Son las siete de la noche del domingo, llueve en Bogotá y en un conocido restaurante del norte de la ciudad solo hay un cliente.
Sin embargo, el movimiento del personal del lugar no cesa y desde la cocina salen órdenes cada cinco o diez minutos.
¿La razón? Motociclistas y ciclistas con enormes mochilas naranjas con forma de caja llegan hasta allí para recoger esos pedidos y llevarlos a su destino final.
Son los repartidores de Rappi, una compañía dedicada al negocio de los envíos (o "domicilios", como les dicen en Colombia) que en sus pocos años de vida ha crecido a niveles insospechados.
La empresa fundada a mediados de 2015 en Bogotá ya opera en 27 ciudades de 6 países de América Latina.
Por si fuera poco, en septiembre de este año, Rappi logró convertirse en el segundo "Unicornio" de Colombia (después de Lifemiles, de Avianca), al hacerse merecedora de la mitológica denominación de Silicon Valley para los emprendimientos tecnológicos que logran una valoración de al menos US$1.000 millones.
Sin embargo, a pesar de este vertiginoso crecimiento, Rappi no está libre de críticas.
De hecho, la semana pasada, decenas de repartidores de la empresa (rappitenderos) realizaron una protesta en Bogotá reclamando mayores ganancias y garantías laborales, algo que también ha sucedido en otros países como Argentina o México.
Por lo pronto, la clave del éxito de esta empresa colombiana parece relativamente simple: con Rappi no solo se puede ordenar comidas de un restaurante en un día lluvioso, los rappitenderos también entregan dinero en efectivo a domicilio, pagan facturas, llevan paquetes de un lugar a otro e incluso hacen el mercado de la semana.
Desde la plataforma, que funciona en la web y en teléfonos móviles, también es posible comprar ropa de diferentes marcas o pedir el iPhone X con entrega el mismo día.
En Bogotá se escucha con frecuencia que la gente se refiera a Rappi como el "Amazon de Colombia", en alusión a la gigante estadounidense de las ventas en línea que puede enviar a domicilio casi cualquier cosa.
Pero la empresa ha señalado en numerosas ocasiones que su modelo de negocio es muy distinto.
"Hoy, el tiempo que alguien gastaba en ir al supermercado lo puede dedicar a estar en familia; o las horas que debía esperar una persona entre trancones para ir a comprar un regalo, las puede invertir en otras actividades y dejar estas cosas en manos de Rappi", le explicó un vocero de la empresa a BBC Mundo.
Y la compañía destaca que gracias a su opción "Pide lo que quieras" ha logrado conocer con mayor precisión los hábitos de consumo de sus usuarios y así mejorar su oferta.
"Hemos buscado sorprender a las personas al entender sus necesidades y llegar con una oferta muy robusta de productos y servicios para pasar de ser una aplicación más a su aliado en el día a día", resalta la compañía.
Por lo pronto, la plataforma ya está presente -con diferentes niveles de éxito y servicios- en Colombia, Argentina, Brasil, Chile, México y Uruguay, Además, anunció que está por iniciar operaciones en Perú.
En total, Rappi cuenta con 1.500 empleados y 25.000 repartidores en los países donde tiene presencia y las estimaciones señalan que solo en Colombia tiene 13 millones de usuarios.
Entre otros logros, la empresa resalta que fue una de las plataformas que más rápido llegó a atender 200.000 pedidos diarios, superando a iniciativas similares de Estados Unidos como Postmates y DoorDash.
Y en su última ronda de inversión, un fondo de capitales que antes apostó por Google y Whatsapp decidió inyectar US$200 millones a favor de la compañía.
Fue así que la compañía logró la valoración de más de US$1.000 millones que le garantizó convertirse en el Unicornio número 11 de toda América Latina (de 270 en todo el mundo) y ser además reconocida como el emprendimiento más exitoso de Colombia.
No en balde, en su país de origen, Rappi es el líder indiscutible del mercado de domicilios.
Aunque en México y Brasil la competencia es más fuerte por la presencia de otras empresas como Uber Eats o Glovo.
Mientras que la argentina Mercado Libre, con presencia en 18 países, es el dominador del comercio electrónico de la región.
Eso, sin embargo, podría cambiar si se materializan las ambiciones de los fundadores de Rappi.
En una conferencia en la que habló de los orígenes de la empresa, Simón Borrero, uno de los tres millenials fundadores de la compañía, declaró que el objetivo de la plataforma es tener "un rappitendero en cada esquina en cada ciudad de Latinoamérica".
Aunque algunos de esos rappitenderos consideran que la empresa los podría tratar mejor, como dejó en claro una protesta celebrada frente a su sede de Bogotá el 19 de octubre pasado.
Como explicó Kevin Ardila, vocero de los repartidores que participaron en esa protesta, la ganancia mínima por pedido que transportan es "cada vez más baja".
Además, como no hay un contrato directo con la empresa, los repartidores no gozan de beneficios laborales como seguridad social o vacaciones, agregó.
Varios de los rappitenderos que conversaron con BBC Mundo confesaron que trabajar para Rappi no es lo que ellos esperaban.
Entre otras cosas, señalaron que ellos deben comprar las mochilas en forma de caja para transportar los pedidos. Y, aunque no están obligados a hacerlo, aseguran que no tenerlas puede perjudicarlos a la hora de ser elegidos para hacer los envíos.
También se quejan de que deben correr con el mantenimiento de sus bicicletas y motos, además de la gasolina en el segundo de los casos.
