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El tercer trimestre del año finalizó y el país se prepara para un cierre de 2017 e inicio de 2018 en el que se esperan varios eventos trascendentes tanto nacionales como internacionales que van a marcar la agenda económica nacional; las acciones de política económica que se tomen, con base en estos hechos, van a determinar el rumbo de México en el largo plazo.
A nuestro país le urge retomar la senda del crecimiento con acciones propias.
Durante el tercer trimestre del año se llevaron a cabo varias iniciativas enfocadas en ese sentido, iniciaron las rondas de renegociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), se anunciaron las declaratorias de las primeras Zonas Económicas Especiales (ZEE), se entregó el paquete presupuestal para 2018, pero este trimestre también será recordado por los daños causados por los sismos ocurridos en septiembre y que afectaron a una parte importante de la zona centro y suroeste.
De esta forma, las variables económicas muestran un desempeño favorable en el transcurso de 2017; datos del Inegi destacan que hay un avance de las exportaciones de 10% al acumular un nivel récord en los primeros ocho meses del año de 265 mil 470 millones de dólares, de los cuales 89% son envíos manufactureros.
Lo mismo sucede en la generación de empleos formales que hasta septiembre rebasan las 800 mil nuevas fuentes de trabajo.
La inflación empieza a ceder terreno y para septiembre retrocedió a 6.35% en su comparativo anual desde 6.66% observado en el mes previo y la tasa de interés objetivo se mantiene en 7%.
La variable que hasta el momento ha mostrado mayor volatilidad a los temas económicos es el tipo de cambio, sobre todo ante la incertidumbre en la renegociación del TLCAN; en ese sentido, actualmente el dólar supera la cotización de los 19 pesos por unidad cuando el 19 de julio llegó a tocar su nivel más bajo del año al ubicarse en 17.49 pesos, según el Banco de México.
Por todo lo anterior, podemos afirmar que vivimos una temporada atípica antes de la modificación del TLCAN (en cualquier aspecto); si bien las renegociaciones van a continuar hasta el primer trimestre de 2018, los agentes económicos toman previsiones.
Tengamos claro que el TLCAN es una negociación de Estado, no solamente un acuerdo de libre comercio, por lo que debe verse como un mecanismo para fortalecer las cadenas productivas, con una política industrial firme y clara en beneficio de la generación de valor agregado nacional.
Proyecciones de Consultores Internacionales S.C., indican que el valor del comercio al cierre de 2017 podría llegar a superar por primera vez los 810 mil millones de dólares y registrar un incremento anual de 8.0%; las remesas superarían los 28 mil millones de dólares y la Inversión Extranjera Directa podría disminuir 12% al sumar 25 mil millones de dólares.
El crecimiento del PIB para 2017 sería de 2%, mientras que para 2018 de 2.3%, muy en línea con el comportamiento de la economía para los últimos años, aunque México requiere detonar un mejor desempeño económico.
En 2018, nuestro país enfrentará cambios importantes, no sólo en el tema electoral y político que definirá una nueva administración.
No basta con mantener la estabilidad de los fundamentales macroeconómicos.
Para incrementar la competitividad, México debe apostar por la transparencia, la calidad en la educación y la aplicación al Estado de derecho. Asimismo, las prioridades están en diversificar vínculos políticos, comerciales y cooperación.
México tiene fortalezas muy claras para enfrentar 2018, lo son su estabilidad macroeconómica, su posición geoestratégica por la interdependencia productiva y logística, además del elevado compromiso que la población ha mostrado en momentos de tragedia.
Hacia el futuro, se trata de consolidar un proyecto de país que trascienda en los próximos 20 o 30 años y que permita generar beneficios a la población, un mercado interno sólido y condiciones de competencia internacional.
Con TLCAN o sin él, México debe robustecer sus cadenas de valor y suministro, apostar a la innovación, la tecnología, la investigación y el desarrollo para sumar valor agregado; diversificar sus mercados, contar con una verdadera política fiscal integral y una política industrial holística (donde el todo valga más que sus partes) y de largo plazo y, al mismo tiempo, contar con un modelo de empresas concentradoras de productos y servicios de exportación vinculadas a las grandes empresas, así como desarrollar las ZEE como polos de desarrollo sostenibles.