Luis y Selene estiman que gastaron de 14 mil a 16 mil pesos por el incremento de precios de colegiaturas y útiles escolares. Por esa razón, el matrimonio decidió tomar turnos extra en el trabajo, aunque esta acción limite el tiempo de convivencia con sus dos hijas.

De forma paralela, la familia ha cambiado los paseos en plazas comerciales y visitas a restaurantes por salidas al parque cercano y comidas con la abuela, a fin de reducir al máximo desembolsos innecesarios.

Aunque, la colegiatura de Sara, su hija mayor, sólo aumentó 400 pesos, pues cursa tercer año de kinder, la madre de familia se prepara con ahorros para cuotas y materiales para actividades extra.

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“Son 2 mil 400 pesos de colegiatura, 200 de útiles, 2 mil más de lunch, 400 en papelería y 2 mil en comida, entre otros gastos que se van acumulando en la semana, con transporte más servicios”, desglosa la mujer de 36 años.

Prevé que el gasto se duplique al inicio del ciclo escolar, pues las cuotas obligatorias alcanzan hasta 3 mil pesos.

Lejos de lo material, Selene Ríos considera que la inflación ha pegado a la salud mental de las familias, debido a que se privan de elementos indispensables con tal de ofrecer buena calidad de educación y bienestar emocional a sus hijos.

“Es un estrés físico y mental el no saber si vas a poder pagar la colegiatura. Nos privamos de elementos no indispensables, pero te afecta la incertidumbre de no completar para la semana”, explica.

“Antes nos preocupábamos por llevarlas de vacaciones, pero de eso ni hablar, ahora tenemos que prevenirnos con un ahorro para darles vestido, comida y calzado”, asegura.

Desde su experiencia, muchas parejas de padres han entrado en crisis por sobrepensar, planear y esforzarse en buscar más fuentes de ingreso para poder salir adelante.

Actualmente, Luis trabaja de siete de la mañana a 10 de la noche, en el turno matutino y vespertino de los colegios donde es maestro para generar ingreso para mantener su casa.

Durante la pandemia los gastos no eran tan fuertes, pues se ahorraban la gasolina del traslado a sus trabajos; entonces, decidieron darle la bienvenida a Renata, pero al término del confinamiento los costos se han disparado y la pareja ya se prepara con otras actividades económicas para ofrecerles una digna calidad de vida.

“Las niñas están creciendo, están dejando la ropa que no les queda y avanzan en grados escolares. Por eso he pensado en empezar ventas por catálogo o dar clases en línea para no perderme su crecimiento sin dejar de recibir ingresos”, dice.

Selene había decidido sacar de clases de karate a Sara, considerando que podría entretenerse en casa viendo películas en alguna plataforma de streaming, pero los precios de éstas también se han elevado, por lo que prescindió de su uso.

“[Las niñas] se dan cuenta de que nos empieza a faltar dinero. Me preguntan, ‘mamá, ¿por qué no vamos por un helado?’, ‘¿por qué ya no puedo ver tal película en la tele?’ o cuando Sarita le hereda la ropa que ya le queda chica a su hermana”, narra a EL UNIVERSAL.

Pero la pareja afirma que están dispuestos a sacrificarse por asegurar el bienestar físico y mental de Sara y Renata.

“Nos ha costado un par de problemas a mí y a mi esposo, el no saber de dónde sacaremos dinero, cómo o de qué forma podemos ahorrar un poquito más, pero verlas felices vale toda la pena”, finaliza.

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