Quien haya visitado San Francisco o Los Ángeles, seguro habrá notado la enorme infraestructura con la que estas ciudades cuentan para cargar vehículos eléctricos, tanto en espacios públicos como en oficinas y zonas residenciales. Una situación similar hay en diversas ciudades de Europa y Asia, donde además de infraestructura se cuenta con incentivos económicos para estimular la adopción de la tecnología.

Pero, independientemente de los incentivos que se puedan necesitar, ¿en México estamos listos para tener vehículos eléctricos en las calles? Recientemente tuve la oportunidad de vivir la experiencia de usuario de un vehículo eléctrico durante un mes. Si bien se trataba de un magnífico auto, lo que despertaba mi curiosidad era constatar si estaba listo para circular por las calles de la Ciudad de México.

El coche que conduje fue un BMW i3, un 100% eléctrico con una batería de 33 kWh, lo que le da una autonomía de aproximadamente 200 kilómetros, además de un extensor de rango, un pequeño motor de dos cilindros que proporcionaba 100 kilómetros adicionales de autonomía al consumirse la batería principal de litio. Al margen de la gran experiencia de conducción, mi pregunta era si habría mucha diferencia con respecto a los usos y costumbres ya instalados con el coche de combustión interna (CI).

De acuerdo con la Comisión Federal de Electricidad (CFE), en México hay más de 900 cargadores públicos para vehículos eléctricos y en la Ciudad de México son más de 125 los puntos de carga. En contraste, sólo en la capital del país hay alrededor de 500 gasolineras. En mi camino de la casa a la oficina son, por tanto, muchas las opciones para cargar gasolina, pero pocas las opciones para recargar un auto eléctrico. Por fortuna, en el IPADE contamos con algunos espacios de carga. Esto resolvía el problema entre semana. Los fines de semana, por el contrario, tuve que hacer plan familiar en un centro comercial con cargadores, de tal forma que pudiéramos permanecer el tiempo suficiente para cargar el vehículo. La ansiedad de rango, por tanto, no fue un problema.

Otro aspecto importante es el costo de la propiedad (descontando el precio de compra). La carga de una batería de 33 kWh ronda 90 pesos. Esto es considerablemente más barato que el coche convencional. De acuerdo también con datos de la CFE, un vehículo eléctrico puede ahorrar entre 40% y 60% en consumo energético con respecto al coche CI. Y el costo de mantenimiento es alrededor de 26% más bajo en el eléctrico. En mi caso, no tuve que pagar, pues de momento la mayoría de los cargadores púbicos son gratuitos.

Dado que ni la carga ni su costo fue un problema, ¿podríamos decir que el país está listo? En cierta forma sí, pues hoy la infraestructura puede estar sobrada. De acuerdo con pronósticos de JD Power, en México se esperan ventas no mayores a 230 vehículos eléctricos para 2018. Es aún un mercado muy pequeño, aunque con crecimientos importantes (para 2020 se esperan cuatro veces más ventas). La saturación de cargadores públicos podría representar un problema a futuro, pero sería mitigable a través de inversiones pequeñas de cargadores en casa.

La infraestructura, al menos para un uso principalmente urbano, no parece ser el freno para la adopción del auto eléctrico. El precio sí lo es. Actualmente, los únicos beneficios reales son el ahorro en el pago de tenencia e ISAN, pero no hay subsidios como en otros países. Si queremos estimular la adopción de la tecnología, tendrá que existir un compromiso de parte de marcas y gobiernos para encontrar los caminos adecuados.

Profesor del área de Dirección de Operaciones de IPADE Business School

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