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La ruptura comercial de Estados Unidos y China pasa factura a Latinoamérica. Todas las economías de la región se enfrentan a problemas políticos internos generados por esta batalla arancelaria y la desaceleración china, que han provocado que los flujos comerciales continúen alterándose. De hecho, la zona se encuentra entre los mercados emergentes con peores resultados y es difícil construir un escenario de inversión positivo para cualquiera de ellos para este final de año.
"La guerra comercial ha tenido un profundo impacto en la región y explica gran parte de los riesgos económicos externos", explica Stéphane Monier, director de Inversiones de Lombard Odier. "Aun así, con una inflación en su mayoría baja, los bancos centrales tienen espacio para recortar los tipos de interés", añade. De hecho, este año Brasil, México, Perú y Chile ya lo han hecho.
En cualquier caso, no existe una solución común para todos los países de la región. Cada uno de ellos tiene problemas diferentes para este final de año.
DIFERENTES RETOS
En México, por ejemplo, la caída de la producción del petróleo ha convertido al país en un importador neto de crudo y, en junio, Fitch rebajó la calificación crediticia de Pemex a "basura". Moody's puso a la compañía en una perspectiva negativa. "Sin esfuerzos para reducir los impuestos y un aumento en las mejoras de la productividad de Pemex, además de una reciente inyección de capital y un alivio fiscal, el déficit fiscal del gobierno sólo puede deteriorarse", apunta Monier.
Por su parte, la lista de males de Argentina incluye la alta inflación, la deuda denominada en moneda extranjera, la importante cuenta externa y el déficit presupuestario. Argentina entró en recesión el año pasado y ahora se está tambaleando por tercera vez desde el año 2000. Las elecciones primarias de agosto desbarataron las expectativas con un amplio margen de victoria para el aspirante presidencial Alberto Fernández, que se enfrentará al titular Mauricio Macri en octubre. La incertidumbre política se ha sumado a las tensiones por un paquete impopular del Fondo Monetario Internacional (FMI), diseñado para ayudar al país a hacer frente al servicio de la deuda pública, que asciende a 80% del PIB, y cuatro quintas partes de la cual está en moneda extranjera, principalmente en dólares estadounidenses.
Por otro lado, en Brasil, la mayor economía de la región y la octava más grande del mundo, sufre de un bajo crecimiento de la productividad y del envejecimiento de la población. Para Monier, "a primera vista, la recuperación económica de Brasil parece estar en sus primeras etapas, con una gran capacidad, una cuenta corriente casi equilibrada y una inflación que se ha reducido a la mitad desde 2016". El Banco Central de Brasil (BCB) reinició la reducción de las tasas de interés en julio, llevándolos a un mínimo histórico de 6%, e impulsando las expectativas de continuar en esa línea.
La recuperación se estancó tras los escándalos de corrupción, el empeoramiento de la seguridad pública y el bajo crecimiento. Junto con la promesa de ser duro contra el crimen, esto ayudó a Jair Bolsonaro a llegar a la presidencia el año pasado. En la actualidad, el crecimiento ha disminuido de forma constante desde principios de año. En 2018, el PIB real creció 1.1% y podría aumentar 0.8% este año, según el FMI. Esto ha decepcionado a los inversores que habían mantenido sus expectativas políticas en el nombramiento de Bolsonaro y esperaban un rápido cambio económico. Según Monier, "la cuestión clave a la que se enfrenta Brasil es la urgente necesidad de reformar el sistema de prestaciones y elevar la edad de jubilación".
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