Mantener en la congeladora del Senado a la reforma que permitirá la creación del Sistema Nacional de Cuidados, estancada desde hace cuatro años, limita la posibilidad de mejorar la situación de 12 millones de madres que laboran en la informalidad o desearían trabajar, pero se los impide la responsabilidad de atender a hijos y familiares.
En general, el segmento que requiere de cuidados se concentra en la población infantil, adultos mayores y personas con alguna discapacidad, pero la responsabilidad social de esa atención recae principalmente en las mujeres, al interior de sus hogares, limitando su desarrollo personal y laboral.
“Un sistema de cuidados articulado permitiría que más mujeres puedan usar su tiempo en trabajar, si así lo desean. Por ello, dicho sistema debe empezar por ofrecer atención para niñas, niños y adolescentes, con guarderías, estancias infantiles y escuelas de tiempo completo”, subrayó Sofía Ramírez, directora general del colectivo México, ¿como vamos? (MCV).
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Elevada informalidad
Se estima que al cierre del año pasado había 17.3 millones de madres ocupadas con un ingreso laboral, de las cuales 10.1 millones (58%) estaban empleadas de manera informal, es decir sin prestaciones, de acuerdo con datos del Inegi.
Adicionalmente, había 2.3 millones de mujeres más con interés y necesidad de trabajar, pero enfrentan un contexto que les impide hacerlo, la mayoría con hijos.
“Quienes logran insertarse al mercado laboral, lo hacen en trabajos informales que les permiten flexibilidad para realizar en forma simultánea estas tareas de trabajo no remunerado de cuidados y domésticas al interior de sus hogares”, comentó Mónica Orozco, investigadora externa del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY).
Ese panorama también tiene efectos sobre la desigualdad salarial. Mientras un hombre empleado en la informalidad gana en promedio 7 mil 487 pesos, la mujer percibe apenas 5 mil 240 pesos, debajo del salario mínimo, que es de 7 mil 468 pesos, advirtió Ramírez.
Si esas madres que laboran en la economía informal redistribuyeran y redujeran la sobrecarga de cuidados de su hogar, sus posibilidades de colocarse en un empleo formal aumentarían, mejorando su ingreso y desarrollo profesional, coincidieron las especialistas.
Sistema de cuidados
Las desventajas para madres trabajadoras están asociadas en parte a que existe un sistema de cuidados articulado, con programas, política y corresponsabilidad por parte del Estado, pero también de las empresas, el mercado, las comunidades y, sobre todo, también al interior de los hogares, destacó Orozco.
En 2020 se aprobó una reforma a los artículos 4 y 73 de la Constitución para garantizar el derecho al cuidado digno y el tiempo propio de las mujeres, y como parte de ella se aprobó la creación de un Sistema Nacional de Cuidados.
Se aprobó por unanimidad en la Cámara de Diputados, pero han pasado cuatro años con esa reforma durmiendo en el Senado.
“Falta que se convoque a todos las organizaciones y sectores interesados a un parlamento abierto para que podamos llegar a la aprobación de los marcos normativos y pasar al diseño de políticas y la identificación de los recursos para el financiamiento de este sistema”, agregó Orozco.
Guarderías, salud y flexibilidad
Entre la población infantil y adolescente que necesitaba atención y la recibió de algún integrante del hogar, más de 80% correspondió a su madre. También recibieron atención de las madres 30.6% de las personas con discapacidad y 33.9% de los enfermos temporales, según datos del Inegi.
Por otra parte, a las madres que declararon no haber trabajado, se les preguntó si tenían la necesidad o el deseo de hacerlo y 54.1% declararon que no buscan empleo porque no tenían quien cuidara a sus hijos, ancianos o enfermos.
Al inicio de esta administración, si bien las estancias infantiles representaban una oferta de cuidados insuficiente, fueron cerradas y con ello se frenó la posibilidad de salir a trabajar para 2.3 millones de mujeres, estimó Ramírez.
En su opinión, el sistema de cuidados debe tener al menos tres pilares: un enfoque de género que permita que los horarios de guarderías, estancias infantiles y escuelas empaten con los de jornadas laborales más o menos similares, así como contar con un componente de salud preventiva, además de flexibilidad laboral, con incentivos poderosos para que a las empresas le sea casi indiferente contratar a un hombre o a una mujer.
“Estamos abiertos a la conversación con nuevas autoridades e incluso con equipos técnicos que estén trabajando los procesos de transición a partir de las próximas elecciones”, dijo Orozco.