Con las cuentas externas en orden y sin ninguna vulnerabilidad fiscal en la parte interna, analistas consultados por EL UNIVERSAL previeron que en este gobierno México se podría salvar de una crisis de final de sexenio.

No hay ningún elemento para afirmar que el actual gobierno vaya a dejar el tradicional desorden o una devaluación como quedó en la mente de muchos mexicanos cuando terminaron los mandatos de Luis Echeverría, José López Portillo y Carlos Salinas.

Lo único que podría criticarse será el crecimiento marginal por una economía estancada con efectos sobre la pobreza y desigualdad, dijeron los expertos.

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Ante la cercanía del cierre del gobierno autodenominado de la Cuarta Transformación, algunos economistas están temerosos de que ciertas decisiones en materia política y económica, deriven en una crisis de fin de sexenio.

Pero ni crisis económica o finanzas públicas prendidas de alfileres, como solía darse en el pasado sucederá a menos que de aquí a 2024 “se vaya a alocar”, algo que parece imposible pues, si en algo se ha distinguido el presidente Andrés Manuel López Obrador, es de procurar un “gobierno conservador fiscal”, dice el profesor del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), Raúl Feliz.

“Hablar de una crisis de fin de sexenio ahora me parece como estar jugando con la astrología”, considera el investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, Moritz Cruz.

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El director de la firma de análisis Bursamétrica, Ernesto O’Farril, coincide en que hay muchos elementos que hacen poco probable que ocurran esas sospechas.

Precondiciones

Para afirmar que se pueda dar lo que se vio en épocas pasadas, Raúl Feliz pondera que deben existir ciertas precondiciones.

Se pueden presentar por brechas de financiamiento, ya sea del sector público a través de déficits públicos insostenibles o una brecha de financiamiento de la economía en su conjunto que eso se representa a través de la balanza de pagos, explica.

En los casos de López Portillo y Salinas, las finanzas públicas del primero terminaron siendo un desastre cuando se cayeron los precios del petróleo, y generaba una brecha en la balanza de pagos en la cuenta corriente que no se podía fondear.

Sin embargo, con Salinas fue diferente, porque el sector público no tenía en ese momento gran déficit, sino un ligero superávit.

Así, precisa que ya no el sector público, sino el país, a través de la balanza de cuenta corriente, tenía un gran déficit que, a la larga, terminó siendo insostenible.

Feliz pondera que, aunque esos dos regímenes tenían ideologías muy diferentes y estilos distintos, terminaron llevando a una crisis macroeconómica.

De esas dos variables, en la actual administración no hay déficit fiscal que haya generado una brecha de financiamiento para el sector público insostenible, matiza.

Cuando se dispararon esas crisis de fin de sexenio, los déficits eran del 8% a 9% sobre el Producto Interno Bruto (PIB), acota.

Con las cifras y los balances actuales del sector público y la balanza de pagos, no se prevé una crisis de fin de sexenio, afirma.

De hecho, dice que en el CIDE estiman para este 2022 un déficit de un punto del PIB.

O’Farril coincide, al afirmar que no hay riesgo, tan es así que la asignación de las calificadoras para México está dos escalones arriba del grado de inversión.

“Puede ser que al final del sexenio nos bajen la calificación (soberana), pero sin perder esta categoría que significa tener buena capacidad de pago”, opina.

Destaca que la banca está sobradamente capitalizada; lo que se le pide es que preste más, dado que tiene un capital más alto.

Se cuenta con reservas internacionales de casi 200 mil millones de dólares, en tanto el total de la deuda del gobierno más Pemex, IMSS y CFE es de 210 mil a 220 mil millones de dólares, es decir que, con las reservas, se cubre casi toda la deuda externa.

Además, el portafolio de la deuda en moneda extranjera está bien administrado a largo plazo, esgrime. Tampoco se ve una devaluación, aunque podrían darse presiones cambiarias.

O’Farril considera que la atención será en la parte política con mucha incertidumbre, nerviosismo y ruido que podría generar ciertas presiones cambiarias, pero no una gran devaluación.

El investigador de la UNAM, Moritz Cruz, agrega que se han visto grandes cantidades de remesas, inversión extranjera directa, por turismo y con las exportaciones petroleras.

Lo anterior, sumando a la Línea de Crédito Flexible del Fondo Monetario Internacional (FMI) y las reservas internacionales, hacen un colchón, afirma.

“Para la mala suerte de algunos políticos, todo está en orden. Para el país no. En el fondo, desean eso”, afirma. Con esos datos, ningún economista serio se atrevería a predecir una crisis de final de sexenio, menciona.

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