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No es un secreto que México tiene una enorme ventaja competitiva al ser vecino de Estados Unidos y Canadá. Esto se ha aprovechado desde que se firmó el Tratado de Libre Comercio a mediados de los años noventa. Sin embargo, en años recientes dicha ventaja cobró mayor relevancia, al quedar evidenciadas algunas debilidades del offshoring ante la coyuntura de la economía global. ¿Qué puede hacer nuestro país para aprovechar esta oportunidad y obtener el mayor beneficio posible del nearshoring, sin fallar en el intento?
El nearshoring se está manifestando en dos olas iniciales. La primera se caracteriza por un aprovechamiento de la capacidad productiva ya instalada en México, es decir, una reconfiguración de las proveedurías: empresas que están saliendo de Asia y buscan nuevos socios en países más amigables. La segunda ola está caracterizada por mayor inversión para incrementar la cantidad, diversidad y valor de las exportaciones mexicanas a los socios comerciales del norte. Esta etapa es compleja porque requiere de las inversiones privada y pública, particularmente afectadas desde 2018 y aún insuficientes -su suma es menor a 20% del PIB-, por las afectaciones de la pandemia, cancelaciones de proyectos nodales e incertidumbre causada por la política pública.
Pero vamos por partes. Primero, tenemos que observar el impacto que podría tener el nearshoring en nuestro país. Estimaciones del Banco Interamericano de Desarrollo sugieren un crecimiento potencial anual de entre 3% y 9% de las exportaciones nacionales y un aumento del PIB que llegaría a 3.5% en un periodo de 5 años, adicional al crecimiento tendencial. Son datos halagüeños, pero sin caer en triunfalismos vanos, porque no hay que celebrar antes de cruzar la meta.
Segundo, hay que analizar las fortalezas de México que pueden complementar la ventajosa ubicación geográfica. En este apartado, señalar el costo de mano de obra en nuestro país. Mientras que en China un trabajador promedio obtiene mensualmente 1,176 dólares, en México la media es de 359 dólares, según la Organización Internacional del Trabajo, además de contar con un elevado nivel de preparación y especialización. Es una realidad que en México hay mano de obra calificada, pero ello podría jugar en contra si se apuesta a que su bajo costo funja como punto de competitividad, pues a la larga podría ser insostenible.
Otra fortaleza radica en el buen desempeño de ciertas industrias nacionales que pueden tener un efecto multiplicador, como el sector automotriz o la industria de aparatos electrónicos y equipo de cómputo, que llevan varias décadas de estabilidad, crecimiento y consolidación.
Pero también hay que analizar los factores que podrían jugar en contra. El primero de ellos es que, si bien México es parte de una importante red comercial, quizá la más importante del mundo, para tener al nearshoring como factor de crecimiento para la economía nacional es indispensable generar bienes y servicios de alto valor agregado y no solo maquila, lo cual requiere inversión en diversos ámbitos, como infraestructura, servicios públicos de calidad y capital humano.
Por otro lado, se debe procurar un ambiente de negocios que fomente la inversión y reduzca la incertidumbre política por el próximo proceso electoral. Esto es indispensable para generar confianza en nuestra capacidad productiva. En este sentido, es necesario continuar con una política monetaria sólida, que esté acompañada de una política tributaria que fomente la inversión, una política energética que garantice el suministro y un gasto público más eficiente y focalizado, pues dichos elementos contribuirían a fortalecer el atractivo de México para el capital extranjero requerido.
La oportunidad está ahí, pero los retos son varios. Aprovechar el nearshoring depende de que el empresariado y el gobierno se coordinen para hacerlo posible.
* Como coautor en la elaboración de este artículo también participó José Carlos Rodríguez Pueblita.
** Profesores del área de Entorno Económico de IPADE Business School.