Este gobierno aprobó con honores sus primeros cuatro años en los mercados financieros, pero se perfila para entregar las peores cuentas en crecimiento e inflación por la pandemia.
Contrario al desplome cambiario que expertos estimaban, el peso ha tenido su mejor desempeño en esta administración desde que inició el llamado Milagro Mexicano (1940).
Es una ganancia de 1.13 pesos o 5.6% frente a las 20.35 unidades que tenía el 30 de noviembre de 2018, un día antes de que el presidente Andrés Manuel López Obrador tomara posesión.
Esta es la primera vez que el peso se fortalece en los primeros cuatro años de un gobierno desde hace ocho décadas.
La última vez que sucedió fue en el mandato de Manuel Ávila Camacho, cuando se ajustó de 5.40 a 4.85 antiguos pesos de noviembre de 1940 al mismo mes de 1944, una apreciación de 55 centavos. A pesos actuales, quitándole tres ceros, la paridad se movió de 0.00540 a 0.00485 unidades en los primeros cuatro años del “presidente caballero”.
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La estabilidad del peso en estos cuatro años se liga con la confianza de los inversionistas extranjeros por las finanzas públicas sanas, mayores tasas de interés de Banxico, remesas, altas reservas internacionales, la línea de crédito flexible del Fondo Monetario Internacional (FMI) y las exportaciones, explica Gerardo Copca, analista de MetAnálisis.
“Hacienda y Banxico han jugado un papel importante en la estabilidad del peso, y el que el presidente López Obrador haya nombrado gente que mantiene finanzas públicas sanas tiene su mérito”, dice a EL UNIVERSAL.
Analistas de Engen Capital coinciden en que lo hecho internamente ha influido para que el peso esté estable y destacan las finanzas del gobierno con déficit moderado, deuda pública en orden, sostener reservas internacionales, evitar la pérdida del grado de inversión y otros factores.
“La estabilidad cambiaria es algo que el gobierno sí tendría que presumir”, señalan.
Las buenas calificaciones llegaron de la Bolsa Mexicana de Valores, cuyo principal indicador suma una ganancia de 20.2% en los últimos cuatro años. Es casi el triple del rendimiento de 8.3% en el periodo similar con Enrique Peña Nieto, pero la mitad de lo obtenido con Felipe Calderón, cuando subió 47.5%.
La ganancia bursátil tiene que ver con el rezago frente a otras plazas en 15 años, la estabilidad del peso, el entorno económico y la recuperación de empresas tras la pandemia, indica Copca.
Cuentas tristes
Los mercados financieros capitalizan a la economía real para producir bienes y servicios, pero en este apartado hay un rezago en la administración actual.
La economía mexicana está 7% abajo del valor que tenía al cierre del sexenio pasado, según el Indicador Global de la Actividad Económica del Inegi.
La contracción inició en 2019 por “un viraje en ciertas políticas públicas que derivó en un comportamiento cauteloso por los principales actores de la economía. En este sentido, la inversión se vio desalentada por decisiones como la cancelación del aeropuerto en Texcoco, la nueva estrategia energética, así como la renegociación de contratos”, explicaron analistas de CitiBanamex.
Luego irrumpió la pandemia en 2020, que provocó el peor desplome global en nueve décadas, aunque se dio en diferente medida para cada país.
México fue de los que más tardó en recuperarse, al ser de los que menos estímulos dio, “lo cual fue un acierto pues, de lo contrario, no tendríamos finanzas públicas tan sanas y estaríamos más endeudados; las agencias estarían presionando para bajar la calificación”, dice Copca.
Sin embargo, explica que “este gobierno ha carecido de inversión privada por falta de confianza, lo que se refleja en un menor crecimiento económico”.
El gobierno obradorista tampoco da buenos resultados en inflación, pues suma una tasa de 23% en sus primeros 47 meses y medio, indica el Inegi.
La mayor parte de la carestía ha sido importada, pero un acierto de este gobierno fueron los subsidios a las gasolinas, lo que permitió que la inflación no fuera tan alta, reconoce el analista de MetAnálisis.
El FMI estima que México tendrá una inflación de 8.5% este año, la más alta desde 2000, pero el promedio de América Latina padecerá una tasa galopante de 14.6%, la peor desde 1996.
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