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Bruselas.— A 10 semanas de que concluya la administración de Enrique Peña Nieto, el proceso de modernización del acuerdo de libre comercio entre México y la Unión Europea (TLCUEM) ha quedado relegado a un segundo plano.
La Secretaría de Economía está concentrando sus baterías en cumplir con los tiempos marcados por la Casa Blanca para evitar el colapso del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN).
Por su parte, la Comisión Europea ha desviado su atención a Nueva Zelanda y Australia, con los que inició negociaciones en junio pasado en busca de obtener los beneficios agrícolas a los que Estados Unidos renunció con su salida del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés).
Esto ha provocado una considerable baja del ritmo con que se desarrollaba el proceso de actualización del TLCUEM, en vigor desde 2000.
“Un acuerdo en principio sobre comercio e inversión fue alcanzado el 21 de abril de 2018, ahora tiene lugar el trabajo técnico para finalizar todos los aspectos pendientes”, sostiene la Alta Representante de la Política Exterior de la UE, Federica Mogherini, a pregunta escrita de la eurodiputada Teresa Jiménez Becerril.
“El enfoque actual es acordar sobre algunas disposiciones finales e institucionales”, agrega Mogherini en el texto con fecha del 14 de agosto y dirigido a la jefa de la delegación del Parlamento Europeo para las relaciones con México.
Fuentes cercanas a las negociaciones explicaron a EL UNIVERSAL que un pendiente es la revisión y actualización de fracciones arancelarias.
El nuevo acuerdo modifica 850 fracciones europeas y 358 mexicanas; el avance a la fecha es de 90%.
Igualmente, han surgido imprevistos sobre la interpretación de lo acordado por el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, y el comisario europeo de Agricultura, el irlandés Phil Hogan, en rubros como carne y azúcar.
Por ejemplo, México obtuvo cuotas de acceso al mercado europeo por 10 toneladas de carne y 10 toneladas de vísceras. El problema radica en que algunos, entre ellos Francia, no manejan fracciones distintas, las importaciones de órganos se cuentan como carne y no como si fuera un producto distinto.
Aunque el mayor obstáculo está en la revisión jurídica de lo acordado, un procedimiento minucioso, dirigido a hacer realidad los compromisos y fundamental para evitar en un futuro eventuales conflictos de lenguaje con las normas de la Organización Mundial del Comercio.