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Hace más de 20 años cuando internet nació, vino junto la promesa de que tendríamos más información disponible que en cualquier otra época en la historia de la humanidad. Efectivamente, conforme la red fue creciendo, la información disponible estaba almacenada alfabéticamente en la incipiente página de Yahoo, que se conformó como un repositorio de información, blog y páginas de empresas y universidades. Conforme las páginas crecían, su manejo se volvía más complejo y Google nació para gestionar el volumen de información por medio de su famoso buscador. La forma que internet tiene hoy incluye redes sociales, aplicaciones de mensajería y tiendas en línea, además de Wikipedia que es la enciclopedia que aglutina artículos de información sobre cualquier tema. Las aplicaciones de audio y video también llegaron cuando el poder de cómputo aumentó y pudo manejarlas.
El supuesto de la efectividad de la información yace en el hecho de que conocer sobre cualquier tema o producto es el paso inicial para tomar cualquier decisión, una decisión informada. El estar al día leyendo los diarios o revistas precede entonces a la formación de una opinión personal sobre un tema, sobre todo cuando la información se distribuye instantáneamente. Esto pasó durante la reciente pandemia de Covid-19 donde pudimos enterarnos sobre cómo se fue difundiendo el virus o cuáles eran los avances en el desarrollo de las vacunas por empresas y gobiernos nacionales. Las redes sociales amplificaron este efecto. Algunos usuarios de X (antes Twitter) con cierto conocimiento de ciencia de datos incluso proponían modelos matemáticos para explicar la pandemia.
Sin embargo, además del conocimiento, internet ha sido también la fuente de opinión más grande en la historia de la humanidad. Mientras que los funcionarios del Gobierno Federal que atendían la pandemia y el plan de vacunación eran cautos al mencionar el avance, hubo quien opinó que tomaría 134 años vacunar a todos los mexicanos. Más allá de las motivaciones personales, lo importante aquí es que, cualquier persona puede publicar su opinión sobre cualquier tema y sin considerar la evidencia disponible. Y esto es sensible cuando aparece un evento crítico como lo fue la pandemia.
Pensemos ahora cuando tenemos la intención de comprar un producto, por ejemplo, una crema hidratante, para el cuidado de la piel. Si es la primera vez que la compramos, es muy probable que no conozcamos marcas, ni precios, ni ingredientes y mucho menos estamos seguros de su efectividad. Entonces es muy probable que empecemos a hacer una búsqueda de información para evaluar la mejor opción. Hoy, una de las primeras cosas que hacemos es ver videos de personas que dan su opinión sobre muchos productos, desde que los destapan de la caja hasta que los prueban. Hacer una búsqueda rápida en YouTube me lleva a los canales de Simón Scarano, Carlina MUA, Mitzu Miriam Llantana. Estos ‘Youtuberos’ prueban cremas y dan opiniones sobre su efectividad. Esto puede ayudar rápidamente a aprender sobre diferentes tipos de crema, sus usos y resultados. Sin embargo, vale la pregunta preguntarnos si en estos canales de video se muestra información o simplemente opiniones.
Discernir entre opinión y conocimiento es crítico para ser mejores consumidores y personas. Una opinión es una valoración personal y es lo que encontramos frecuentemente en Internet, desde los periódicos, pasando por canales de video y podcasts. Las personas vierten opiniones sobre economía, política, salud, gobierno, negocios y formas para lograr la felicidad. En el caso de la crema hidratante ¿Por qué no visitamos a un dermatólogo calificado para que nos ayude a tomar la decisión? La razón para preguntarme esto es que un dermatólogo es una persona que tiene un grado profesional otorgado por alguna universidad y está legalmente habilitado para recetar medicamentos. Sin embargo, la opinión es perniciosa: tengo el caso anecdótico de alguien que le pidió a su médico que le recetara el medicamento que la persona quería en lugar del que el médico valoró.
Al comunicar el valor que los productos entregan al consumidor, es necesario hacerlo de forma que no sólo se muestren opiniones que no consideran la evidencia. Las opiniones no están basadas en el conocimiento. Si no proporcionamos información básica a los consumidores, en realidad estamos minando los esfuerzos de cualquier campaña, aunque las ventas crezcan. Esta es mi opinión.
Académico de la Facultad de Economía y Negocios. Universidad Anáhuac México
Email: pavel.reyes@anahuac.mx