El presagia que el alza de precios que tradicionalmente se da al inicio de cada año, conocida como la cuesta de enero, será más complicada para la economía familiar, advierten especialistas.

El Índice Nacional de Precios al Consumidor aceleró su marcha más allá de lo esperado, al pasar de una tasa anual de 4.32% en noviembre a 4.66% en diciembre pasado, cifra muy superior al nivel de 3.2% estimado por el gobierno al inicio del año y al 4.55% previsto más recientemente por analistas.

Este repunte fue impulsado principalmente por los precios de frutas y verduras, que reportaron un incremento anual de 11.68%, su tasa más alta desde octubre de 2022, de acuerdo con datos del Inegi.

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El desempeño de precios de frutas y verduras no es sorpresivo si se considera la alta volatilidad de ese componente y elevados niveles de sequía en la segunda mitad de 2023. No obstante, los costos de estos bienes estuvieron contenidos en octubre y noviembre, por lo que su repunte en diciembre fue natural, opinaron analistas de Banorte.

Sin embargo, considerando las condiciones climatológicas prevalecientes, caracterizadas por un invierno relativamente fuerte, además de una estacionalidad desfavorable para otros bienes con un peso relevante, como el aguacate, las presiones podrían continuar al inicio de 2024, agregaron.

Además, estiman que otros factores podrían sesgar los resultados al alza en las siguientes quincenas, como los ajustes de inicio del año, incluyendo tarifas gubernamentales e impuestos.

También hay presiones derivadas del incremento de 20% al salario mínimo a partir del 1 de enero y el posible traspaso de aumentos en precios de agropecuarios a otros rubros como comida fuera de casa y alimentos procesados.

Escenario retador

Entre los bienes y servicios cuya alza de precios incidió más en la inflación de diciembre están el jitomate, con aumento mensual de 29.60%; cebolla, 55.29%; nopales, 33.76%; tomate verde, 16.69%, y servicios como transporte aéreo, 15.82%, y turísticos en paquete, 6.12%.

La perspectiva hacia adelante es que suba la parte más volátil de la inflación, es decir, la no subyacente, que incluye a los productos agropecuarios, comentó Adrián Muñiz, subdirector de Análisis Económico de Vector Casa de Bolsa. Así, es probable que la estacionalidad propia de la inflación al inicio de cada año se vea reforzada por esta alza.

Es una mala noticia que la no subyacente crezca, pero ya sabíamos que iba a pasar y por eso se hace más urgente que baje la otra parte de la inflación, la menos volátil (subyacente), “lo cual se estima difícil en este momento”, advirtió.

“La conclusión es que el riesgo inflacionario sigue al alza, y eso lo ha dicho el banco central. Aunque la inflación general esté disminuyendo y estemos cerca del intervalo de tolerancia del banco central, no deja de ser una tendencia de baja que no es estable y que mantiene riesgos al alza importantes”, agregó.

El impacto de diciembre puede acarrear efectos de contagios, sobre todo en la primera quincena de 2024; sin embargo, lo que va a ayudar es que la base de comparación de enero de 2023 es muy alta, con una tasa anual de 7.90%, advirtió James Salazar, subdirector de análisis económico de CI Banco.

Estimó que la inflación anual en enero podría llegar a 4.60%, lo que no se nota como rebote tan fuerte contra el nivel de 4.66% registrado al cierre de 2023, pero es más por efecto estadístico que por menor dinamismo en los precios, dijo.

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Lenta disminución

“Seguimos pensando que el dato de diciembre no cambia la trayectoria general de la inflación, pero nos obliga a ser más cautos al hacer los pronósticos por el hecho de que pudiera demorarse más la convergencia con el objetivo del Banco de México”, agregó Salazar.

“Creemos que al cierre de año la inflación va a estar en 3.8%, pero para llegar ahí será importante ver una desaceleración rápida en la inflación subyacente”, destacó Muñiz.

Conforme se diluyan los choques de años pasados y se enfríe la actividad económica, la inflación seguiría cediendo en todo 2024.

Sin embargo, se va a moderar lentamente y de forma no lineal, pues hay renuencia de los servicios a bajar, por un traspaso más lento de choques de oferta de años previos y de las presiones salariales, estimó Alejandro Saldaña, economista en jefe de grupo Ve por Más.

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