Através de los pasillos de una tienda de autoservicio camina una madre con su bebé, pero un vigilante descubre que la señora tapa con una cobija un pequeño hueco del portabebé donde guarda mercancía que pretende robar.
De acuerdo con especialistas en seguridad, los delincuentes usan cada vez más a mujeres embarazadas, señoras con niños y adultos mayores para hurtar productos ocultándolos entre sus ropas, con el propósito de que no se sospeche de ellos. Esta práctica se conoce como farderismo.
Si se les descubre y no son violentos, se les pide regresar los artículos, pero en otras ocasiones vienen en compañía de hombres que los esperan en las puertas y en el estacionamiento para salir huyendo.
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Todos esos patrones los conocen los equipos de seguridad que también se ponen alertas cuando ven personas con gorras y chamarras voluminosas; sin embargo, el problema es que los robos parecen ir al alza.
El Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) reportó 28 mil 652 casos de presunto robo a negocio en todo el país entre enero y abril pasado, 52% de los cuales fueron sin violencia.
Esa cifra equivale a 31 reportes más que en el mismo periodo del año pasado, cuando se iniciaron 28 mil 621 carpetas de investigación por ese delito.
Sin embargo, la incidencia que había antes de la crisis sanitaria continúa siendo mayor. De enero a abril de 2019 hubo 40 mil 803 casos de presunto robo a negocio, de acuerdo con el SESNSP.
Aunque con la pandemia disminuyeron los hurtos que se registraron en los negocios del país, conforme pasa el tiempo y se reduce el confinamiento, los ilícitos van en aumento y los delincuentes, ya sea solos, en parejas o en grupos, buscan llevarse los productos de mayor valor, como alcohol, electrónicos pequeños y medicamentos.
El directivo de Corporativo Ultra, Ángel Kociankowski, externó su preocupación por la inseguridad, pues estima que, de seguir la tendencia de robos, “vamos a llegar a índices más altos que en 2019. Estamos pronosticando 90 mil robos a negocios este año.
“No se ha llegado a delitos violentos, pero en comparación con los delitos que hubo en el confinamiento, cuando todos estaban encerrados, hemos visto un incremento exponencial”, señaló a EL UNIVERSAL.
Explicó que, si bien permanece la vigilancia en diversas tiendas, la caída de ingresos por la pandemia provocó que algunas disminuyeran el número de personal de seguridad, en tanto que otras invirtieron más en tecnología, como cámaras para detectar a sospechosos.
Zonas marginadas
Ángel Kociankowski expuso que son más frecuentes los robos en zonas de nivel socioeconómico bajo y donde puede tomar más tiempo la respuesta de autoridades municipales o locales.
“Ahí es donde los farderos —personas que roban mercancía ocultándola en su ropa— son mucho más frecuentes, en zonas de nivel socioeconómico bajo y no en estratos altos”.
En lugares con nivel bajo regularmente hay menor inversión en seguridad tecnológica y los ladrones buscan salir de las tiendas con el objetivo de que ya no se les persiga en la calle.
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Para frenar los delitos, las tiendas de autoservicio ponen en zonas de mayor visibilidad aquellos productos que tienden a ser más robados, los más pequeños y de mayor valor.
Sabiendo esto, los farderos buscan ponerse en puntos ciegos, es decir, en zonas que no tengan visualización directa desde las cajas o con las cámaras, para tratar de robar artículos como bebidas alcohólicas, cosméticos y artículos de higiene personal.
El director general de Agrupaciones de Seguridad Unidas por México (Asume), Herschel Schultz Chávez, coincidió en que los robos van en aumento y explicó que “hay cifras negras que no se reportan”.
Las joyerías y tiendas de equipos celulares son generalmente las áreas donde los delincuentes llegan en grupo o pandilla, rompiendo los cristales de los mostradores y huyendo con la mercancía.
Desde su punto de vista, la pandemia no cambió el tipo de productos que se roban, sino la incidencia delictiva.
“Los productos que acostumbran llevarse son de alto valor, fáciles de comercializar; hay gente que se lleva productos de belleza. Por eso, las áreas de prevención de pérdidas tienen guardias de seguridad para resguardar esos productos: rímel y mascarillas de 150 pesos porque si se llevan 10 tienen mil 500 pesos”, explicó a El Gran Diario de México.
Si los ladrones se llevan una decena de cosméticos “los puedes vender en el mercado negro”, explica Schultz Chávez.
Expuso que, en un principio, se pudo pensar que los robos eran por hambre, aunque las personas que delinquen “no se llevan sopas, atunes y arroz, pues un botecito de atún te cuesta 25 pesos, pero un tarro de crema te cuesta ocho veces más, 200 pesos, y se puede guardar entre la ropa”.
También hay ropa de 200 a 300 pesos que se llevan sobre sus mismas prendas de vestir.
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