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“Patricios, en tres semanas estaré cosechando mis huertos.” – comienza Máximo, justo antes de la batalla inicial en la película “Gladiador” – “Imagínense en donde estarán ustedes, y así será. Mantengan la línea, manténganse conmigo. Si de pronto se ven cabalgando solos, en un campo verde, con el sol en su rostro, no se preocupen… Están en los Campos Elíseos ¡y ya están muertos! Hermanos, lo que hacemos en vida, resuena en la eternidad.”
A los seres humanos no nos gusta la incertidumbre. La detestamos, de hecho nos gustan las cosas predecibles, lo cotidiano, pues todo eso nos da seguridad. Nos permite entrenar nuestras respuestas para ser más eficientes. Si en el trabajo hay una cierta rutina, puedo irla dominando a través de la práctica. Volverme mejor. Destacar. Pero cuando la realidad es cambiante, mis habilidades están siempre a prueba. Quizá lo que sé hacer ya no sirva. Quizá la forma como veo la realidad se haya vuelto obsoleta. El cambio no sólo me saca de mi zona de confort. El cambio ES la zona de discomfort. Y la incertidumbre es la primera manifestación del cambio.
No sin cierta ironía, hoy el mundo en general se encuentra en medio de fuertes convulsiones sociales, políticas, tecnológicas, entre muchas otras. Lo que escuchamos es que todo está cambiando a ritmos vertiginosos; que lo que estudian ahora los jóvenes será inútil tan pronto terminen la universidad; que nadie sabe cómo se verá el mundo en diez años, o aún en 5… si hay algo en la mente de todas las personas hoy, es la incertidumbre ante el mañana.
Sin embargo, esta visión fatalista parte de dos supuestos erróneos: Lo primero es pensar que la certeza está en lo material, en lo que podemos contar, pesar o medir; en las estructuras sociales actuales, en los conocimientos aprendidos. El ser humano se mueve por mucho más que lo material. Más allá de los conocimientos, está la capacidad de analizar y comprender la realidad. Más allá de la política, está el Bien Común. Y aún encima de todo esto, está el espíritu humano, que aspira a cosas mayores, trascendentes, inconmensurables… y también inciertas.
Acotar la incertidumbre: la estrategia del líder en cuatro pasos
La clave se encuentra en el discurso de Máximo:
1.- Reducir el número de posibles futuros: “Patricios, en unas semanas estaré cosechando mis huertos… Imaginen en dónde estarán ustedes y así será…” la primera parte del discurso de Máximo va orientado a recordarles la vida que tienen y que está muy bien al alcance de su mano aún.
2.- Proveer dirección: “Mantengan la línea, conmigo” es una instrucción sencilla. Si quieren regresar a aquellos bienes con los que ya cuentan, sólo hace falta mantenerse unidos, con él como líder.
3.- Apelar al propósito trascendental: “Y si de pronto se encuentran cabalgando solos, en verdes campos, con el sol en el rostro, no se preocupen… Es que están en los Campos Elíseos ¡y ya están muertos!” Este es el otro futuro posible, perder la vida y llegar al paraíso del guerrero. Es una forma distinta de certeza. Aquí Máximo se eleva por encima de lo material.
4. Mostrar el legado que se deja: Los seres humanos anhelamos propósito, trascendencia el dejar huella en el mundo. “Hermanos, lo que hacemos en vida, resuena en la eternidad”. Nuestros actos hoy no sólo nos definen a nosotros. Definen el futuro de todos los que nos rodean.
La incertidumbre no se elimina; se le acota, se le maneja
Los líderes ayudan a su equipo a acotar los posibles futuros, a poner en claro las posibilidades buenas y malas. Dan contexto y balancean lo material y lo emocional. Pero lo más importante ante la incertidumbre, es la capacidad del ser humano de comprometerse con grandes ideales. Los grandes líderes, ante la incertidumbre, nos dan propósito.
Profesor de las áreas de Factor Humano y de Análisis de Decisiones del IPADE Business School