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En toda economía de mercado abierta, existen factores internos y externos que afectan el desarrollo económico. México no es la excepción y en la actualidad se combinan elementos de coyuntura, así como estructurales que merecen ser atendidos cuidadosamente para prepararse hacia los próximos años.
Entre los elementos externos, encontramos las señales hacia un neoproteccionismo, impulsado primordialmente por la actual administración en Estados Unidos y su política comercial fundamentada en la imposición de aranceles, que en lo particular a México ha afectado en acero y aluminio, pero que amenaza con extenderse hacia la industria automotriz.
Asimismo, y visto de forma más satelital, existen efectos directos e indirectos a causa de una guerra comercial con China y otros países en lo que pretende ser la antesala de una reconfiguración del comercio internacional.
Otra arista del impacto comercial se traslada a la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y la incertidumbre que prevalece en dos cláusulas principalmente: las reglas de origen en la producción de automóviles y la conocida como sunset, que se perfila como la definitoria para alcanzar el acuerdo trilateral.
Estos factores han suscitado un panorama de incertidumbre para nuevas inversiones e intensificación de los intercambios comerciales, lo que ha impulsado a diversificar los destinos de las mercancías nacionales, con el fin de aminorar la dependencia estadounidense.
Por su parte, factores externos de tipo financiero son los relativos al precio internacional del petróleo y sus efectos en la exportación de crudo nacional y en la importación de gasolinas, así como, en materia de política económica, la tendencia alcista de los bancos centrales hacia la normalización en tasas de interés.
Producto de lo anterior, en las últimas semanas se ha visto una alta volatilidad del tipo de cambio que, descontando los factores internos como las pasadas elecciones presidenciales, ha mantenido un peso sub depreciado alcanzando niveles próximos a los 21 pesos por dólar para posteriormente descender a los 18.70 pesos y ahora con la sobre reacción del efecto turco, en niveles de 19.10 pesos por dólar.
El tipo de cambio es una variable contingente que tiene un impacto destacado en algunos precios de la economía nacional con efectos en la inflación.
En resumen, estos factores internacionales han tenido un impacto en el repunte de la inflación. En consecuencia, y con el objetivo de anclar las expectativas, el Banco de México ha mantenido una postura restrictiva de política monetaria manteniendo las tasas en niveles de 7.75% con posibilidades de incrementarla a 8% para cierre de año.
Por otro lado, las finanzas públicas atraviesan un momento de transición que, si bien han logrado despetrolizarse, también han generado importantes incrementos en la deuda acompañada de un elevado costo financiero por el alza en las tasas de interés, lo que ha restado margen de maniobra para incentivar la inversión pública; sin embargo, es necesario, para no perder un mínimo ritmo de crecimiento, al menos, buscar aumentar la inversión física fortaleciendo los ingresos tributarios y hacer un uso adecuado de los recursos.
La futura administración nos presenta un proyecto de adelgazamiento y reingeniería del gasto público como una opción, de la mano con reducción de ingresos tributarios como el IVA en la frontera norte, por lo que la asignación de los recursos deberá priorizar un desarrollo económico eficiente y sostenible en el tiempo.
Si bien es cierto que varios factores externos no están bajo el control de nuestras autoridades financieras, el tener una mínima visión del desarrollo económico que queremos, nos permitirá construir los escenarios de anticipación y con ello estar más atentos a establecer y ejecutar una política económica enfocada en generar más riqueza, a la vez de reducir las brechas y contrastes de estructura a nivel regional, laboral, educativo y tecnológico que existen actualmente en México.
En la siguiente administración será fundamental que los temas de reordenamiento político y social no neutralicen los de orden económico, y que la asignación del presupuesto privilegie la generación de más empleos bien remunerados a través de la inversión física, el encadenamiento productivo, la innovación y la tecnología, fortaleciendo nuestro mercado interno. Esta es sin duda la vía más adecuada para la creación de bienestar.
Vicepresidente de Consultores Internacionales