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Puede pasarle a todos. Sentir celos y envidia es algo más o menos común. Pero las cosas se complican cuando se trata de la propia pareja y en un ámbito tan importante como lo es el trabajo. Ni mujeres ni hombres están exentos de sentirlo hacia sus parejas, y cada uno lo vive a través de distintos filtros.
¿Por qué mi pareja es más exitosa que yo? ¿Por qué le dieron un aumento y a mí que trabajo más duro no me lo han dado? ¿Por qué él (o ella) tiene un mejor empleo que yo? ¿Por qué gana más que yo? Y las cosas pueden agravarse si ellos se dedican a lo mismo, porque estos los coloca en la misma arena laboral.
En el caso del hombre, la educación ha hecho lo suyo para cargarlos de roles de género relacionados con el aprovisionamiento del hogar y la responsabilidad, así que cuando las cosas salen de manera distinta a cómo hemos sido educados, se pueden complicar y derivar en envidia y celos.
“Hay una tendencia en esta sociedad falocéntrica —con tintes machistas— de que los hombres puedan sentir que se les está quitando este rol de protección y decisión en el dinero en el que se les ha educado. Pueden sentir que pierden este rol que se les asignaba, así que pueden sentirse lastimados”, explica la sicoanalista Adriana Ortiz Barraza.
La educación influye mucho en esto, porque desde niños a los hombres se les inculca el rol de género orientado a un profundo sentido de responsabilidad en lo que se refiere a la manutención y al sostén del hogar. “Al verse en una posición en la que la pareja pueda ganar más o sea más exitosa, hay una fase en la que ellos pueden sentir un daño en su virilidad y en su masculinidad”, explica la especialista.
En este caso, incluso esta situación puede derivar, entre otras cosas, en la pérdida del deseo sexual por parte de él. Pero no sólo eso, sino que las cosas pueden llegar a complicarse tanto como para llegar al divorcio.
Arleth Leal, directora asociada de Red Ring, una empresa especializada en recursos humanos, asegura que en su experiencia de reclutadora, ha encontrado que las mujeres en puestos ejecutivos que están divorciadas, muchas veces lo están porque su pareja no pudo asimilar que ella ganara más o tuviera un mejor puesto que él y que en el caso de las ejecutivas solteras, lo están muchas veces porque ellas sienten que “les dan miedo” a los hombres.
“Son socialmente rechazadas”, asegura. Esta fórmula para nada tiene éxito en México porque genera celos y envidia, lo que deriva en conflictos y muchas veces en ruptura.
Sin embargo, los celos y la envidia no son exclusivos de los hombres. Es importante hacer una precisión: Los celos son distintos que la envidia, pero pueden ir combinados. Los primeros están relacionados con la pérdida de algo —ya sea poder, status, salario, prestigio, amor— y la envidia es desear algo que no se tiene. Sobre todo en relación a la pareja cuando uno tiene más éxito o es más sobresaliente, ambos vienen casi siempre juntos.
“Al momento de darse esta relación en la pareja pueden estar presentes tanto los celos como la envidia, y ambos son displacenteros para ambas partes, pero vivenciado más el celoso y el envidioso”, explica la sicoanalista.
Por desgracia, las mujeres pueden ser más propensas a sentir esta disparidad con su pareja y que esta derive en envidia, porque en la realidad, las condiciones no son iguales para ellas que para ellos.
De acuerdo con el Foro Económico Mundial, va a tardar 100 años en cerrarse la brecha de género en 106 países. Ellas ganan al menos 15% menos que ellos. Según un estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, cuando las mujeres trabajan, son más propensas a hacerlo a tiempo parcial, a tener menos probabilidades de avanzar a puestos directivos y a enfrentar discriminación.
“Del lado del hombre, socioculturalmente, pierde la virilidad en este rol de proveedor, pero la mujer está en la posición de sentir que es muy difícil estar y competir en esta posición de desigualdad y falta de equidad de género, porque aunque haga lo mismo que su pareja, a ella le pagan menos. Hay esa mezcla de celos y de envidia, pero son distintas las razones”, asegura la sicoanalista.
Un grado más de dificultad
El problema es complejo por muchas razones, entre ellas, la cercanía que se tiene con la pareja y por la mezcla de sentimientos que este tipo de situaciones conlleva.
“¿No se supone que deberías de regocijarte con los logros de aquel al que amas? Es más fácil cuando alguien no muy cercano a ti tiene éxito, de esa manera al menos no tienes que fingir alegría”, explica M. J. Ryan, una coach de negocios y autora de varios best sellers, en un texto al respecto publicado en The Leadders.
Si bien se relaciona con las variables descritas anteriormente, también tiene que ver con la manera en la que nos vemos a nosotros mismos y con lo que Carol Dweck, una profesora de la Stanford University y autora de Mindset: la nueva psicología del éxito, definió como una “mentalidad fija”, asegura la coach.
Si se tiene una mentalidad de este tipo —la que te hace creer que la inteligencia y el talento vienen de nacimiento— es más probable sentir amenaza por el éxito de otros porque éste demuestra las pocas habilidades propias. Esta está en contraposición con la “mentalidad del desarrollo”, la cual está convencida de que las habilidades pueden ser desarrolladas con el tiempo a través de la experiencia y mentoría, explica la investigadora. “Esas personas no están preocupadas por qué tan inteligentes son, cómo se ven físicamente o qué error van a cometer. Ellos se desafían a sí mismos y crecen”, explica en una entrevista que le hicieron a Dweck en la Harvard Business Review.
Así, la mentalidad de desarrollo tiene un profundo efecto al aumentar el éxito en el trabajo. “Puede hacer la diferencia entre que asome o no la cabeza ese pequeño monstruo verde cada vez que nuestro amado lo hace bien y tiene éxito en el trabajo”, explica la coach.
Detrás de los celos hay inseguridad y una de las maneras de combatirlas precisamente puede ser el desarrollo de esta mentalidad que impulsa a desarrollar las habilidades día con día en vez de enfocarse en las carencias que se tienen y mucho menos, en las carencias que se tienen frente a quien es nuestra pareja.
“La pareja es un equipo donde si tú ganas yo también. En donde si tú estás feliz también vas a estar mejor conmigo”, explica la sicoanalista. Un matrimonio o una relación de pareja no son una competencia, sino un trabajo en equipo. Y que uno u otro tengan más éxito profesionalmente no implica que uno sea mejor o que el éxito de uno sea el fracaso del otro.
“Esa competencia es completamente absurda. Es importante identificar los pensamientos que se tienen acerca de sus logros, porque muchas veces en vez de pensar en crecer y edificarse como pareja, se piensa en la competencia”, explica la coach especializada en mindfullness, Gabriela Arce.
Existe la necesidad de hacerse preguntas. ¿Qué estoy haciendo para quedarme estancado? ¿Me estoy quedando estancado realmente o sólo es una percepción mía? ¿Qué puedo hacer para mejorar? Las habilidades se perfeccionan en el día y a día y si nos concentramos en eso, nos impulsará a mejorar y no a competir.