En sus primeros 15 años, las criptomonedas, que alguna vez fueron del interés exclusivo de entusiastas de la tecnología, se han convertido en protagonistas y herramientas clave del sistema financiero global. De hecho, este lunes de incertidumbre en los mercados, analistas de todas las filias y fobias reportaron, como indicadores clave de referencia, sobre las bolsas en Asia y los precios tanto del Nikkei como del S&P 500 y de bitcoin. Este último no habría figurado hace cinco años, pero, de todos los mencionados, es el que más se ha recuperado (+15%).

Pero, ¿por qué un inversionista promedio tiene que entender más sobre esta nueva tecnología y activo? Quien suscribe esta columna piensa que la criptomonedas y blockchain en general estarán embebidas, así como el internet, en la vida de la mayoría de las personas en un futuro no tan lejano.

Creadas a partir de la tecnología blockchain, las criptomonedas ofrecen una forma descentralizada y segura de realizar transacciones. Pero, para imaginar el futuro de esta industria, es necesario comprender su origen y estado actual. A lo largo de cinco entregas, exploraremos sus características, mismas que han definido sus diferentes etapas y que hoy la ubican como un eje financiero, incluso para gobiernos y las compañías de inversión más grandes del mundo.

La tecnología es la aplicación práctica del conocimiento científico. En el caso de las criptomonedas, todo empezó con Satoshi Nakamoto y la creación del protocolo de Bitcoin (con mayúscula cuando se habla del protocolo) en 2008, como respuesta a la crisis financiera de ese año.

Este dio paso a la primera emisión de bitcoin (con minúscula cuando se habla de la moneda) en 2009. Las criptomonedas son dinero digital que utiliza la criptografía para controlar su creación, verificar la autenticidad de las transacciones y para la seguridad de la red y de las monedas. De esta propuesta inicial, surgieron otras como ether (del protocolo Ethereum) e incluso criptomonedas estables (ligadas al valor de una moneda fiduciaria como el dólar).

A diferencia del dinero tradicional emitido y controlado por gobiernos y bancos centrales, las criptomonedas operan en redes descentralizadas basadas en blockchain, un libro contable distribuido que es verificado y validado por una red global de computadoras. Esta descentralización hace a las criptomonedas inmunes a la interferencia y manipulación de los gobiernos, ofreciendo libertad y seguridad financiera.

Un ejemplo de esto son los sistemas tradicionales creados bajo una lógica fragmentada. El primer nivel son los sistemas locales, como SPEI en México, y luego estos se conectan a otros para habilitar transferencias internacionales. En la era de internet esto es ridículo. Si podemos mandar un correo electrónico en cualquier momento y a cualquier país sin necesidad de llamarle “correo internacional”, ni de conectarnos a redes distintas dependiendo de su destino, ¿por qué no podemos hacer lo mismo con el dinero?

En este sentido, las criptomonedas han demostrado su utilidad en casos de uso más allá de especulación. Una de las aplicaciones más importantes se encuentra en el ámbito de las remesas. Las ofertas tradicionales de remesas suelen ser lentas y costosas, y las altas tarifas reducen las cantidades enviadas, afectando especialmente a quienes más necesitan el dinero. Las criptomonedas permiten transferencias transfronterizas casi instantáneas y de bajo costo, brindando soluciones eficientes y mayor inclusión financiera.

Y esto solo es lo que podemos imaginar hoy. Los primeros 15 años de la industria cripto pueden compararse con internet. En los 90, internet era a menudo incomprendida y descartada por muchos. De forma parecida, las criptomonedas enfrentaron escepticismo y obstáculos regulatorios en sus primeros años. Pero, así como internet creció para revolucionar la comunicación, el comercio y el intercambio de información, las criptomonedas pueden transformar la industria financiera. Al mirar hacia los próximos 15 años, el potencial de las criptomonedas es inmenso; su curva de adopción podría reflejar la de internet, con un crecimiento exponencial a medida que la tecnología madura y se vuelve más fácil de usar.

La industria cripto se encuentra en un momento crucial. Sus empresas más grandes son entidades masivas, bien financiadas y con una influencia significativa. La regulación también ha avanzado considerablemente y hoy vemos a grandes gestores de patrimonio como Blackrock invirtiendo miles de millones de dólares en bitcoin.

Mi predicción es que cripto llegó para convertirse en la infraestructura del sistema financiero. Imagino un futuro en que toda persona tendrá una billetera Web3, que guardará criptomonedas estables en dólares y en su moneda local, así como bitcoin para proteger su ahorro y patrimonio a largo plazo.

La meta final de la industria no es que desaparezca el dinero fiduciario, sino crear un ecosistema financiero más justo, que permita a las personas participar en el sistema tradicional cuando les convenga y tener la custodia de su propio patrimonio cuando no. Un sistema mucho más incluyente y útil para las personas, diseñado para impulsar su prosperidad y no exclusivamente la de los bancos. Ese es el futuro en el que quiero vivir. ¿Y tú?

Mini Bio

Felipe es un apasionado tecno optimista que confía en la capacidad de la tecnología para mejorar la vida humana. Colabora en Bitso –la empresa de servicios financieros impulsados por criptomonedas líder en América Latina– como director general en México y director global de asuntos corporativos y regulatorios. Es presidente de la Asociación Fintech México.

Director general de Bitso México

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