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En 1994, cuando entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), Estados Unidos, México y Canadá tenían en conjunto 385 millones de habitantes.
En ese entonces América del Norte se incorporaba a la dinámica de bloques regionales frente a los avanzados acuerdos en Europa y otros más en Asia oriental.
Hoy nuestros países registran cerca de 500 millones de personas. Desde entonces, la economía, demografía y entorno político se ha transformado sustancialmente. Por ende, y ante las grandes necesidades nacionales y geoestratégicas de las tres naciones, es prudente prepararse para un nuevo escenario de competitividad global, el de 2020 y más allá.
Valorando los alcances del TLCAN, estudios de la Organización Mundial del Comercio (OMC) resaltan que el comercio de la zona a 2017 escaló en valor hasta 2.2 billones de dólares. Una cifra muy competitiva frente a la actual capacidad económica, financiera y comercial de Europa y China.
Visualizando el próximo decenio, la agenda política y comercial de Washington logró al consenso con México y Ottawa para fortalecer la operación comercial de nuestros países. La prioridad es profundizar las ventajas competitivas y comparativas de nuestros productores para dar un nuevo rostro al libre comercio de la región.
El actual panorama trilateral nos muestra una realidad de interdependencia y contrastes. Se han formado sólidas cadenas industriales de producción. También una agricultura con grandes diferencias en las capacidades de cultivos, cosecha y precios de mercado, así como un profundo despliegue del sector de servicios.
Entre 1994 y 2018, México impulsó su orientación industrial, Canadá fortaleció y expandió su sector terciario, mientras que los productores en Estados Unidos, en lo general, forjaron nuevas industrias y ventajas competitivas.
Asimismo, este ha sido un escenario de ganadores y perdedores. Por un lado, Estados Unidos acumuló un considerable déficit comercial ante México (más de 7 mil millones de dólares en marzo de 2016, según su Departamento de Comercio).
Por otra parte, reportes del gobierno de Ottawa señalan que las exportaciones de Canadá hacia EU y México crecieron en promedio 8%. También es notoria la pérdida de ventajas comparativas en algunos productos básicos de México exportados a EU, particularmente por los costos de producción.
En dicho escenario, la administración de Donald Trump mencionó la paulatina transferencia de empleos y algunas industrias clave hacia México. En otra de las dinámicas regionales —y por las circunstancias demográficas— resalta la creciente necesidad de personas para trabajar en Canadá.
Frente a esta realidad, llegó a su fin la negociación del nuevo Acuerdo entre EU, México y Canadá (USMCA, por sus siglas en inglés). La perspectiva se inclina, como lo señalan fuentes del Departamento de Comercio de EU, a procurar un mejor escenario de intercambio, con mercados más libres, seguros y enfocados al crecimiento.
Los tres países requieren ser más competitivos, modernos y productivos, pues otro factor, como las dinámicas de la Cuarta Revolución Industrial ya inciden y transforman las economías de Norteamérica y el mundo.
Para México, esto representará garantizar una mayor integración industrial y productiva en sectores como el automotriz, aeroespacial, aeronáutico, manufacturero y electrónico, así como en la agricultura. Es prioridad robustecer el valor de contenido regional, ya que procurará una mayor integración de recursos y materias primas disponibles en el territorio nacional y con ello se podrán estimular las cadenas productivas.
Lo mismo tendrá que atenderse en un creciente comercio de servicios que, de acuerdo con datos de la OMC, nuestro país importa más de 40% de los que se requieren.
Para los próximos años, una visión ideal derivada del acuerdo proyectará la elevación de los niveles de bienestar y calidad de vida de los habitantes de la región, así como la competitividad tecnológica, industrial, científica y agropecuaria, pues se abrirá una nueva y amplia ventana de oportunidades.
A ello habrá que agregar otros factores como el medio ambiente, la solución de controversias, el mercado de trabajo, la economía digital e incluso la energía, los cuales deberán ser bien operados y aprovechados.
Con este nuevo acuerdo, la integración económica y productiva de América del norte avanzará hacia un nuevo estatus.
México desarrollará una nueva estructura productiva, útil para los más altos intereses internacionales del país en el próximo decenio.
Académico de la Universidad del Valle
de México, Campus Querétaro
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