electo Donald Trump nombre una mayoría republicana en la Junta Nacional de Relaciones Laborales, que se prevé menos amigable con los sindicatos.
“Los sindicatos quieren hacer públicas estas disputas y ejercer presiones políticas sobre las empresas”, detalló por escrito. “Si estas disputas se prolongan hasta el próximo año, y si se luchan principalmente a través de la junta laboral y los tribunales, los sindicatos y los trabajadores casi seguramente perderán. Esta podría ser su última y mejor oportunidad para presionar a las empresas en público antes que Trump asuma el cargo”.
Sin embargo, Trump también ha dado señales de que podría ser más amigable con el trabajo. El mes pasado, eligió a la legisladora Lori Chavez-DeRemer, de Oregon, para dirigir el Departamento de Trabajo, elevando a una congresista republicana con fuerte apoyo de sindicatos.
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