La industria automotriz mexicana ha sido, desde hace ya algunos años, un gran polo de crecimiento del país. Con más de 3 millones de vehículos producidos, México ocupa la séptima posición a nivel mundial entre los principales productores de automóviles y el quinto lugar, en cuanto a la producción de autopartes se refiere. Su cercanía con Estados Unidos, así como el relativo bajo costo de la mano de obra han sido determinantes de muchas de las decisiones de inversión de las empresas más importantes del sector.
Hoy, la industria automotriz mexicana ha estado bajo los reflectores al constituirse como uno de los pilares en la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Sin tener todavía una total certeza sobre lo que terminará sucediendo con este tratado, lo más seguro es que las armadoras y productores de autopartes encontrarán la forma de seguir creciendo ante cualquier nueva regla comercial que se acuerde. No olvidemos también que México tiene también firmado muchos tratados de libre comercio con otras naciones que podrían representar una válvula de escape para exportar fuera de Norteamérica.
Varios expertos coinciden que el gran reto de la industria está en el largo plazo. Pese a los desacuerdos políticos, el cambio tecnológico en el sector va mucho más rápido que cualquier negociación comercial internacional. La industria se mueve con mayor velocidad hacia las nuevas tecnologías representadas por el concepto ACES (cuyas siglas en inglés se refieren a vehículos autónomos, conectados, eléctricos y compartidos).
En Silicon Valley, por ejemplo, al menos 105 empresas, desde las marcas tradicionales, fabricantes de microcontroladores, desarrolladores de software y decenas de startups, han abierto oficinas para diseñar el mañana de la industria. China, por su parte, se ha posicionado como el ancla de desarrollo del vehículo eléctrico. Ante una mayor regulación por los problemas ambientales, se prevé que este año cerca de 5% de las ventas de vehículos en ese país sean eléctricos. En 2017, China fue el país que más fondos destinó, con 5.5 millones de dólares, a actividades de investigación y desarrollo en electromovilidad, asegurando con ello en cierto liderazgo tecnológico en este rubro.
¿Y dónde queda parado México? ¿Cómo se verá la industria automotriz mexicana en los siguientes 15 años? Es difícil de predecir, pero no podemos seguir pensando en competir con los mismos pilares con los que lo hemos hecho en la última década. Un estudio de 2016 del Center for Automotive Research de Michigan señalaba que México seguiría atrayendo inversiones automotrices cuyos procesos productivos fueran de alto contenido de mano de obra y que requirieran baja especialización de los trabajadores. Por el contrario, las inversiones donde se requería mayor automatización, materiales avanzados y especialización en la mano de obra, tendrían, con alta probabilidad,
su destino en Estados Unidos y/o Canadá.
Pero en el mundo ACES y la cuarta revolución industrial, las habilidades requeridas son otras. Es el momento de pensar en la ingeniería del futuro. En una ingeniería que domine las tecnologías de Big Data, cómputo en la nube, inteligencia artificial, robótica, materiales inteligentes y ciberseguridad.
Somos testigos del nacimiento de una nueva era industrial y estamos a tiempo de subirnos en la nueva ola tecnológica. La nueva industria de la movilidad requerirá que actuemos rápido y con decisión para no quedarnos atrás.
Profesor del área de Dirección de Operaciones de IPADE Business School