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Llevamos años escuchándolo a través de libros, informes, noticias y expertos: el progreso industrial está llevando inevitablemente a la destrucción de muchos trabajos... Y estamos por entrar en una nueva era.
¿Pero es realmente así?
Jason Resnikoff, profesor titular en el Departamento de Historia de la Universidad de Columbia y especialista en historia laboral, del capitalismo global y de la tecnología, no lo cree.
El autor del provocador ensayo "Labor's End: How the Promise of Automation Degraded Work" (El fin del trabajo: cómo la promesa de la automatización ha degradado el trabajo"), está convencido de que detrás del término "automatización" se esconde en realidad el deseo de la industria de intensificar el trabajo de las personas.
A cambio, eso sí, de sueldos más bajos, jornadas extenuantes, pérdida de poder y menoscabo de sus derechos.
¿Qué lo lleva a desmentir esa idea que escuchamos desde hace años de que la automatización y la robotización van a acabar con numerosos empleos y que los robots harán las tareas que hoy hacen empleados?
Desde los albores de la industrialización, las máquinas han tenido tendencia a degradar el trabajo en lugar de reemplazarlo.
Ya con el comienzo de las máquinas de vapor y su uso en la industria textil, hubo gente que pensó que el vapor reemplazaría el trabajo humano.
Pero no se puede hablar solo de máquinas, sino de máquinas dentro del capitalismo.
Al capitalismo como sistema le gusta usar recursos, muchos recursos. En cierto sentido es muy ineficiente, pero también tiene muchos tentáculos: no deja que los recursos permanezcan inactivos, tiene un hambre de poder infinito.
Lo que en realidad terminan haciendo las máquinas para el propietario capitalista de la fábrica es encontrar formas de mantener a raya los costes. Y ahí entramos en lo que yo llamo el discurso de la automatización.
¿Y cuál es ese discurso?
Existe la idea de que todo el tiempo se produce algún tipo de progreso tecnológico. Pero eso es una fantasía.
La forma en que realmente funcionan las cosas es que si eres un empleador tratas de obtener ganancias, y eso significa que tienes que encontrar una manera de hacer que tu mano de obra sea barata.
Y las máquinas pueden lograr eso de muchas maneras: a veces pueden reemplazar a un ser humano haciendo una cosa; a veces pueden aumentar la productividad...
Pero lo que encontré en mi investigación es que con mucha más frecuencia las máquinas lo que hacen es oscurecer el trabajo de las personas, ocultarlo literalmente. Y cuando un trabajo está oculto, no necesita ser pagado.
Alguien que realiza por ejemplo un trabajo administrativo gana un salario. Pero si puedes hacer que esa persona trabaje en su casa, que trabaje día y noche, que trabaje antes de irse a la cama y no tienes que pagarle por eso, entonces obtienes más valor por ese trabajador.
Eso es algo que ocurre todo el tiempo, especialmente con los trabajadores de "cuello blanco", y que vimos aumentado durante la pandemia.
¿Y qué pasa con los trabajos que realizan los obreros que llevan mono azul?
En muchos de esos empleos se dice que la máquina está haciendo el trabajo, aunque en realidad es una persona la que lo hace.
Pero diciendo eso a los trabajadores se les puede pagar menos.
Por otro lado, detrás de la idea de la máquina también hay una especie de aura.
Las máquinas son muy espectaculares, parecen algo mágico, aunque siempre dependen de una persona que las active.
¿Considera entonces que la automatización es más una ideología que una tecnología?
Sí, la automatización es principalmente una ideología.
No sé sabe bien cuándo se empezó a usar el término, pero en los tiempos modernos se "inventó" en la década de 1940 en la Ford Motor Company.
Y allí nunca se usó para hablar de una pieza de tecnología o un proceso específico, aunque pueda parecer que sí, que significaba reemplazar el trabajo humano con máquinas.
¿Y qué significado tenía entonces la palabra automatización?
En la Ford Motor Company desde el principio fue una idea, una discusión sobre cuál debía de ser el valor del trabajo.
El uso de la palabra apuntaba a una pregunta política, que hay que situar en la lucha entre empresarios y trabajadores que tuvo lugar a partir de los años 30, cuando en Estados Unidos hubo un gran movimiento de sindicalización industrial.
A diferencia de los países de Europa occidental, EE.UU. desarrolló un estado de bienestar mucho más tarde y mucho más débil.
Y cuando eso sucedió, los empleadores se molestaron mucho, porque se dieron cuenta de que tenían que negociar con sus trabajadores e inmediatamente intentaron encontrar formas que les permitieran evitar tener que reconocer a los sindicatos.
Pero desde 1935, los sindicatos tenían que estar legalmente representados.
¿Y encontraron en la automatización el modo de esquivar a los sindicatos?
Sí. El discurso de la automatización permitió a los empresarios jugar con todo el entusiasmo tecnológico posterior a la II Guerra Mundial, cuando surgieron todos esos asombrosos inventos y la gente estaba muy entusiasmada con la tecnología.
La idea de la automatización permitió que los patrones pudieran decir que sí, que reconocían a los sindicatos, pero que tecnológicamente hablando el progreso los haría innecesarios y obsoletos.
Y emplearon ese argumento, que es muy persuasivo, para quitarle poder a los trabajadores. Pero el trabajo realizado por personas continuó.
