Madrid.— México ha retrocedido significativamente en los últimos cuatro años en el ranking que mide el interés de los inversionistas españoles en los países latinoamericanos, al pasar de la primera plaza de las preferencias empresariales, al séptimo lugar.
A pesar de que la tendencia indica que la llegada de capital foráneo se reactivará a medio plazo y de que México aún es un destino atractivo para las inversiones, su calificación en este rubro ha descendido hasta situarse en 3.2 (puntuación máxima de 4), luego de acreditar 3.9 en 2016, de acuerdo con información del último informe del IE Business School sobre inversión española en Iberoamérica.
La pandemia ha agudizado el problema, pero antes de la llegada del coronavirus México registraba ya un deterioro de su marca, la cual se debilitó sobre todo a partir de 2016, cuando a escala regional todavía era capaz de copar el interés de los grandes empresarios ibéricos.
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La reforma energética y las políticas proteccionistas impulsadas por el presidente Andrés Manuel López Obrador están alejando aún más las oportunidades de inversión y desanimando a los empresarios extranjeros, no sólo españoles, lo que podría ser altamente perjudicial para la economía mexicana.
“Parece difícil de entender que México quiera volver a esquemas proteccionistas fracasados y que el país sufre en sus carnes. Creo que eso va a ser muy dañino para el futuro de la economía mexicana y mucho más en sectores tan estratégicos como el energético.
“Sin duda, supone un estrangulamiento para el crecimiento económico”, asegura en entrevista con EL UNIVERSAL el economista Juan Carlos Martínez Lázaro, profesor del IE Business School y director del informe anual sobre inversiones españolas en Iberoamérica que publica esta institución académica.
En los últimos años ha disminuido claramente el interés de los empresarios españoles por invertir en México. ¿A qué se debe?
—En un momento dado pesó la incertidumbre derivada de la situación económica y estaban además pendientes las negociaciones para renovar el tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá.
A ello se sumaron ciertas medidas controvertidas de la Presidencia mexicana, lo que generaba inquietud sobre la viabilidad de algunas inversiones.
Hubo encontronazos y dudas sobre el rumbo que tomaría la nueva administración en materia de inversiones extranjeras y esto afectó el flujo inversionista.
¿En qué medida la reforma energética del presidente López Obrador está cohibiendo al capital procedente del exterior? Iberdrola, por ejemplo, ya paralizó sus inversiones en México…
—Si no se dan las condiciones adecuadas para invertir, evidentemente las empresas se van. Independientemente de las reformas emprendidas en el marco legal, que eso es algo en lo que el Estado mexicano es soberano, lo que sí está fuera de todo lugar son esas acusaciones que se han hecho sobre que Iberdrola y otras empresas son corruptas y cobran sobreprecios. Todo eso forma parte de un discurso que para nada favorece la llegada en el medio y largo plazos de inversiones extranjeras, no sólo en el sector eléctrico, a pesar de que México sigue siendo un destino muy atractivo para invertir.
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El cambio en las reglas del juego promovido por López Obrador genera incertidumbre jurídica en muchas empresas españolas. ¿Cómo se pueden implementar reformas económicas de carácter proteccionista sin perder la confianza del exterior?
—Es difícil, porque lo que se ha demostrado históricamente es que cuando las políticas proteccionistas se han ido eliminando o sustituyendo, se ha producido un crecimiento económico y un efecto muy positivo sobre los consumidores. Parece difícil de entender que a las alturas que estamos y con los problemas energéticos que tiene México, se pretenda volver a medidas proteccionistas que sólo sirvieron para agudizar esos problemas en el sector eléctrico y petrolero.
México necesita unos volúmenes de inversión que sus empresas estatales son incapaces de proporcionar y, sin la concurrencia de capital extranjero, eso se puede convertir al final en un obstáculo importante para el ya de por sí difícil camino de crecimiento que tiene el país.
¿Cómo valora la deriva económica de México bajo el mandato de López Obrador?
—Es un gobierno contradictorio en muchas cosas, porque tenía un discurso populista y fuertemente mediático, con esas famosas mañaneras y un estilo que no es propio de un mandatario en un país tan importante como México, pero, al mismo tiempo, había mandado señales interesantes sobre la prudencia fiscal antes de la llegada de la pandemia por Covid-19, con claros ejemplos de moderación presupuestaria.
