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Afecta a sus jugadores, influye en su rendimiento y, por encima de todo, pone en riesgo sus vidas a largo plazo. La NBA, la liga más famosa de baloncesto del mundo, tiene un problema que aún no ha mostrado todas sus armas y al que apenas se le combate entre bambalinas: el sueño.
Un reportaje de ESPN arroja los posibles efectos negativos de la falta de descanso en los jugadores de la liga. Un problema que se podría extender a buena parte de la población mundial pero que, aplicado a este caso en concreto, amenaza a la salud de los deportistas y señala un modelo de competencia que podría no ser compatible con la protección a los profesionales.
El ritmo que impone el calendario a los jugadores, que disputan un mínimo de 82 partidos en menos de seis meses, (varias veces en días consecutivos) y recorren en aviones más de 80 mil kilómetros por temporada, resulta incompatible con un descanso reparador. Miembros de diferentes franquicias, en declaraciones a la cadena televisiva, hablan de este problema como un "flagelo silencioso" que en unos años podría tener una repercusión similar a la que ya empieza a tener la proliferación de lesiones mentales en la NFL a raíz de la violencia de los golpes que reciben en la cabeza sus deportistas.
Para el caso de la NBA, varios síntomas son clave. En paralelo al escaso respiro que deja el calendario, las circunstancias a las que obliga éste complementan un cuadro de dificultades de descanso que repercuten a los jugadores: largos viajes en avión, la incapacidad de reposar en el propio hogar, depender de la insegura comodidad de hoteles o prácticas engañosamente perjudiciales como las siestas antes de los partidos. El funcionamiento del propio cuerpo humano también complica el asunto: la actividad física y la excitación de los juegos deportivos reducen la melatonina del organismo, que ayuda al descanso, y también libera cortisol, una hormona que mantiene más tiempo de lo recomendado a los deportistas.
El efecto sobre el rendimiento de los jugadores está empezando a ser objeto de análisis. Los primeros estudios hablan de una pérdida en los niveles de testosterona si no se llega a una cantidad óptima de unas nueve horas por día de sueño. La reducción en la testosterona y esa falta de sueño reducen la efectividad de los deportistas, su capacidad de reacción e incluso la resistencia a las lesiones.
Sin embargo, el problema no es solo deportivo. Estudios avalados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) identifican a la falta de sueño como un posible agente carcinógeno. También se asocia con un mayor riesgo de diabetes, obesidad, problemas de corazón e incluso tendencias suicidas.
Ante algo que acorta la vida de los deportistas, las miradas van encaminadas a una NBA que ha ido alargando el calendario para ganar días de descanso y que también ha reducido los 'back-back' (partidos en jornadas consecutivas) y ha optimizado los horarios televisivos. Parecen insuficientes por parte de una organización que cada vez recibe más información sobre ello y reconoce, de puertas hacia dentro, que "es el problema más grande sin solución".
Algunos jugadores han empezado a tomar medidas por su cuenta. LeBron James, la mayor estrella de la liga, invierte millones en su cuidado personal, lo que incluye también su descanso. El de Los Angeles Lakers se limita el uso de aparatos electrónicos en horas previas al sueño y cuida la temperatura de los locales en los que duerme. Tobias Harris, actualmente en Philadelphia 76ers, lo hace con un "cinturón de respiración" que equilibra sus flujos de cortisol y melatonina y acelera su facilidad de descanso. Además, usa encefalogramas para medir su actividad neuronal. Andre Iguodala, campeón reciente con Golden State Warriors, recurrió a especialistas en la materia.
Aún desconocedores de las consecuencias exactas de una mala gestión del sueño, los jugadores de la NBA van tanteando el terreno y la organización se prepara para lo que va a ser su siguiente gran problema.
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