En su libro pone un ejemplo muy revelador: muestra cómo la entrada en los años 50 de los primeros computadores electrónicos digitales, que se suponía que iban a hacer mucho trabajo de oficina que hasta entonces hacían personas, no redujeron el número de empleados…
De hecho, probablemente sea el descubrimiento más sorprendente que he hecho durante mi investigación.
La introducción de los computadores en las empresas no fue de ninguna manera un camino recto, porque especialmente en la década de 1950 no eran máquinas que hicieran dinero: eran increíblemente caras, eran muy grandes y no estaba claro cómo se podía rentar de ellas.
Y eso requirió que las empresas privadas presentaran un argumento a su favor. Y usaron el más poderoso que tenían: la automatización.
Dijeron que el valor de los computadores residía en que acabarían reemplazando a los oficinistas, las secretarias, los administrativos… Y que eso sería posible porque las computadoras procesaban información, algo que en una oficina procesaban los empleados.
La mayoría de las personas que hacían ese trabajo eran proletarios y mujeres.
La idea era que esa gente no era en realidad trabajadores y que había que deshacerse de ellos, que no debían tener a toda esa gente en las oficinas.
Pero los computadores no consiguieron eso, ¿verdad?
La historia de la automatización es esencialmente una historia irónica.
No, las computadoras no reemplazaron a esos trabajadores, porque no podían. No eran lo suficientemente sofisticadas, y el trabajo de las personas es algo notable, muy diverso, muy creativo y muy efectivo.
Y si puedes conseguir ese trabajo a bajo precio, es una gran inversión para un jefe.
Lo que sí terminaron haciendo las computadoras, y lo que casi todas las demás máquinas industriales han hecho en la historia, fue abaratar el trabajo humano.
Pero en lugar de deshacerse de trabajadores, la automatización de las oficinas con computadoras hizo que se contratara a más oficinistas para hacerlos funcionar. Aunque muchas veces en peores condiciones.
Pero no me queda claro qué beneficio obtienen los dueños de las fábricas usando máquinas si tienen que invertir en tecnología y necesitan más empleados, aunque sean peor pagados...
Hay un par de cuestiones que hay que tener en cuenta.
La primera es que se pueden obtener ganancias si se contrata a muchos trabajadores más baratos.
Y en segundo lugar, para los gerentes, tan importante como obtener ganancias es quitar poder a los empleados y dárselo a los empleadores, algo que las máquinas les permiten hacer.
Incluso si su negocio no es tan rentable, si no pueden obtener el margen de beneficio que esperaban, no sería rentable en absoluto si sus empleados fueran los dueños del negocio.
Esa es una de sus principales preocupaciones: asegurarse de que los trabajadores tengan el menor poder posible. Y eso realmente lo hizo la automatización.
La gran conclusión de mi investigación y de mi libro es que la automatización es un argumento para los jefes, que el progreso tecnológico se utiliza para hacer que los trabajadores pierdan poder.
¿Y qué se puede hacer para revertir la situación, para que los trabajadores recuperen el poder que han perdido con la automatización?
Creo que se pueden que hacer muchas cosas, empezando obviamente por aumentar el poder en el accionariado de los trabajadores.
La revolución neoliberal no ha cambiado la naturaleza del capitalismo.
Una cosa que hace el capital es generar fronteras nacionales, muy débiles para el capital pero muy difíciles de superar para las personas.
Uno de los sellos distintivos de la automatización es que no se trata sólo de que los propietarios pueden controlar el capital, las máquinas y la fábrica, sino de que puedan moverlos por todo el mundo.
Y lo hacen argumentando que son las máquinas las que hacen el trabajo, cuando en realidad son otros trabajadores.
Los trabajadores compiten así con otros trabajadores.
En esta situación, y después de las revoluciones liberales de los años 70 y 80, creo que definitivamente los movimientos laborales deben ser globales. Deben de trabajar juntos, porque así es exactamente como funciona el capital.
Creo que a menos de que el trabajo se convierta en un movimiento explícitamente político no puede tener éxito, porque en el momento en que las élites en la política pueden abandonar a los trabajadores, los abandonan.
Hay un millón de organizaciones laborales en el mundo tratando de saber cómo pueden conseguir más poder.
Para mí, la respuesta tiene que tener tres ingredientes: tiene que ser un movimiento internacional, tiene que ser un movimiento político y, finalmente, tiene que centrarse en los medios de producción en sí.
La Inteligencia Artificial (IA), ¿puede empeorar las cosas?
Creo que las puede hacer mucho más oscuras.
En nuestro discurso hoy se habla de automatización, pero la otra palabra que significa automatización es IA. Tiene una especie de poder mágico pero su discurso es muy similar al discurso de automatización de los años 50, 60 y 70.
Muy a menudo con la IA, como con las computadoras, cuando se rastrea quién hace el trabajo se encuentran personas.
Personas con un trabajo mal remunerado y con no muy buenas condiciones.
La IA acelerará el trabajo humano que existe y lo oscurecerá, así que diría que definitivamente es posible que degrade el trabajo aún más.
¿Cuál es el principal mensaje de su libro con el que le gustaría que se quedaran sus lectores?
Si tuviera que elegir uno, que cada vez que lean u oigan la palabra automatización reflexionen.
El término automatización debería llevar siempre comillas, porque no se trata de una fuerza tecnológica sino que es un término político al que recurren los dueños de las empresas para aprovecharse de los trabajadores.
Cada vez que les hablen de maravillas tecnológicas, la respuesta inmediata de la gente debería ser la sospecha.
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