¿Cuándo se produjo el cambio de rumbo?
—Siempre hubo señales inquietantes, como la paralización del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, con un referéndum incalificable desde el punto de vista legal, jurídico y de imagen que supuso el primer paso que se abría un periodo complicado para la inversión de las empresas extranjeras. La actual reforma [energética] vuelve a poner en tela de juicio la vocación que tiene México. Cuando las reglas del juego cambian y se regresa a políticas proteccionistas fracasadas, es muy difícil que la inversión siga fluyendo igual.
Parece difícil de entender que México quiera volver a esquemas proteccionistas fracasados que el país sufre en sus carnes.
Creo que eso va a ser muy dañino para el futuro de la economía mexicana y mucho más en sectores tan estratégicos como el energético. Sin duda, supone un estrangulamiento para el crecimiento económico.
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¿El ejemplo de México puede ser perjudicial para el conjunto de América Latina?
—A los ojos de todos los mexicanos están los avances que se han producido con el Tratado de Libre Comercio [TLC], que al final no era otra cosa que un acuerdo que liberalizaba el comercio y las inversiones entre los tres países de América del Norte.
Ha sido una fuente de prosperidad y riqueza para México en los últimos años, por lo que cuestionar eso y volver a políticas de hace cuatro o cinco décadas es darse un tiro en el pie, sobre todo en un país como México, que ha sido el primero en llegar a un acuerdo de esa magnitud con dos vecinos tan poderosos, lo que ha animado a otros muchos países a buscar esos convenios comerciales con Estados Unidos.
Si ahora México adopta otro tipo de políticas más proteccionistas, menos amigables con la inversión extranjera, no sólo desde un punto de vista jurídico, sino también desde el relato del poder, lo que está transmitiendo es que ya no es un sitio tan atractivo, sino que tiene una cierta hostilidad administrativa hacia la inversión extranjera, y eso es lo que menos le conviene a México.
¿Cuáles siguen siendo los nichos más interesantes para invertir en México?
—Lo más importante de México es que no ha sido un sector en concreto el que podía atraer la inversión. Era una economía diversa, que venía abriéndose al exterior y que estaba captando todo tipo de inversiones.
México sigue teniendo ese atractivo para el futuro, cuando la economía se vaya recuperando y la actividad regrese. El problema es que algunas políticas públicas están provocando cada vez una menor afluencia de inversión. No contar con el concurso de estos capitales es una apuesta errónea que acabará pasando factura, porque el descenso de inversión se traducirá en una falta de crecimiento a medio plazo.
¿Qué oportunidades de inversión se pueden abrir tras la pandemia cuando, según indican los pronósticos, se producirán crecimientos económicos importantes en muchos países?
—Se van a dar crecimientos en muchos sitios, pero el de México está más en cuestión. Hay informes que apuntan a que el país tardará cinco años en recuperar el nivel preCovid.
Ese crecimiento no va a ser tan explosivo en México, precisamente por muchos de los problemas que arrastra la economía mexicana. Si algo bueno ha traído la pandemia es la aceleración de la digitalización económica y habrá, desde luego, una agenda energética mucho más verde y ahí creo que se abrirán nuevas oportunidades de inversión para todos los países.
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México debería tener la habilidad de ser capaz de captar estas tendencias y subirse a la ola, aunque, tal como se está desarrollando la reforma energética y otras políticas como las nuevas refinería, podría no estar sabiendo leer parte de ese futuro, sobre todo en la descarbonización económica.
¿Cómo contempla el panorama de las inversiones en México y América Latina a mediano y largo plazos?
—El futuro debe ser brillante. América Latina necesita inversiones importantes para crecer y esa es una de sus asignaturas pendientes, ya que ha tenido bajas tasas de inversión en comparación con países del sudeste asiático. En los últimos 40 años encontramos diferenciales históricos de crecimiento entre una región y otra y va a ser muy difícil que América Latina consiga esas tasas de inversión sin el concurso de la inversión extranjera, sea española o no.
Creo que, una vez superada la pandemia, la inversión extranjera tiene que volver a fluir porque México y el resto de América Latina necesitan suplir en parte la falta de inversión nacional, tanto pública como privada.