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Hace unas semanas, el encargado de una panadería me respondió tajantemente que colaborar con una empresa como la que cofundé “no era viable”; su principal argumento fue que no quería comprometer su imagen de marca. Ojalá pudiera decir que este fue un caso excepcional, pero la realidad es que nos hemos acostumbrado a este tipo de rechazo en México.
Ciertamente, esta persona me hizo preguntarme si, como él, hay más marcas que consideran un riesgo menor o nulo desechar comida en buen estado para no manchar su reputación.
Las políticas internas son la principal razón por la que distintas compañías del sector alimentario responden con la misma negativa, ya que éstas determinan en gran medida el prestigio que adquieren con el tiempo, cuidando un renombre que es fundamental.
¿Pero qué pasa cuando dichas políticas no son sostenibles? Como, por ejemplo, rociar con lejía cubos llenos de producto que no se vendió en el día evitando su aprovechamiento… ¿Ahí quién cuestiona la reputación o renombre?
En el país hay un desperdicio de comida per cápita anual de 94 kilos, cifra muy por encima del promedio mundial. Tristemente, alrededor de 20 millones de toneladas de alimentos al año terminan en la basura, contexto que nos obliga a elevar el nivel de conciencia sobre esta problemática y acelerar la toma de acciones concretas para empezar a hacer un cambio de suma relevancia para la sociedad entera.
Los consumidores de hoy no sólo quieren saber que llevan a casa un producto fresco, de igual forma les interesa consumir los productos de una marca que lleva a cabo acciones de sostenibilidad en un planeta que experimenta de forma más dramática los efectos del calentamiento global y el desperdicio alimentario.
Los hábitos de consumo están muy influidos por esta nueva consciencia. Estoy seguro de que vivimos un hito histórico y que debemos considerar seriamente alternativas al desperdicio de alimentos en lugar de solo desecharlos.
Para lograrlo pienso que es esencial hacer una distinción clave entre las políticas internas de una marca y las regulaciones legales o de salud, pues no tienen nada que ver unas con las otras.
Diferencia entre políticas internas y fecha de caducidad
Si bien la política de calidad es el documento más importante dentro de una organización, ya que establece los objetivos de calidad y el compromiso con la satisfacción del cliente, así como de mejora continua, eso no significa que vender productos que han salido de los anaqueles porque se encuentran cerca su fecha de caducidad sea negativo en términos de reputación o incluso ilegal.
Seguir las políticas de calidad para salvaguardar una imagen y un prestigio no está peleado con buscar alternativas para la comida que termina en los botes de basura, ¡todo lo contrario!
La mayoría de las empresas establece dentro de sus políticas internas que debe sacar de los anaqueles sus productos cinco, 10 o hasta 20 días, o hasta seis meses antes de su fecha de caducidad, dependiendo del tipo de producto. Y justo en el momento en que se retiran los alimentos de los estantes vale la pena recordar que existen iniciativas que le dan una segunda oportunidad a muchos productos que, en efecto, están cerca de caducar, pero siguen siendo aptos para su consumo.
De cierto modo, hay algo equivocado en creer que la única respuesta es desechar lo que no se vendió. A nivel de salud, un alimento que hoy es retirado de las repisas puede ser consumido algunos días después sin que eso represente un riesgo de enfermedad.
Vender productos que han salido del anaquel, pero que aún tienen varios días antes de llegar a su fecha de caducidad es perfectamente legal y seguro para los consumidores. Pensar que se corre un riesgo reputacional por vender productos que simplemente han sido retirados de la vitrina es cerrarse a los beneficios de las nuevas posibilidades.
He visto interesantes casos de éxito con la venta de excedentes, tiendas individuales que llegan a recuperar más de 30 mil pesos de margen al mes, por ejemplo. Desde luego mucho depende del giro de ésta, pero en todos los negocios se trata de dinero que, de otra manera, habría ido a parar a un vertedero.
Bajo todo este contexto vuelvo a preguntar: ¿es mejor arriesgarse a que un video se haga viral y revele que has tirado productos en perfecto estado para ser consumidos? ¿Evitar el desperdicio de comida no debería formar parte de las políticas internas y de reputación? En mi opinión, contribuir al desperdicio de alimentos representaría un golpe mayor al renombre y reputación. Por mucho tiempo este tipo de prácticas han permanecido ocultas, pero pronto dejará de ser así…
Para entonces, las marcas que estén reduciendo el desperdicio de sus productos y dando la oportunidad a sus clientes de consumir sus productos a precios que benefician sus bolsillos y al medio ambiente, llevarán la delantera en el mercado.
Es por ello que, en este 2024, invito a aquellas empresas del sector alimentario a reflexionar sobre las acciones poco sostenibles que se han llevado a cabo y plantearse nuevas metas con oportunidades de cambio en beneficio de su negocio y el planeta.
Fundador y CEO de Cheaf
X: @Cheaf_app