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Catorce años le costó a México llegar al rango de las máximas calificaciones en la escala de Moody’s. En 2014, el país alcanzó el rango A, con una nota A3 y perspectiva estable, alza que le valió ser considerado como un país con perfil crediticio robusto y consolidado.
Las reformas estructurales del sexenio de Enrique Peña Nieto, principalmente la energética, convencieron a Moody’s de que México merecía alcanzar la base de sus calificaciones más altas, ante un panorama que vislumbraba buenas perspectivas de crecimiento e inversión.
“Las reformas deben elevar el crecimiento potencial del país, además de reforzar la posición fiscal del gobierno en el mediano plazo. Si bien el impacto de las reformas se manifestará de manera gradual y a través del tiempo, Moody’s espera que cambios en diversos indicadores crediticios contribuirán a fortalecer aún más el perfil crediticio soberano de México”, explicaba entonces la agencia.
Moody’s también resaltaba el fortalecimiento de finanzas públicas a partir de mayores ahorros gubernamentales y la creación de reservas fiscales para enfrentar contingencias.
Así, México se convertía en el segundo país en América Latina en llegar a la escala más alta de Moody’s, detrás de Chile, en momentos en que se consideraba que la economía mexicana se enfilaría a un periodo de crecimiento en el mediano plazo.
En esos años, las expectativas de crecimiento de la economía se ubicaban en niveles de 3% a 4%, en un entorno en que los principales retos del país eran fortalecer el Estado de derecho y abatir la inseguridad.