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¿Qué hace la diferencia entre los humanos y otros seres vivos? Esa es una de las mayores incógnitas que los científicos se han planteado desde que se supo que el ser humano no es el centro de la creación. La pregunta puede responderse a través de la dimensión simbólica de los individuos y su reacción ante la muerte, pues como lo planteó el filósofo Ernst Cassirer, a final de cuentas el hombre es un animal simbólico.
Ningún animal conmemora a sus muertos como lo hace el homo sapiens sapiens, aunque para hablar del origen de lo que hoy se considera un funeral hay que remitirse a los últimos 100 mil años, cuando se comenzaron a realizar ceremonias fúnebres, aunque mucho menos complejas.
Sin embargo, sorprendentemente los primeros seres que le otorgaron un valor simbólico a las prácticas lúgubres fueron los neandertales, quienes hasta hace 100 años eran considerados hombres con una capacidad cognitiva inferior.
Un artículo publicado en 2013 por la PNSA sugiere esa teoría, pues comprobaron que un fósil de neandertal encontrado en 1908 por los hermanos Bouyssonie fue enterrado intencionalmente. Todo apunta a que la especie extinta hace poco más de 40 mil años ya creía en la muerte como el principio de una nueva vida, además de que implementó elementos como las flores al ritual.
El vestigio más próximo de la ceremonia tal y como la conocemos en la actualidad es posible que se ubique en China y Egipto, donde luego fue tomada por los árabes en el siglo VII, ya que las costumbres mortuorias conformaron las pautas en la construcción de la cultura oriental.
Los árabes llevaron consigo sus tradiciones al mundo de occidente en la conquista musulmana de Hispania. Aun cuando se tiene registro de ceremonias celebradas por culturas como los mayas y los mexicas, es la herencia española de la Conquista la que se preserva en los funerales de los países como México, donde el fin del ritual es alcanzar la vida eterna.
La idea de otorgarle significados personales, sociales y religiosos a la muerte no es reciente, y además de lograr trascender las barreras del tiempo, se ha convertido en un factor fundamental para adquirir identidad y marcar la diferencia frente a otras especies, incluso algunas que ya no están.