La intensificación de los casos de violencia contra niñas y mujeres durante la pandemia del Covid-19 retrasó una década los avances que se tuvieron en América Latina contra este problema, asegura la secretaria Ejecutiva de la Cepal, Alicia Bárcena, en entrevista remota con EL UNIVERSAL.
Este efecto de violencia en la región, así como en México, al que denomina la “pandemia de la sombra”, va al alza, reconoce.
Destaca que se tienen que evidenciar las cifras de este problema para “romper el silencio estadístico” y pasar de la información a la acción.
Desde las oficinas centrales de la Cepal, en Santiago de Chile, Alicia Bárcena expone que se debe revisar por qué se atacaron a 100 mil mujeres en México durante el año pasado, sobre todo en el Estado de México, Morelos, Colima, Nuevo León y Veracruz.
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“¿Estará asociado a temas familiares o al narcotráfico? Hay que analizar qué sucede, tenemos que meternos de fondo.
Con preocupación externa que la violencia de género contra niñas y mujeres se ha intensificado y agravado con el confinamiento, porque las medidas de distanciamiento físico y de restricciones de movilidades las han aislado de sus redes de apoyo y han generado barreras al acceso de acciones esenciales.
Esta agudización le lleva a pedir a los gobiernos de América Latina y de México que financien un paquete de servicios esenciales para prevenir la violencia contra las mujeres y niñas, e incorporarlo en el proyecto fiscal.
Explica que esta red de apoyo incluye financiamiento de organizaciones de la sociedad civil que protegen mujeres.
“Ante este grave problema, la Cepal, junto con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), trabajamos por prevenir mediante políticas de tolerancia cero, líneas telefónicas de apoyo y programas, aunque es un gran problema que muchas mujeres no denuncian la violencia”.
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Los números duros
Con casi 13 años al frente de la Cepal —primera mujer en el organismo en asumir el cargo— comparte algunas cifras de la violencia de género para dimensionar el problema y para concentrar esfuerzos en su combate.
En México, por ejemplo, entre enero y diciembre del año pasado, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de las Mujeres, se incrementó 160% el número de llamadas de emergencia.
“Esto indica que hay una incidencia mayor y nos preocupa que haya un aumento de la violencia”, dice Bárcena.
En el mundo se calcula que una de cada tres mujeres vive algún tipo de violencia, ya sea física, sicológica o sexual.
“Entre 60% y 70% de las mujeres han experimentado o fueron expuestas a un problema de violencia, y esto ocurre en sus casas, en el ámbito laboral, en escuelas o en la calle”.
Aunque reconoce que es importante que ya haya 18 países en América Latina que tomaron la sugerencia de la tipificación del delito de feminicidio, las cifras de este crimen no cesan.
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“En 2019 en promedio hubo dos feminicidios por cada 100 mil habitantes en América Latina. El problema es más agudo si vemos algunos casos particulares, como en Honduras, que es el más bárbaro, con 6.2 crímenes”.
El problema es que estos datos pudieron recrudecerse en 2020 por la pandemia y el confinamiento, lo que en su opinión representa un retroceso a los esfuerzos hechos para el combate de esta vejación. Pone en la mesa más cifras. En la Cepal dan seguimiento estrecho a la situación de la mujer y tienen documentado que “25 niñas entre cero y 14 años fueron víctimas de feminicidio en siete países de la región. Mientras que aquellas 61 mujeres de 15 a 19 fueron asesinadas”.
La cifra se eleva cuando comenta de aquellas personas entre 25 y 29 años, con 80 feminicidios, pero lo peor “es que cada día tenemos este tipo de problemas”.
Los estragos de la pandemia no sólo sucumben sobre la vida cotidiana, la salud de la población y la actividad económica. Esta crisis también vino a exacerbar la violencia contra las mujeres.
“Vemos un retroceso de casi una década en materia económica. Las mujeres desalentadas en la búsqueda de empleo, por la presión de las tareas de confinamiento se han sentido obligadas a hacerse cargo de un sinfín de tareas, como educativas, de salud, cuidados de la familia, y todo esto lo que genera es la falta de autonomía de ellas, lo que nos hace ver que en ese terreno hemos retrocedido 10 años”.
Licenciada en Biología por la UNAM y con maestría en Administración Pública en la Universidad de Harvard, Bárcena dice que las mujeres fueron quienes más perdieron en la vida laboral.
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Reconoce que la pandemia abrió grietas en la sociedad que agudizan la violencia contra la mujer, porque el miedo se apoderó de la sociedad como consecuencia de la crisis sanitaria.
“Esta pandemia en la sombra se ha agudizado y sé que los gobiernos le han puesto su urgencia o atención, hay canales alternativos de denuncia, pero el miedo se ha apoderado de la sociedad, miedo a la pandemia, al contagio, hay una especie de incertidumbre que agobia a la sociedad y se han abierto más grietas”.
Cultura arraigada
La también investida como doctora honoris causa en la Universidad de Oslo, Noruega, en 2014 y por la UNAM en 2019 considera que la situación que aún rige en este entorno es resultado de una cultura patriarcal “que se ve en todas las expresiones y se vincula en las formas de disciplina hacia las niñas chiquitas, en conductas muy controladoras, en el inicio sexual forzado, en el ámbito familiar, en la violencia sexual, en los matrimonios infantiles, todos estos temas que no han sido castigados lo suficiente”.
Dice que es evidente que “poner las cifras de feminicidios es para sensibilizar el tema, romper el silencio estadístico y de contar con información cada vez más robusta que permita a organismos del Estado y de la sociedad involucrarse en este tema”.
A pesar de ello, “la pandemia nos ha mostrado un camino y el camino es la sociedad del cuidado y basarse en la experiencia, el conocimiento y las capacidades de las mujeres”.
Atención y prioridad
Asegura que las mujeres son parte de la sociedad del cuidado, lo que debe considerarse un “bien público”, y siendo que es la mujer quien vela por el núcleo de la familia, con más razón se les deben dar servicios básicos, cuidarlas, respetar su descanso, recreación y disfrute, tener líneas de apoyo, darles albergues y ser prioridad en el esquema de vacunación contra el Covid-19, sobre todo aquellas mujeres del servicio doméstico y las cuidadoras.
“Debe ponerse al servicio de las mujeres cuidadoras la vacuna, así como el acceso a la justicia y todos los instrumentos necesarios de protección”, añade.
Considera fundamental que las políticas públicas encaminadas a la agenda digital se dirijan especialmente a las mujeres.
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Se debe pensar en darles una “canasta mínima digital”, que consiste en ofrecerles laptop o tablets y conexión de internet, porque en América Latina hay 40 millones de hogares que no tienen acceso a la red, y las más afectadas son las mujeres.
Hay que analizar cómo apoyar a la mujer que trabaja en áreas de limpieza de hospitales, migrantes que cuidan a personas en los países de destino y pensar en la discriminación salarial, porque las mujeres ganan menos que los hombres por el mismo trabajo.
Concluye con la expectativa y la fe de que se puede hacer mucho: opciones hay para una recuperación transformadora.