César, con un inconfundible acento venezolano, le dijo a BBC Mundo que el trato es demasiado favorable para la compañía y bastante injusto para los rappitenderos.
"Tenemos que aceptar todos los pedidos que recibamos, aunque no nos convengan, porque si no lo hacemos comenzamos a recibir menos e incluso podemos quedar suspendidos unos días", explicó.
El joven, que asegura tener permiso de residencia temporal, explica que existe un sistema llamado "tasa de aceptación" que los empuja a hacer todos los envíos posibles para seguir recibiéndolos.
"Hay veces que nos conectamos a la plataforma hasta 12 horas diarias para obtener ganancias y cubrir los gastos del día", cuenta.
El venezolano dice que algunos de sus compatriotas tienen que contratar espacios para dejar sus bicicletas cerca de las zonas residenciales de Bogotá todas las noches y después cruzar la ciudad en transporte público hasta los alejados barrios donde viven.
"A la mañana siguiente vuelven a viajar en bus, recogen la bici y se conectan (a la aplicación). Así todos los días nos damos modos para sacar el máximo provecho", indica.
Y consultado sobre por qué sigue yendo y viniendo por el norte de Bogotá con su mochila naranja, César afirma que la mayoría de las ofertas de trabajo para los migrantes de su país son mucho peores y se gana menos.
"Piensan que pueden pagarnos lo que sea", se lamenta.
Y aunque ni Rappi ni los rappitenderos parecen conocer el porcentaje exacto, los repartidores en Bogotá consultados reconocen que buena parte de ellos son venezolanos, algo que sucede en varias otras ciudades y no solo de Colombia.
Consultada por estos reclamos, la compañía señaló que los rappitendero son "emprendedores independientes que han encontrado en Rappi la posibilidad de tener oportunidades económicas e ingresos extra".
"En promedio ganan 4.700 pesos colombianos por pedido (US$1,5). En una hora productiva pueden hacer entre 2 y 3 pedidos. Esto les permite ganar entre 9.500 pesos (US$3) y 14.000 (US$4,40) por hora", asegura el vocero de la empresa, ofreciendo cifras con las que mensualmente se podría superar al salario mínimo legal vigente.
Rappi también destaca que no existe una relación de subordinación ni exigencia horaria con los repartidores.
"En promedio, un rappitendero se conecta a la aplicación sólo 16 horas a la semana. La mayoría de ellos estudia o trabaja en otra actividad", aseguró también el vocero.
Ese, sin embargo, es un retrato que no coincide con el pintado por César ni muchos otros rappitenderos consultados con BBC Mundo.
Y como prueban las disputas legales que tuvo y tiene Uber en varias partes del mundo, esto puede terminar obligándolos a asumir nuevas obligaciones o cambiar sus modelos de negocio.
Aunque, en el caso de Rappi, eso difícilmente ocurrirá de la noche a la mañana, para tranquilidad de quienes se han acostumbrado a depender de sus servicios.
Después de usar algunos de los servicios que ofrece Rappi, BBC Mundo conoció un poco más del funcionamiento de la plataforma.
Y comprobó que pedir dinero a domicilio puede resultar más económico que usar un cajero automático para un cliente de un banco extranjero o de una entidad financiera distinta a la de la máquina expendedora (aunque el servicio tiene un límite alrededor de US$125).
Hacer el mercado de la semana también es posible, pero se corre el riesgo de que los aguacates (paltas), el tomate o los bananos, para poner algunos ejemplos, no lleguen tan maduros como se deseaban.
Y ciertamente es posible adquirir todo lo necesario para organizar una parrillada o asado, pero tal vez la carne esté menos jugosa que la que habría elegido el usuario.
De hecho, entre las personas consultadas por BBC Mundo hay criterios diferentes respecto a la exactitud entre lo solicitado y lo recibido.
Per eso en parte se explica porque los usuarios llegan a comprar decenas de artículos en un solo pedido y las variedades disponibles de un mismo producto o marca varían según supermercado.
Por lo demás, cuando se hace un pedido a un restaurante, uno de los servicios más requeridos de Rappi, tanto el lugar como el rappitendero reciben una notificación para que la comida vaya siendo preparada en lo que tarda en llegar el repartidor.
La compañía distribuyó tabletas a los establecimientos que trabajan con ella para comunicarles de las órdenes que les llegan a través de la plataforma.
Los restaurantes, a cambio, ceden un porcentaje de la cuenta a Rappi, lo cual no les agrada del todo, pero reconocen que ser parte del servicio les genera más ventas la mayoría del tiempo.
También pudimos comprobar que la opción de pedido de licores sí funciona las 24 horas, aunque un rappitendero nocturno le dijo a BBC Mundo que en una ocasión casi es asaltado por dos personas que querían arrebatarle el celular. Si se salvó es porque comenzó a gritar auxilio, aunque se lastimó la rodilla al tratar de escapar.
Y la inseguridad a la que están expuestos es uno de los temas que más preocupa a los repartidores de la compañía.
El emprendimiento que nació hace menos de cuatro años fundado por tres jóvenes treintañeros no es el primero y es muy posible que no será el último en verse envuelto en controversias.
Y sus cifras de crecimiento y millones de usuarios muestran que sí está logrando su objetivo de hacerle la vida más fácil a todos aquellos que no quieren o no pueden hacer sus compras en persona.
Sin embargo, también deja en evidencia que eso se puede traducir en mucho sacrificio para los que sí están dispuestos a hacerlas.
*Fotos: Andrés Bo y Boris Miranda.
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